La habitual perspectiva pragmática de Muhammad Yunus
contrastó, ayer, con sus palabras de emoción al recibir el
Premio Convivencia. Después de treinta años al pie del cañón
de la desigualdad social, admitió que, a pesar de las
evidentes dificultades, “sueña con un día en que la pobreza
esté sólo en los museos porque pertenezca al pasado”. De
esta forma, los niños del futuro visitarán los históricos
edificios y, a la vuelta a casa, “regañarán” a sus padres
por haber permitido tal injusticia entre los seres humanos.
Así, el ‘banquero de los pobres’ ofreció una mirada a un
mañana en el que poder decir “adiós a la pobreza”. Mientras
tanto, el galardón le servirá para “construir un mundo en el
que trabajar todos juntos y permitir “mirar en su interior”
a la población mundial.
A lo largo de su discurso, Yunus hizo especial hincapié en
el papel transformador de las mujeres, a pesar de que los
bancos “no suelan darles préstamos”. En este sentido,
lamentó que “nadie se atreva” a poner el dinero suficiente
para sacar a los pobres de su dramática situación. Y es que,
“los pobres continúan siendo pobres y la sociedad les
margina porque se les considera personas vagas y sin
formación”. A lo que añadió, “es necesario hacer un esfuerzo
para facilitarles el primer euro”. Esta exigencia general
tiene su base en el éxito de su labor a través del Banco
Grameen. “Yo lo intenté y, afortunadamente, funcionó”,
expuso con el ejemplo de la coherencia.
Bangladesh
“Hace treinta años, en mi país, las mujeres no iban solas
por la calle, ni tampoco aceptaban los préstamos porque no
se atrevían, decían que se lo diese a sus maridos”.
Gradualmente, el “miedo inicial” fue desapareciendo y, hoy,
prevalecen sobre los hombres en su proyecto. Poco a poco,
Bangladesh se está convirtiendo en un país de actitudes
independientes y prosperas.
“Ni en mis sueños más insospechados, imaginé que llegaría a
ser banquero, empecé a hacer algo de lo que no sabía nada.
Hoy, miro atrás y sé que fue por una buena razón”.
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