El cuerpo facultativo de la prisión tiene muy claro su
cometido. “La Administración penitenciaria se centra en
velar por la vida, integridad y salud de las personas
privadas de libertad, por lo que todos nuestros esfuerzos se
encaminan a incorporar los métodos preventivos y
asistenciales que hagan cumplir los mandatos legales, en
colaboración con los recursos de la comunidad, como
instrumento fundamental en las tareas de inserción”, apunta
rotundo el doctor Ahmadieh Jurdi.
El médico continúa recordando que los reclusos se convierten
a menudo en “personas condenadas a la invisibilidad social,
con un perfil marcado por la exclusión social y la falta de
oportunidades para romper el círculo de marginación en que
se ven envueltos”.
Por ello, desde la prisión se despliega toda una red de
trabajo en colaboración con entidades tan variopintas como
el Centro Provincial de Drogodependencias, Cruz Roja
Juventud, la Casa de la Juventud, el Centro Asesor de la
Mujer (el 10 por ciento de las personas reclusas son
mujeres) o asociaciones como El Rumor, especializada en la
prevención y tratamiento del VIH.
Fruto de esta red de colaboraciones se han podido poner en
marcha iniciativas como el curso de formación de mediadores
de salud, que coordina la asociación El Rumor, así como
talleres de yoga, ajedrez o prevención de actitudes
violentas, por citar unos pocos.
La reinserción requiere de un esfuerzo ímprobo con personas
que a menudo arrastran graves problemas de desestructuración
familiar, consumo de drogas o medio desfavorable que
provocan muy a menudo graves trastornos de la conducta.
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