¡Lo logramos!. ¡Somos reyes de Europa y del mundo!. 11 de
julio de 2010, una fecha imposible de olvidar. La selección
española nos ha hecho vibrar y ya tiene una estrella bordada
encima del escudo de su camiseta. Orgullo, satisfacción y
lágrimas después de tantos sacrificios y esfuerzos. La
grandeza del fútbol ha hecho que más de 40 millones de
personas griten, salten, bailen, canten, lloren y vibren al
unísono con vosotros. Simplemente, gracias. Nos habéis hecho
creer que los sueños se pueden cumplir y que no hay nada
imposible. La maldición de cuartos ha desaparecido. Sois
grandes y vuestros nombres pasarán a la historia como tal.
Increíble el gol de Iniesta, ese respeto demostrado al
tristemente fallecido Dani Jarque, habla no sólo de la
calidad futbolística del centrocampista, sino por su calidad
humana. Las lágrimas del ‘santo’, de Iker Casillas, del
mejor portero del mundo, del que levantó la copa de oro al
igual que hace dos años hizo en Austria. ¡Cómo te queremos
Iker!. ¡Cómo te lo mereces!. La nota discordante del
partido, fue que no nos dejaron hacer nuestro mejor fútbol.
Y no merecimos marcar tan tarde, pero la ‘Oranje’, que no
había perdido ni un sólo partido hasta el de ayer ante los
españoles, se pasó los noventa minutos dando patadas a
diestro y siniestro. Lo único que hizo bien el árbitro,
Howard Webb, fue expulsar a Heitinga, demasiado tarde, y
dejar a los holandeses con diez. Pero olvidémonos de Robben,
Sneijder, Van Persie o Van Bommel. Ahora son nuestros
jugadores los que se lo merecen todo. La gloria les espera,
la capital española les espera y todos nosotros estamos
ansiosos por verles triunfantes por las calles de Madrid. De
nuevo gracias por todo y por ser ¡los mejores del mundo!.
Toda España está impaciente por ver esa celebración, por ver
a Pepe Reina con su ‘show’ del camarero en la plaza de
Colón, por ver al ‘Guaje’ Villa y felicitarle como se
merece. Y por todos ellos. Y por los que no lo consiguieron
en otros mundiales: por Zubi, por Raúl, por Antonio Puerta,
por todos aquellos que se quedaron en el camino, por todos
los que están lejos de sus casas pero que han vibrado como
si estuvieran al lado de los suyos y sobre todo por el
¡pulpo Paul!, que pronosticó lo que todos esperábamos. Sólo
cabe decir: ¡Somos los mejores del mundo!.
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