Me siento muy honrado y agradecido por esta condecoración ya
que, por primera vez, me reconocen por la solidaridad, por
mi humanidad”. Con estas palabras confesaba Manuel Elkin
Patarroyo lo que ha significado para él ser nombrado Premio
Convivencia junto a otras personalidades que por su
contribución a la mejora de la sociedad global, el respeto y
la tolerancia, han ostentado tal galardón. Y lo expresaba
horas antes del solemne acto con tranquilidad y mirada
serena, gesto amable, don de gentes, penetrante, sentado en
el vestíbulo del hotel esperándonos para conversar antes de
que las cámaras acaparasen toda su atención.
”Después de haber vivido tantas cosas en el Amazonas, en
África, habiendo estudiado en tantas partes del mundo, se
aprende a manejar la situación con toda la calma”, reconocía
el científico colombiano, que no dudó en revelarnos la
dedicación y reflexión que durante estos días ha ejercido
para elaborar el discurso que posteriormente ofrecería a los
ceutíes. “Obviamente lo voy a leer y me deja tranquilo saber
que no voy a improvisar nada porque todo está dentro de un
contexto en el que explico cómo fue el proceso de la vacuna,
el hecho de haber donado la patente a la OMS y el porqué lo
hice”, relataba convencido de cada palabra que cifraban sus
labios. Patarroyo no sólo pretendía deleitar al auditorio
con una lección de buenos actos y principios éticos; sus
propias pinceladas personales debían quedar en el relieve
del lienzo. “Busco políticas de índole universal para que,
de esta manera, la gente tenga acceso a los medicamentos sin
costes morbosamente elevados. He tenido tiempo de
reflexionar sobre lo que hemos hecho para obtener y dar una
respuesta a la razón del premio”. A este argumento que traía
desde las tierras colombianas, Patarroyo le añadía firmeza
tras ser testigo de la calidez que envuelve a la sociedad
ceutí; firmeza en sus palabras y en sus gestos afables
cuando le preguntábamos por su percepción, en escasas horas,
de la ciudad autónoma, que tantas veces ha ansiado conocer y
hasta esta fecha, no ha tenido oportunidad de visitar.
“Me ha llamado muchísimo la atención ver a tantas mujeres
musulmanas en la calles, algunas hindúes aunque no tantas. Y
ello implica una convivencia muy natural que discutíamos
durante la comida porque no debe existir ninguna separación.
Es una convicción que tengo, el que todos los seres humanos
no somos idénticos pero sí iguales ya que no hay razones
para diferenciarnos por color, religión, lengua, frontera o
posición”. Y defendía su tesis narrándonos su experiencias
por Venezuela o Ecuador, vacunando a “blancos, negros,
mestizos o musulmanes”.
La frescura de su rostro, de color rosado similar al de su
corbata atada al cuello, revela el perfil humanista de
Patarroyo, aptitud que el Jurado en su día valoró para
otorgarle este reconocimiento. Y situándolo en dicha
posición, en la de unir criterios para evaluar la
trayectoria de un futuro Premio Convivencia, el investigador
pliega sus cejas abarcando grandes dudas que se solventan en
dos instantes. “Louis Pasteur, al que menciono en el
discurso. En esencia, lo único que he querido es seguir los
pasos de este gigante de la vacuna de la rabia y que jamás
vendió. Sólo la producía en su instituto para quien la
necesitara, para todo el mundo; y sentó las bases para el
desarrollo de las vacunas. Para mí es un fuera de serie, un
genio tanto desde el punto de vista científico como humano”.
Pese a contestar con rotundidad, Patarroyo comienza a
titubear y añade: “Antes de que desaparezca, propondría al
Premio Convivencia a Nelson Mandela porque consiguió que la
barrera del ‘apartheid’ de Sudáfrica se aboliera, alcanzando
el que hoy en día haya personas que hayan aceptado eso, que
no crean que existe una superioridad del blanco sobre el
negro. Nelson Mandela es, de sobra, merecedor del Premio
Convivencia, por encima de mí y de muchos otros”,
reafirmaba. El nombre de Manuel Elkin Patarroyo, en un
paréntesis temporal no muy extenso, pasará a formar parte de
esas lecciones de Historia que recuerdan los libros de
texto. ¿Biología, química o ética?, ¿dónde le gustaría
figurar?, le consultábamos. “Preferiría algo así como
alguien que se dedicó a resolver problemas universales para
el bienestar de sus semejantes, sumatoria de los dos
factores por los que me están preguntando”. Una respuesta
que no sólo sorprendería al futuro lector, también a
nosotros por entrevistas anteriores en las que dichas
palabras se convirtieron en titulares de la portada de EL
PUEBLO DE CEUTA.
Antes de despedirnos con un hasta luego, quisimos finalizar
nuestra corta pero intensa conversación con un interrogante
más. ¿Qué legado le gustaría que heredase la humanidad?. “La
solución de los problemas. Tengo un proyecto de vida:
encontrar la solución a las enfermedades infecciosas para
dejar como legado la manera lógica de hacer cualquier y
todas las vacunas. Desde el punto de vista físico y químico,
el problema ya está casi resuelto, nos quedan las
matemáticas”, avalaba el científico colombiano.
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”Es la primera vez que se me reconoce por la solidaridad y
promover la convivencia”
Ha recibido más de una veintena de
galardones procedentes de España, toda la Unión Europea y,
en general, de diversos lugares del mundo. Pero Patarroyo se
sentía doblemente satisfecho por esta condecoración ceutí ya
que “es la primera vez que se me reconoce por la solidaridad
y promover la convivencia. Por encima del componente
científico, se está premiando el humanístico, y eso algo que
los ceutíes han sabido agarrar”, nos confesaba, emocionado y
entusiasmado, Manuel Elkin Patarroyo, XI Premio Convivencia
Ciudad Autónoma de Ceuta.
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