El presidente de la Ciudad comenzó ayer su comparecencia
sobre Urbaser reiterando el argumento de que pagar “lo
establecido” y reclamar 5,2 millones de euros en pagos de
más a la empresa es “compatible”. Por ello cree que no se
puede exigir responsabilidades, pues de haber errores, que
sí acabó reconociendo, no ha sido por “desinterés,
negligencia o falta de control”, sino “justificados” en
distintas “interpretaciones” del contrato.
Uno de los argumentos centrales de la comparecencia ante la
Asamblea del presidente de la Ciudad, Juan Vivas, para dar
cuenta de la gestión del contrato con Urbaser fue, de nuevo,
insistir en que es “compatible” pagar lo “establecido” con
reclamarle después a la empresa 5 millones de euros pagados
de forma indebida en concepto de amortización de maquinaria.
Además, insiste también Vivas, como en anteriores
exposiciones públicas sobre este caso, en que no existe
responsabilidad ni administrativa ni política por haber
tenido, eso sí lo reconoce, que “rectificar”.
La primera “conclusión” de Vivas, nada más iniciar su
intervención, fue la de que en el contrato con la anterior
adjudicataria del servicio de limpieza viaria, la
administración “ha pagado lo que debía, el precio del
contrato”. Esto es a su modo de ver “compatible” con
reclamarle después a la empresa 5,2 millones de euros en
concepto, tal como lo describe el presidente de la Ciudad,
no de pagos indebidos, sino de “enriquecimiento injusto” por
parte de Urbaser. Para Vivas, ese “enriquecimiento injusto”
que atribuye a la adjudicataria se corresponde “con una
diferencia en la retribución percibida en concepto de
amortización según el precio unitario del contrato y la
inversión efectivamente realizada”. Y de esa diferencia, la
administración y el Gobierno se han dado cuenta, asegura el
presidente, “hoy”, y por tanto “cuando se detecta es cuando
se reclama”.
La segunda consideración realizada por Vivas es que es
compatible pagar el precio del contrato y al mismo tiempo
reclamar el enriquecimiento injusto por razón de algún
concepto relativo a ese precio del contrato”.
Según Vivas, esto no pone de manifiesto una “mala práctica”
por parte de la administración, y no se puede exigir por
ello responsabilidades “ya sean políticas o penales”.
El jefe del Ejecutivo ceutí considera suficiente el hecho de
que, cuando él accedió al cargo, mediante una moción de
censura al GIL, como salió a relucir en el Pleno, se
encarara una “auditoría”, algo que desde las filas
socialistas se apunta no es tal, sino una “consultoría”. En
agosto de 2001 el Gobierno de Vivas “convalidó” el acuerdo
adoptado en noviembre de 2001 sobre renovación y ampliación
del contrato.
Vivas se ampara en que el “auditor”, la empresa ‘Ernst &
Young’ entendía que el precio global del contrato era
concordante con los costes del servicio más un margen
operacional para gastos generales y beneficio industrial de
un 13,5%”. De ahí que considere Vivas que en el momento de
renovar el contrato por otros diez años se tomaron “las
medidas de prudencia y cautelares necesarias”.
Si no se detectaron los desfases en la amortización de
maquinaria es, como también reconoció Vivas, porque no se
hizo un cálculo “con cada máquina de la diferencia entre
esta en función de los precios unitarios y la inversión real
del contratista”. Esto no se consideró “necesario ni
obligatorio”, según Vivas, porque no había una “cláusula en
el contrato que lo señalara” y tampoco se establecía que
hubiera una “amortización acelerada”, sino a lo largo de 10
años.
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Una vez más, el debate no respetó los tiempos
La sesión plenaria de ayer estaba
programada de modo que el presidente hablara en primer lugar
durante 15 minutos, pero ya desde ese primer momento no se
respetaron los tiempos, pues su exposición duró casi 20. A
partir de ahí, ninguno de los intervinientes se ciñó a los 5
minutos establecidos para las réplicas y las dúplicas. En
cuanto al tono del debate, en general el del presidente de
la Ciudad fue pausado. VIvas no habló desde el estrado, sino
desde su puesto de diputado. Tan sólo en dos ocasiones, su
discurso se salió de los cauces de lo “políticamente
correcto”, al decir un taco, “coño”, y referirse a la
intervención del líder del portavoz del Grupo Socialista,
José Antonio Carracao, como una “cantinela”. El líder del
PSOE ceutí mantuvo un discurso sosegado y no fue saludado al
final por el presidente, como sí ocurrió con el portavoz de
Caballas, Juan Luis Aróstegui, el único que eleva la voz en
sus intervenciones.
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