Los hermanos de la cofradía de las Penas lo tienen muy
claro, todo el dinero que obtengan se destinará para el
bordado de oro del paso de palio de las Penas, una de las
dos imágenes (la otra es la Humildad y Paciencia) de esta
entidad que procesiona desde la iglesia de San Francisco.
Todos los días, un grupo de siete u ocho cocineros de la
hermandad elaboran la comida. De entre todos los platos, los
más solicitados son los pinchitos de ternera y pollo, las
croquetas caseras, la presa y el pulpo, tanto con mayonesa
como a la gallega.
El ambiente de esta caseta cofrade está siendo muy familiar,
aunque siempre se acercan vecinos de la ciudad, que
comparten un rato con los más de 920 hermanos. Un tablao, en
el centro de esta caseta de dos módulos, sirve para que los
más pequeños bailen al ritmo de las sevillanas. Jorge Pérez,
uno de los integrantes de la junta de Gobierno, dice que no
se ha notado la crisis y valora positivamente el
emplazamiento de esta caseta de dos módulos, situada cerca
de la portada. “Hay clientela desde primera hora. Nos va
bien con la comida y las copas”.
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