La concesionaria del servicio de autobuses, Hadú-Almadraba,
ha registrado un “récord” en cuanto a los actos vandálicos
en 2012. En total ha tenido que reponer 37 lunas rotas por
apedreamientos, cuando el máximo que se había dado otros
años era de unas 18. Esto representa no sólo un coste
económico difícil de afrontar en la situación actual, sino
también un peligro para la integridad física de pasajeros y
conductores y para la seguridad del tráfico. Los
responsables de la empresa creen que no hay “voluntad” de
atajar el problema.
La empresa concesionaria del servicio público de transporte
de viajeros en autobús, Hadú-Almadraba, se encuentra en una
situación difícil, pues a la crisis económica generalizada
suma el hecho de que en 2012 sus vehículos han registrado
una cifra “récord” de actos vandálicos. El gerente de la
compañía, José María Cuéllar señala que en los 40 años que
lleva trabajando en la empresa no había visto algo parecido
a lo de este año. Aunque admite que los apedreamientos a
autobuses no son algo nuevo, en años anteriores la cifra más
alta de lunas rotas rondó las 18, y en 2012 han sido 37.
Sin “voluntad” de atajarlo
Cuéllar asegura no tener explicación de este caumento del
vandalismo, aunque lo que sí tiene claro es que las
autoridades no tienen “voluntad” de atajarlo. El gerente de
Hadú-Almadraba lamenta que cuando se ha dado la información
acerca de los lugares, muy concretos, en los que se producen
los ataques a los vehículos, la Policía Local acude durante
unos días y luego “desparacece”.
“Lo dramático de todo esto es que cuando el personal viene a
trabajar hoy en día, con las circunstancias que estamos
viviendo, lo pasan mal, pensando qué se van a encontrar en
el transcurso de sus ocho horas de jornada laboral”,
manifiesta Cuéllar. El directivo de la concesionaria
advierte de que, de seguir así las cosas, quizá un día haya
que lamentar una “desgracia”, algo que puede suceder en caso
de impactar una piedra contra un pasajero o el conductor,
que además podría perder el control del vehículo si esto
llegara a ocurrir.
En una de las últimas líneas afectadas, la de Plaza de la
Constitución-Juan Carlos I, que es la número 6, trabajan un
total de diez conductores, cinco en el turno de mañana y
otros tantos en el de la tarde, que es el más problemático.
“Los actos vandálicos normalmente son por la tarde y cuando
el sol desaparece”, señala el responsable de los autobuses
urbanos.
No obstante, estos peligrosos ataques no se han registrado
sólo en este punto de la ciudad, la parte baja de Juan
Carlos I. La empresa tiene perfectamente localizados cada
uno de estos lugares conflictivos, de los que ha informado a
las autoridades competentes, afirma Cuéllar.
Este año la “gran sorpresa” se la llevaron en Benzú, donde
“jamás en la vida había pasado algo”. Al autobús que cubre
la línea le rompieron dos lunas en la barriada, pero “parece
ser que los críos estaban localizados e intervinieron sus
padres y la situación se normalizó”.
Otras zonas donde los conductores trabajan con preocupación,
dados algunos antecedentes de este tipo de actos, son las
inmediaciones del colegio Reina Sofía, en Príncipe Alfonso,
donde hay una parada en la que se ha apedreado en alguna
ocasión a los autobuses. Los apedreamientos se han dado
también en la avenida Reyes Católicos, la Almadraba o la
frontera del Tarajal, en “infinidad de sitios pero siempre
en zonas periféricas”, concluye Cuéllar.
Aunque desde la empresa se ofrecen informes detallados cada
vez que ocurren estos hechos, Cuéllar lamenta que la Policía
Local “se ofrece a custodiar” a los autobuses en esas zonas
conflictivas durante unos días y luego, “desaparece”, con lo
que los conductores y, con ellos, los pasajeros, se quedan
de nuevo “solos ante el peligro” frente a estas actuaciones,
por lo que ya están “cansados”. Y esto, advierte, a pesar de
que muchas veces, a los autores de las pedradas, que suelen
ser menores de edad “les conocen sus vecinos”. Cuéllar
lamenta mucho lo “mal” que lo pasan algunos representantes
vecinales, como la presidenta de Juan Carlos I, pero
considera que hay vecinos que prefieren quedarse sin autobús
“antes que denunciar a los vándalos”.
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Entre 70.000 y 80.000 euros este año en cristales rotos
En cuanto a las consecuencias
económicas que para la concesionaria del servicio de
transporte colectivo tienen los actos vandálicos de los que
es objeto de forma reiterada, Cuéllar afirma que son muy
difíciles de afrontar en estos tiempos de crisis. Sólo en la
reparación de cristales, este año han desembolsado entre
70.000 y 80.000 euros, puesto que cada luna cuesta, según
sea de la parte trasera o delantera, 1.800 o 2.300 euros. El
autobús que fue atacado el pasado día 16 en Juan Carlos I
era el más moderno de la flota, fue adquirido este año junto
a otro de las mismas características con un coste de 227.000
euros por unidad, lo que supone un esfuerzo pues “la crisis
también nos afecta, como en la península”.
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