Carros de la compra que permiten que más de cien personas
tengan el pan de cada día. De esta manera intenta paliar
Cruz Blanca los efectos de la crisis económica en la ciudad,
sobre todo, en la barriada del Príncipe donde aseguran que
el umbral de pobreza es bastante alto y se traduce en el
incremento del treinta por ciento de las ayudas alimenticias
que ofrece a estos colectivos vulnerables dicha entidad. A
pesar del convenio mantenido con la Ciudad presupuestado en
150.000 euros anuales, “creemos que damos más de lo que
tenemos”, aseguró uno de los Hermanos Franciscanos.
”Viene mucha gente a pedir, no sólo pobre sino también de
clase media-alta. Los niños pequeños, de entre dos y ocho
años, nos llegan pidiendo leche, yogures y hasta ropa por lo
que hemos comprobado que el umbral de pobreza es bastante
alto en el Príncipe donde el noventa por ciento de la
población que nos solicita ayuda es musulmana”.
Los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca están percibiendo
día a día la carestía que está arrojando la crisis económica
en nuestra ciudad. En porcentajes, la entidad benéfica
asegura que han incrementado en un 30% el servicio de ayudas
alimenticias a familias que se han quedado sin recursos
debido al desempleo. Las cifras, alarmantes, ya que más de
cien personas dependen de esta prestación en la que
contribuye la Consejería de Asuntos Sociales a través de un
convenio de 150.000 euros anuales. “Y a pesar de este
presupuesto, creo que damos más de lo que nos dan porque no
sólo es comida. Por la noche vienen a por mantas e incluso
hay familias que duermen en el coche por no poder pagar las
hipotecas”, explicó el padre Eduardo.
Para paliar estas deficiencias, Cruz Blanca ha modificado su
servicio de ayuda alimenticia y mientras hace diez años
elaboraba “comida casera y la dábamos en taperguare”, ahora
se han convertido en carros de la compra que tienen nombres,
apellidos y toda la caridad posible “ya que las exigencias
sanitarias así nos lo han marcado”. Cada quince días tiene
lugar el conocido reparto en la casa del Príncipe; bolsas
preparadas para cuatro y hasta doce personas por núcleo
familiar y que contienen hidratos de carbono, proteínas,
hierro e ingredientes básicos para la cocina. “A todos, no
los podemos abastecer pero el pan se lo damos cada día a
todo aquel que se nos acerca. La pobreza es alta y cada
jornada, más”, sintetizó el padre Eduardo.
El rostro de la pobreza ha estado presente en todas las
sociedades a lo largo de la historia, por ello, quizás lo
más llamativo sea el cambio de ese perfil humano con ojos
tristes y cuerpo frágil. “Tenemos matrimonios que trabajaban
los dos y llevaban una vida más o menos cómoda. Se da el
caso de que los dos han perdido el empleo y llega el momento
que no pueden pagar alquileres, luz, agua, los gastos
cotidianos. Y esta modificación de demandantes está variando
día tras día”, aseguró. Hebreos, judíos, musulmanes,
cristianos. La necesidad no entiende de raza, color, sexo o
religión: “No se mira al pobre, se mira la caridad
cristiana, y si hay necesidad, seamos humanos”, apostilló el
padre Eduardo.
Además de las más de veinte familias que reciben el pan de
cada día, Cruz Blanca también ha querido extender la mano a
otros necesitados, a los pobres de alma que se han quedado
solos en el mundo, bien por enfermedad o por edad. “Gracias
a esta caridad se llega a cambiar el carácter de las
personas que llegan con tristeza en el alma y han vivido en
la carencia humana y la soledad. Y esta crisis no sólo se
traduce en dinero, sino en miseria”, concluyeron desde Cruz
Blanca.
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