El trabajo de la Asociación Protectora de Animales dista
mucho de ser siempre gratificante. La entidad debe batirse
continuamente con los propietarios de mascotas que resultan
denunciados por abandonar a sus animales. Apedreamientos,
insultos, son moneda de uso común en el quehacer diario de
la protectora, que reclama un reglamento específico.
La luna delantera de uno de los vehículos de la Asociación
Protectora de Animales aporta una muestra del conflicto que
se está padeciendo con los propietarios de mascotas
denunciados y sancionados por la Ciudad por abandonar a sus
perros y gatos: está completamente fracturada de la última
pedrada.
Hasta 3.000 euros de multa, según la Protectora, se ha
llegado a imponer por abandonar un perro. “Si me los amarran
en la puerta con microchip se puede identificar al dueño y
cursar la correspondiente denuncia. Esto es una lucha
moral”, apunta la veterinaria de la asociación, Gabriela
Larrea.
Sin embargo, la entidad, que desde hace cuatro meses cuenta
con instalaciones completamente remodeladas, piensa que la
ciudad necesita urgentemente un Reglamento de Proteción
Animal que no sólo sancione el abandono de mascotas, sino
también su maltrato o su adiestramiento para el ataque
cuando se trata de animales de compañía.
La entrega de mascotas a la Protectora exige unos
escrupulosos requisitos sanitarios. El animal debe tener al
día todas las vacunas antirrábicas anuales; chip
identificativo; vacuna anual de cuatrivalente (parvovirus,
moquillo, hepatitis, leptospirosis y adenovirus) y tos de
las perreras en el caso de los canes y trivalente (parvirus,
rinotraqueitis y calicivirus) y leucemia en el caso de los
gatos; test negativo de leishmania y erlichia en el supuesto
de los perros y de leucemia e inmunodeficiencia en el caso
de los gatos; desparasitación externa e interna inferior a
cuatro meses y castración.
Los animales que se recogen de la calle, generalmente por
aviso de la Guardia Civil, la Policía o el 112, son
sometidos al mismo proceso antes de su ingreso en el patio
del albergue que la Protectora tiene en la barriada de
Postigo. Allí permanecen 24 horas en observación, valorando
si comen adecuadamente y cuál es su comportamiento con el
resto de animales. “Los perros son muy territoriales, pues
aun castrados conservan muchas hormonas. Por eso en uno de
nuestros patios no tenemos más que dos animales”, continúa
Larrea.
A diferencia de la perrera municipal, la Protectora carece
de potestad directa para tramitar denuncias. Pero hay otras
diferencias de calado en el tratamiento del problema.
“Nosotros no sacrificamos animales a no ser que tengan una
vida muy dolorosa consecuencia de la enfermedad. La
eutanasia es una práctica de último recurso”, prosigue
Larrea. También a diferencia de la perrera, la Protectora no
puede acoger perros de razas consideradas potencialmente
peligrosas.
El problema es que las adopciones tampoco abundan, con
excepción de ciudadanos holandeses en el caso de los perros
y suizos en el caso de los gatos.
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