La libertad horaria, lejos de ser un perjuicio, para el
presidente de la CECE, Rafael Montero Ávalos, supone una
oportunidad de adaptar el horario a cuando hay más demanda
por parte de los consumidores. Para Montero Ávalos esta
cuestión “es una guerra de hace muchos años” y el futuro es
una libertad comercial absoluta, como ya ocurre en Madrid.
No obstante, el presidente de la CECE puntualiza que eso no
quiere que se abra todos los días.
“Muchas veces se cree que, si se liberaliza el horario, el
empresario esclavizará al trabajador y no se trata de eso”,
asegura para añadir: “El empleado va a seguir trabajando sus
35, 37 ó 40 horas, dependiendo de su contrato y lo único que
variará serán sus días de descanso durante la semana”. “Lo
que se pretende -explica Montero Ávalos-, es tener libertad
horaria porque a lo mejor al empresario le interesa abrir de
seis a diez en lugar de cuatro a ocho o en función de la
época adaptar la jornada”.
En definitiva, para el presidente de la CECE, liberalizar
horario significa adaptar el horario. “Si tenemos una ciudad
turística y queremos dar la imagen de ciudad abierta,
tendremos que abrir los domingos”, añade Montero Ávalos, que
puntualiza que este hecho no significa tampoco que el
trabajador tenga que estar los siete días de la semana, sino
que el empresario puede tener una plantilla específica para
abrir el fin de semana o cerrar otros días. Además, la
liberalización horario permitirá atender la llegada de
cruceros o buques rusos durante días en los que la ciudad
está cerrada.
Para Montero Ávalos, el pequeño comercio, en ocasiones,
tiene mayor facilidad para adaptarse a eso. “Se pueden
variar turnos o mover horarios de forma muy fácil que en una
tienda de cadena nacional”, señala y se muestra convencido
de que esta práctica lleva años ejerciéndose en el pequeño
comercio.
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