Una mujer que era autónoma, tras fallecer su marido,
inversor de las Preferentes, solicita recuperar su dinero, a
lo que la entidad se niega. Ella en la creencia de que tenía
un plazo fijo que en 24 horas lo podía obtener, se ve
obligada por la entidad bancaria a suscribir un préstamo
para afrontar un gasto de 20.000 euros, para sufragar la
enfermedad de su extinto esposo y los gastos del funeral.
Como no tiene dinero, tampoco puede afrontar las cuotas del
préstamos que le ha otorgado la entidad en donde depositó
las participaciones Preferentes, donde había invertido
140.000 euros.
La entidad bancaria, sin escrúpulos, demandan a esta viuda
“atrapada” en las Preferentes, por impago del préstamos que
le habían obligado a suscribir al no devolverle su dinero y
necesitarlo de manera imperiosa, y ahora resulta que le han
embargado la pensión de viudedad. ¿Cabe mayor desfachatez y
desprotección de los ciudadanos ante las entidades
bancarias? Una rocambolesca historia, sin escrúpulos, ni
ética, ni consideración a la situación personal.
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