A pesar de encontrarse las calles prácticamente vacías
durante el día de ayer por la celebración de la tradicional
fiesta de La mochila, se pudo ver alguna que otra persona
por el centro de la ciudad. Motivos como el trabajo, los
hijos o no ser un día con el que se sientan identificados,
fueron algunas de las causas por las que no subieron muchos
al monte.
A pesar de las miles de personas que acudieron ayer a la
tradicional celebración de La mochila en los montes de Ceuta
y de encontrarse las calles prácticamente desiertas, se
pudieron observar algunos grupos de personas que no
acudieron a la montaña.
Motivos como que no se sienten identificados con la
tradición de ir al monte con una mochila a pasar el día, por
trabajo, o porque lo celebran paralelamente en otro lugar,
son algunas de las causas por las que algunos ceutíes no se
han unido a los miles de mochileros que se encontraban entre
el monte Hacho, García Aldave o en la Playa de Benítez. Por
ejemplo, María Lloret y su cuñada Mercedes Hernando han
celebrado el Día de Todos los Santos en el patio de la casa
de uno de sus familiares, “Hemos hecho nuestra particular
mochila en la casa de un familiar, solemos hacerlo así
porque es más cómodo que trasladarnos al monte, y al fin y
al cabo estamos todos juntos que es de lo que se trata”,
comentaban las cuñadas.
El caso de Javier Guzmán e Inmaculada García es distinto, es
el primer año que no suben a la montaña porque son padres
desde hace tan sólo dos meses y este hecho les ha impedido
pasar el día entre amigos. “Todos los años hemos subido,
pero este nos resulta imposible”, explicaba Javier Guzmán
que además es bombero y normalmente ha trabajado en el
dispositivo para la seguridad de los mochileros.
La situación de María José Padilla es distinta, no es nativa
de Ceuta, aunque vive en la ciudad desde hace dieciséis
años, pero como ella explicaba “nunca me he sentido
identificada con esta fiesta, de hecho siempre me he ido a
la península, pero este año con el temporal que hemos tenido
no he podido”.
A las hermanas Prieto, Vicenta y María Ángeles se les veía
charlando tranquilamente por la calle y comentaban el placer
de poder pasear sin bullicio y “mirar los escaparates”.
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