La Asociación Protectora de Animales tiene más de dos
décadas de existencia pero su albergue, hasta las
inundaciones que azotaron la ciudad en septiembre de 2008,
que dejaron muchos perros, literalmente, “con el agua al
cuello”, no disponía más que de unas oxidadas jaulas de dos
por dos metros, comida obtenida de los restos que quedaban
en los acuertelamientos y servidas en ollas, y escasos
controles sanitarios, a excepción de la vacuna antirrábica.
Basándose en el estado ruinoso en que quedaron las
instalaciones tras las referidas inundaciones, lograron la
intervención de la Consejería de Sanidad, cuyo resultado fue
la remodelación del albergue que comenzó en marzo del año
pasado y concluyeron en diciembre.
Sin embargo, todavía se dejan notar algunas importantes
carencias, como el patio con las jaulas de aislamiento para
los animales de nuevo ingreso cuyo comportamiento y estado
sanitario no ha sido todavía verificado. La Protectora
estima que se necesitan entre diez y doce jaulas para este
menester. Mientras tanto, se apañan con un pequeño espacio
habilitado de manera provisional para atender estas
situaciones excepcionales.
La falta de patios de aislamiento también condiciona las
prácticas de la Protectora. Así, su veterinaria, Gabriela
Larrea, asegura que no se tiene costumbre de esterilizar a
las hembras porque, a diferencia de los machos, requieren de
un posoperatorio de al menos una semana. Un periodo donde, a
la fuerza, se ha de mantener al animal en la jaula de
aislamiento para una más estricta observación de su
comportamiento.
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