La aparición de Canarias en la historia, como la de Ceuta”,
se remonta el Cronista Oficial de la Ciudad, José Luis Gómez
Barceló, “se produce mediante los relatos mitológicos. Si
Ceuta es, para autores como Plinio, Mela o Ptolomeo, una de
las columnas de Hércules que marcan el fin del mundo
conocido, también Canarias figura en muchos de ellos como
los Campos Elíseos, las Islas Afortunadas o el Jardín de las
Hespérides”. “Es curioso”, amplía, “que son muchos los que
consideran como la primera alusión histórica a las Canarias
la que hace Plinio el Viejo al referirse a la expedición
realizada por Juba II, el monarca mauritano cuyas monedas
son de los hallazgos numismáticos más antiguos de nuestra
ciudad, a las Canarias””.
Salvo las teorías de su poblamiento con gentes de Africa
traídas por fenicios y romanos, Canarias desaparece de las
fuentes antiguas y medievales, desarrollando una cultura
propia, que no se verá afectada por elementos posteriores
hasta la baja edad media.
En el siglo XIV el archipiélago fue una base necesaria para
las rutas colombinas que se inician en 1492: Colón tocó, a
la ida o a la vuelta, en sus cuatro viajes las Canarias y al
día siguiente de tomar tierra, el 13 de octubre de 1492, el
mismo descubridor nos cuenta como vio dar 16 ovillos de
algodón por tres ceotís portugueses, equivalentes a una
blanca de Castilla, es decir moneda de poco valor, pero para
nosotros entrañable, pues son nuestros ceitiles, las piezas
que mandara acuñar la Casa de Avis conmemorando la conquista
de Ceuta en 1415.
No acaban aquí los puentes colombinos entre Ceuta y
Canarias, pues en su tercer viaje, el que tuvo lugar en
1502, cuando salía de Cádiz hacia Canarias, un fuerte
temporal le impidió continuar, llevando hasta la flota una
embarcación que le dio la noticia del peligro que corría
Arcila, amenazada por tropas árabes. “Colón, explica
Barceló, “se dispuso a socorrer a la población lusitana y no
se sabe si por el socorro previo que había dispensado la
flota ceutí, que llegó antes, o por la impresión causada por
la flota colombina, lo cierto es que todo fue suficiente
para poner en fuga a los atacantes.
Portugueses y castellanos también tendrán a Ceuta y a
Canarias en muchos de sus itinerarios y fueron muchos los
militares que fueron por estas rutas de Ceuta a Canarias y
de allí a América, y viceversa, como también lo hicieron
funcionarios, aventureros, confinados y religiosos como el
jesuita ceutí Manuel Pacheco. Un siglo más tarde, un
canario, el padre Manuel de Lugo, vendría hasta Ceuta para
realizar una de las más grandes redenciones que se
recuerdan, y que trajo de vuelta a España a un millar de
cautivos que quedaron en poder de Muley Ismaíl en la caída
de Larache.
Un siglo difícil
El siglo XVII fue difícil tanto para Ceuta como para
Canarias. La primera, porque tuvo que tomar la decisión más
importante de su historia: La de permanecer fiel a Felipe IV
cuando el Duque de Braganza se sublevó en Portugal,
solicitando la incorporación a la Corona de Castilla, que
tardaría en llegar 28 años, al reconocerse en el Tratado de
Paz y Amistad entre España y Portugal en 1668. Esto produjo
la entrada en una nueva situación legal e institucional.
Canarias, por su parte ya lo venía haciendo desde su
incorporación a Castilla, aunque pujando por conseguir un
estatus adecuado, siempre con muchísimo esfuerzo.
Otra conexión similar en cuanto a lucha por conseguir
instituciones se dará, según los estudios de Barceló, en el
siglo XIX, cuando tras quedar vacantes las Sedes Episcopales
de Ceuta y Tenerife ambas sufrieron “un largo peregrinar
entre Vicarios Capitulares y Gobernadores eclesiásticos”.
“También en el siglo XVIII nos vimos unidos en muchas
aventuras: en 1767 se firmó el tratado de Paz y Comercio de
Marrakech en el cual, además de tratarse los límites de
Ceuta se hablaba de las pesquerías canarias”, recuerda.
En el XIX el tránsito de militares no cesó: hubo familias
como los O’Donnell con casa en Ceuta y en Canarias, donde
por ejemplo nació el Duque de Tetuán, Leopoldo O’Donnell,
concretamente en Tenerife. Fueron también momento de
reivindicación y de lucha por conseguir unos estatus
económicos que compensaran nuestra insularidad y así,
mientras que Ceuta se convirtió en Puerto Franco, Canarias
logró su Régimen Especial. De Ceuta fueron a Canarias
Comandantes Generales como Antonio Ordóñez o Mariano
Rebagliato, y más tarde “ilustres confinados, en su mayor
parte nombres que hoy están en las páginas de los libros de
historia de las repúblicas hispanoamericanas, como padres de
su independencia, pero también otros políticos españoles
como Egmidio Santamaría, diputado a Cortes, escritor y poeta
republicano”.
También llegaron a Ceuta desde el archipiélago ilustres
presos canarios, como José Serán y cuando en 1898 se
pusieron en libertad los prisioneros de Guerra como
consecuencia de la Guerra de Cuba, de Ceuta salieron 15
canarios.
Unidos como territorios francos
“En el siglo XX”, se acerca a nuestros días el Cronista
Oficial ceutí, “nos unieron mucho nuestros regímenes de
puertos francos, las empresas comerciales con sedes en ambas
regiones, como Casa Ros y, naturalmente, los miembros de las
comunidades hindú e israelita, siempre atentos y activos en
los tránsitos comerciales”.
En el último cuarto del siglo XX nos llegó como Comandante
General, desde Canarias, Ricardo Rivas Nadal, y se nos
marchó para despedirse para siempre desde allí nuestro
querido General Rafael Bada Requena, cuyo nombre está unido
a la ciudad por una calle que mira a la que fuera su casa,
la Residencia Otero.
Entre 1990 y 1995, Canarias dejó una parte de sí misma en
Ceuta: lo hizo porque ahí se levantó entonces el último gran
proyecto de un canario universal, César Manrique. El Parque
Marítimo del Mediterráneo, que se concibió como un atractivo
turístico, que sirvió como acicate para enfrentarse a la
restauración del patrimonio amurallado de Ceuta y que hoy es
una de las joyas del ocio de todos los ceutíes.
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