Comenzó vendiendo plátanos en el mercado, suministraba
productos a sus compañeros del servicio militar y a los 16
años se iniciaba como aprendiz de ferretero en la riera.
Poco después, compatibilizando varios empleos que le
generarían unos pocos ahorros, consiguió independizarse.
Desde entonces, el espíritu empresarial y la constancia en
su trabajo son las mejores características que definen al
empresario ceutí Pablo Belmonte, dueño y señor de los
almacenes san pablo de la ciudad autónoma. por su labor como
empresario, dedicado toda la vida a la creación de empresas
en Ceuta y a generar empleo, Pablo Belmonte será reconocido
con una de las cinco Medallas de la Autonomía para esta
edición de 2008.
Pregunta.- ¿Qué sintió cuando le anunciaron que iba a
recibir la medalla de la autonomía?
Respuesta.- La verdad es que no me lo esperaba porque para
mí es la culminación de todo mi trabajo, la culminación de
lo que es luchar por Ceuta, la culminación a mi mujer
también, que esto se lo debo a ella. Esta medalla de la debo
y se la merece el pueblo porque gracias a él, tenemos lo que
tenemos. Y del que más apoyo he recibido es de mi pueblo.
P.- Cuéntenos a groso modo la historia de los inicios de
Almacenes San Pablo.
R.- Pues la historia es un poco dura, y es mucho lo que
puedo contar. Yo estaba con Riera y le vendieron la tienda
al Candado, claro como yo quería ver más allá, no me
conformaba mirando como me vendían como una mercancía. Yo
soy un enamorado de mi profesión, porque a mi me dicen vamos
a abrir un establecimiento, y lo abro otra vez. Me gusta
bregar con el personal, soy hombre de empresa, y por muy
dura que esté la situación, siempre tiro para delante...
Entonces le dije al de Rivera: Don Enrique, yo me voy a
quedar con estos señores pero usted les va a decir que yo me
encargo de las representaciones con el fin de tener los
martes libres y dedicarme a las representaciones y poder
salir, para aprender a escribir las cartas comerciales.
Luego estudié radio. Y una vez que recogí unas pesetas pues
me salí de almacenes Amaya con mi máquina de escribir y mi
mujer. Y echándole muchas horas de trabajo, llegue aquí.
P.- El espíritu empresarial, ¿Lo poseía o se lo
inculcaron?
R.- No, no, nada. Yo me parezco a mi madre, ella también era
muy trabajadora. Con 18 años yo vendía pollos en el mercado
con ella y garbanzos remojados. Entonces a las muchachitas
les echaba garbancitos y una mujer le dijo a mi madre que me
quitase del puesto, porque no creaba nada bueno. Y me colocó
en la ferretería.
P.- La superación y la constancia, ¿Pueden ser adictivos?
R.- Yo no me conformo con lo que tengo, porque a mi el
trabajo no me mata, yo lo vivo.
P.- Usted que es muy dado a los refranes, ¿Tiene
predilección por alguno?
R.- Tengo muchos, y los tengo repartidos por todas mis
tiendas. Me gusta uno que tengo aquí: “Trabajar por Ceuta es
un placer, trabajar por Ceuta es un deber, aquí nací,
quisiera morir, mira qué bonita tuya es, tu tierra, mi
tierra”. Todos estos eslóganes los tengo en mis tiendas.
P.- En cada establecimiento tiene usted una panorámica de
Ceuta con una frase donde expresa su cariño por la ciudad,
¿De dónde surge esa idea?
R.- Es mía, la siento, porque soy caballa a más no poder y
lucho por Ceuta. Para mí irme de vacaciones fuera es un
sacrificio porque estoy tan enamorado de Ceuta, y es tan
bonito el conocer a todo el mundo e ir a la playa, te da
vida. Y te vas fuera y sin conocer a nadie, pierdes hasta el
habla.
P.- ¿Cuál es la tradición de Ceuta con la que más se
identifica?
R.- Bueno, todas enteras. Yo es que a Ceuta, no le puedo
reprochar nada. Soy caballa y lo siento así, y me gusta todo
de ella.
P.- ¿Cómo es la relación con sus trabajadores?, ¿Puede
ser demasiado afectiva y generar algún contratiempo?
R.- Para mi los trabajadores son una familia. Tengo 50
empleados y no tengo ningún problema con ellos. Me dicen el
tito. Además lo tengo dicho, que cuando tengan un problema
que vengan a mi despacho. Cuando yo veo a una persona un
poco disgustada, le pregunto y le saco, y le damos solución.
Porque si tengo lo que tengo, es gracias a ellos. Los
empleados para mi son la base fundamental y quién los trate
mal se equivoca. Como he sido empleado sé lo que es. Al
empleado hay que tratarlo y pagarle como se merece, evitando
la separación entre empresa y empleado. A mi la palabra don,
que me la eviten pero cuando hay que trabajar, se trabaja.
P.- Pilares básicos para que funcione un negocio.
R.- Los pilares básicos son echarle muchas horas de trabajo,
estar encima del negocio, estar con los empleados, cualquier
problema solventárselo. La base fundamental son los
empleados, su unión. Llegan las Navidades, por ejemplo, y lo
bonito que es, sentarse en una mesa con 50 trabajadores. Yo
soy un enamorado de eso, y se lo digo a mi hijo: esto que
perdure, esto no lo pierdas nunca.
Recuerdos
P.- Díganos, ¿Cómo era Ceuta y qué servicios poseía cuando
usted empezó?, ¿Hubiera triunfado de la msma forma en la
época actual?
R.- Siempre hay que ir mejorando y ha cambiado, pero
bastante. Hoy en día el comerciante tiene más probabilidades
de asentarse. Hay muchos a los que les han ayudado con
créditos y eso. A mi nadie me ha ayudado, sólo mi pueblo y
mi mujer. Yo me tiré muchos años comiendo en mi casa, porque
me daban facilidad para pagar, y no querían que me viesen en
los restaurantes si alguna vez me fuera mal. Y he sido muy
feliz así, con una camisa, humilde y enamorado del trabajo.
Enchaquetado, parezco disfrazado.
P.- ¿Qué recomienda a los jóvenes emprendedores?
R.- Que si son por vocación, porque les guste, es bonito.
Pero si es por establecerse, hay que ser consciente de en lo
que uno se ha metido, de ser responsable, pagando a los
empleados en su momento y no decir que lo que hay en la
caja, es tuyo. El mérito del comerciante no es montar un
negocio, es mantenerlo.
P.- ¿Con qué se queda de estos años de trayectoria?,
¿Cree que con esta medalla le queda algo más por hacer o
piensa retirarse?
R.- Eso fue lo primero que me dijeron al anunciarme lo de la
medalla y contesté que no me retiro, que yo a las seis y
media me levanto todos los días. Desayuno, hago ejercicio y
a las ocho en punto hace más de cuarenta años, estoy en la
puerta del banco. Tengo mi ruta apuntada en una libreta de
lo que tengo que hacer al día siguiente, y no me retiro tan
fácil, todavía no.
“Hay que subir la cuesta”
P.- ¿Algún momento que recuerde con un cariño especial a lo
largo de su trayectoria como empresario?
R.- Momento especial ahora, que soy muy feliz con lo que
tengo, muy feliz con mi familia. Soy tan feliz que hay veces
que me da miedo ser tan feliz. Yo voy a San Antonio y no sé
que pedir, porque me lo ha dado todo. Y ser enamorado de mi
tierra y mi trabajo, eso por supuesto. Además, hay crisis,
pero yo no me conformo. Tu tienes que ir a la montaña, la
montaña no puede venir a ti, eso está muy claro. Cuando hay
crisis, es cuando hay que luchar, cuando hay que subir la
cuesta.
P.- ¿Ha echado en falta, en una vida dedicada plenamente
al trabajo, ese espacio dedicado al ámbito familiar y
social?
R.- Sí que es verdad. Tengo 77 años y cuando he estado
empleado en Rivera, me daban el dinero y no me iba de
vacaciones. Cuando mis hijos tenían problemas, era mi mujer
la que iba con ellos al médico y yo, al pie del negocio. No
podía ir. Entonces siempre les digo a mis hijos que miren
por el negocio, pero que disfruten. Siempre les aconsejo que
viajen porque si no disfrutan, no merece la pena trabajar
tanto. Yo he viajado y he disfrutado mucho trabajando, pero
claro, quiero que lo hagan ellos, porque trabajar, trabajar,
tampoco es eso. Pero que nadie me critique porque yo soy
feliz en mi trabajo y disfruto echando horas en él.
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