Vienen y van, se marchan y se quedan, viven o sobreviven con
un motor sobre cuatro ruedas y cajas y cajas repletas de
símbolos que despiertan sonrisas y alegría.
De rincones muy diversos, desde Marruecos hasta Perú pasando
por Madrid y otros enclaves de la península, los
comerciantes ambulantes han llegado a la ciudad autónoma con
una amplia gama de colores y artículos para todos los gustos
y edades con el deseo de agradar a la ciudadanía y buscar
esa “limosna” que de otra forma algunos no podrían obtener.
Y aquí se quedan unos días bajo los deslumbrantes rayos de
sol y la brisa marinera que sopla con aires africanos y a
veces no suelen agradar. Pero ahí están desde que despiertan
las fuertes temperaturas de verano hasta que la luna se
esconde y el cielo se convierte en un fotografía digna de
enmarcar.
Sólo cruzar el inmenso mar les supone más de mil euros y su
estancia en el paseo de La Marina dobla sus esfuerzos
económicos que esperan, al menor, recuperar y alcanzar la
palabra beneficio. Para muchos es una forma de vida nómada,
sin ataduras, sin explicaciones, sin contratos humanos y con
espíritu libre, de ahí que sus enseres procedan de la
materia prima y la elaboración artesana con pinceladas de
brillo y originalidad. Sin embargo para otros, el ciclo de
la vida les juega una mala pasada y se conforman con lo poco
que reciben. Es el caso de Eulalia Apaza, que ofrece en su
carpa distintivos de su país, Perú, y que soporta estas
condiciones por no tener la edad estipulada para encontrar
un puesto de trabajo. “Nos cobran por el toldo y por el
suelo; cada año incrementan el coste y pagamos por estar
aquí, para ofrecerlos a los ceutíes artículos de su gusto.
Sin embargo, no nos compensan esta oferta ya que estamos sin
servicios públicos, sin duchas, sin agua, y durmiendo en el
suelo, en cartones y mantas o en colchonetas. Y lo cierto es
que en otros lugares de la península nos ponen medios para
que, por lo menos, estemos más cómodos y tengamos calidad de
vida ya que tampoco creo que se compense aunque habrá que
esperar al final de la feria”, comentaba la comerciante.
Zapatos, relojes, pulseras, abanicos, camisetas, sedas y
brillos son algunos de los muchos productos que estos
comerciantes ambulantes han querido ofrecer a los ceutíes en
estas Fiestas Patronales; algunos de ventas al por mayor
otros de elaboración propia pero la esperanza que los
envuelve es que los transeúntes no escatimen a la hora de
darse un capricho. “Hemos estado en otras ferias y la verdad
es que la crisis no se ha notado mucho, sólo un poco, porque
además estas cosas valen poco. No tenemos mucho beneficio
porque son más los gastos para venir y peor las condiciones
en las que estamos, tirados en el suelo para dormir debajo
de las mesas. No nos compensa pero no encontramos trabajo,
dónde está si todo el mundo está parado. Lo único que
pedimos es que si nosotros pagamos al Ayuntamiento, pues nos
ofrezcan un baño porque hacemos nuestras necesidades en la
calle”, argumentaba el vendedor Jalal Ouarrk.
Y es que no es oro todo lo que parece y el querer o el poder
casi nunca van de la mano salvo que, de manera individual,
nosotros lo elijamos. “Lo que más me reconforta de esto es
que yo soy el empresario, el que decide dónde ir y cómo, sin
que me den órdenes y sin darlas, sin contratos y sin
depender. Todo eso es lo que me compensa el estar sin
techo”, confesaba Christian Ceballos.
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