El Cristo de la Encrucijada y la Virgen de las Lágrimas se
‘encontraron’ en el barrio de Hadú entre aplausos y muestras
de devoción popular, mientras que el reconocido cofrade y ex
hermano mayor de la Hermandad, Pedro Mariscal Rojas, leyó un
pregón emotivo que era el preludio de una magnífica Estación
de Penitencia.
Pasaban unos minutos de las 18.30 horas cuando la Cruz de
Guía de la Cofradía de la Encrucijada se ubicaba bajo el
dintel de la puerta lateral de la Iglesia de San José,
anunciando que la Hermandad iniciaba su Estación de
Penitencia con la elegancia y seriedad que le caracteriza y
desafiando a la meteorología, que ayer mantuvo el corazón de
todos los ceutíes en un puño durante varias horas.
El paso del Santísimo Cristo de la Encrucijada avanzaba
lento por el callejón Sousa Rodríguez pasadas las siete de
la tarde. Acababa de salir por un lateral de la iglesia de
San José. Cientos de vecinos esperaban agolpados en las
aceras y ventanas para contemplar el tradicional encuentro
entre el Cristo de la Encrucijada y la Virgen de las
Lágrimas en la barriada de Hadú. Los turistas y los niños se
preguntaban por los penitentes y los setenta pares de pies
que se adivinaban debajo de las imágenes, que recorrían la
barriada al ritmo de tambores y cornetas.
Los vecinos del barrio de Hadú y ceutíes en general
esperaban desde las seis de la tarde para ‘coger’ un buen
sitio y ver de cerca las dos imágenes, y escuchar el pregón,
que en esta edición corrió a cargo de Pedro Mariscal Rojas,
que realizó un discurso emotivo y cargado de recuerdos
propios y ajenos que durante su historia ha ofrecido la
Cofradía del Santísimo Cristo de la Encrucijada y María
Santísima de Las Lágrimas.
La imagen del crucificado, después de despedirse de la
barriada, siguió camino hacia la carrera oficial, escoltado
por miembros de la Benemérita; no en vano el Cristo de la
Encrucijada es el “Cristo de la Guardia Civil”, según apuntó
Francisco Ramos.
El Cristo de la Encrucijada es la única imagen de la Semana
Santa tallada en Ceuta, a mediados del siglo pasado. Lo
hicieron las manos del escultor catalán Modesto Gené Roig,
que también esculpieron a la Virgen de las Lágrimas, aunque
esta imagen se realizó en Reus, ciudad natal de Gené. El
origen de la cofradía se remonta a un incidente
protagonizado por el padre Huelin que, después de organizar
el Vía Crucis, instó a los vecinos a pisar la talla del
Cristo; estos salieron a la calle y se postraron
arrepentidos, fraguándose en ese mismo instante la creación
de esta Cofradía.
Cuando parecía que las nubes habían pasado y el cielo iba a
respetar a las hermandades, nuevamente la lluvia hizo acto
de presencia, provocando que la hermandad de la Encrucijada,
cuando el Cristo se encontraba a la altura de la plaza de
Medinaceli y la imagen de la Virgen por la barriada de
Manzanera, se viera obligada a dar media vuelta y afrontar,
la siempre exigente cuesta de Otero, a un ritmo intensísimo
con el fin de evitar daños.
Finalmente, una vez en San José, las lágrimas no tardaron en
aflorar y resbalar por las mejillas de los cofrades que
vieron cómo sus titulares debían regresar a su Templo antes
de lo previsto sin haber realizado su paso por Carrera
Oficial y su Estación de Penitencia en la Santa Iglesia
Catedral. Pese a todo en los corazones de los hermanos de la
Encrucijada habrá quedado grabado el emotivo encuentro
realizado ante cientos de ceutíes en su barriada de Hadú.
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