Durante la jornada de ayer, las familias acogidas en el
polideportivo Campoamor vivieron duros momentos, que unidos
a la pérdida de sus hogares, ocasionaron que en algunos
instantes se perdiese la compostura. Todos solicitaban un
techo, una vivienda digna que año tras año no se derrumbe
cuando los temporales asolan a la ciudad autónoma. Como
medida de urgencia ante la catástrofe, varias personas
buscaron cobijo en los hogares de sus familiares más
cercanos aunque 11 familias fueron trasladadas a 3 pensiones
del centro de Ceuta. Otras tantas, regresaron a sus
viviendas bajo mínimas condiciones de habitabilidad.
”Se me ha inundado la casa, como todos los años. Ha entrado
agua por las ventanas, por las puertas, las paredes. Lo
cierto es que hemos estado mejor atendidos aquí que en mi
propia casa y prefiero quedarme. No sabemos qué van a hacer
con nosotros porque el año pasado me llevaron a una pensión
prometiéndome un piso, pero yo de aquí no me muevo porque me
da pánico volver a mi vivienda”. Estas fueron las palabras
de Yamila Mohamed Abdeselam, sobre las dos de la tarde de
ayer, mientras daba de comer a su pequeño de un año,
desconociendo que horas más tarde abandonaría el
polideportivo Campoamor, convertido estos días en punto de
alojamiento.
Todas las familias fueron trasladadas, a lo largo de la
jornada de ayer, a diferentes emplazamientos de la ciudad,
ya que por el momento, varias se encuentran sin hogar, sin
techo, como en años anteriores cuando los fuertes vientos y
las intensas lluvias destrozaban las viviendas en las que
había sido ubicadas con anterioridad. Lo que incitó que en
más de una ocasión los nervios y la tensión provocaran los
enfados de varios afectados. “Yo por mí duermo en la calle
pero mis hijos no. Nos tenemos que buscar la vida y
alojarnos con algún familiar y encima pasar la vergüenza
delante de cámaras de toda España, para que al final nos
echen de aquí”, explicaron las mujeres de las zonas del
Recinto, la Almadraba, Miramar, Chorrillo o El Príncipe.
Mientras madres como Jolud Mohamed, Yamila Mohamed, Turía
Adsa, Naimu Dries, manifestaban su enojo mirando por la
situación que asolaba a sus maridos e hijos, los pequeños,
inocentes y desconociendo los contratiempos, disfrutaban de
los días de juego, saltando en los colchones que actuaron
como camas hinchables para que los menores pasaran las
largas horas de espera hasta saber que a las siete de la
tarde serían desplazados a otro lugar, bien una pensión, un
hostal, la casa de un familiar o a la propia vivienda de la
que salieron huyendo por las catatróficas lluvias.
Aunque para muchas, el temporal ha sido la gota que ha
colmado un vaso que ya se encontraba repleto. “Lo he perdido
todo, incluso los muebles. Tengo 3 hijos, estoy en paro y he
sido maltratada y abandonada por mi pareja. Llevo 10 años
esperando una vivienda digna, en condiciones, y siempre me
repiten que en la próxima promoción. No hemos sido los
únicos; todo el barrio fue desalojado”, explicó Hafza
Mohamed. Aunque el panorama pueda parecer desolador, de las
82 personas que se alojaban en el Campoamor, 36 fueron
trasladadas a tres pensiones del centro.
El resto, regresaron a sus viviendas bajo mínimas
condiciones de habitabilidad.
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