Era mayo del 2011, en plena campaña de las últimas
elecciones autonómicas, cuando desde Caballas se denunciaba
que “La consejera de Medio Ambiente [Urbaser], y portavoz
del Ejecutivo ceutí además de coordinadora de campaña de los
Populares, Yolanda Bel, se presentaba en la Estación del
Ferrocarril con una furgoneta de la Administración atestada
de bolsas del partido”. Además se añadía a la denuncia que
el candidato del PP a la Presidencia de la Ciudad, Juan
Vivas, llevaba al asesor de Prensa del Gobierno a su primer
evento partidista”. Unos días después tanto Aróstegui como
Alí también acusaban a Vivas de que había “mentido” en su
declaración de bienes .
Después, una vez resuelta la representación política de los
ceutíes en la Asamblea vino la inagotable “dialéctica” de
quien es funcionario docente del Ministerio de Educación,
secretario general de CCOO, representante de la
administración educativa en su instituto, presidente de la
junta de personal docente, además de líder y portavoz de la
opción democrática ‘Caballas’, que navegaba en función de
los habituales vientos de baja intensidad que fluyen por la
asamblea ceutí en sus sesiones plenarias.
Esa placidez dialéctica se rompe cuando un vendaval con
nombre de ‘Urbaser’ irrumpe en la política ceutí de la mano
del PSOE. Como todo lo desconocido no es de extrañar que la
culpa de semejante temporal cause temor y con el temor se
acuse al dios Eolo de haber sido manipulado.
El PSOE es historia de España con muchos aciertos y errores
y con su ideología programática se podrá estar de acuerdo, o
no. Pero cien años les contemplan. Desgraciadamente Caballas
no creo que llegue a tantos para ver lo que se siente
cuando, una vez cumplida tu trayectoria de un siglo
convulso, un político que estrena siglas te dice que eres un
“tonto útil” cuando denuncias un posible caso de mala
gestión económica.
Juan Luis Aróstegui debería ser condenado por Dorian Gray a
vivir políticamente ese siglo para que un partido localista
tildase de ‘Arostigada’ una denuncia suya ejercida
democráticamente.
Está claro que hay niveles bajos de navegación y vientos
suaves con rumbos definidos por los que una casta política
de baja intensidad navega plácidamente. Navegar plácidamente
es dejar que las corrientes y los vientos te lleven mientras
llenas de palabras grandilocuentes la cubierta del barquito.
Pero el miedo sale a relucir cuando el vendaval amenaza con
sacarte de tu plácida ruta y, quizás, te estrelle contra un
acantilado. Una pena que quienes se metieron contra la
furgoneta de la Administración “atestada de bolsas del
partido (PP)” guarden un insultante silencio a la hora de
exigir que se investigue toda una flota de vehículos de
Urbaser en una amortización presuntamente irregular.
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