El lunes.
– Sí, el lunes.
– El lunes han dicho que vienen los Reyes –decía una señora
a otra con las que me crucé de camino a la redacción.
Antes de que esa visita absorba toda la realidad; antes, los
ceutíes debían recordar a los suyos como cualquier 1 de
noviembre, Día de Todos los Santos. Y lo hicieron.
Los caballas llenaron ayer el Cementerio de Santa Catalina
en un día que, por otra parte, era el Día de la Mochila,
nada menos.
Puede resultar contradictorio que en un mismo día se aúne
celebración y acto de constricción en recuerdo de los seres
queridos que ya no están entre los vivos. Fue el periodista
y escritor Hunter S. Thompson quien pidió que nadie se
entristeciese por su muerte y que metiesen sus cenizas para
ser disparadas por un cañón. Su viuda, Anita Thompson, y
unos 250 amigos acudieron a Woody Creek, en Colorado, para
darle el último adiós y hacer que su polvo volase por los
aires impulsado por el gran tubo de artillería disparado por
su amigo el actor Johnny Depp. Con esto quiero decir que
cada uno evoca a los suyos de la manera que cree más
apropiada, y todas son válidas.
Los que decidieron visitar el lugar donde reposan sus
antepasados cumplieron con la tradición de comprar las
flores y acompañarlas con agua en los pequeños floreros de
mármol, tapando parte de la lápida, pero dejando entrever el
nombre del desaparecido.
Las flores y la limpieza del nicho son una obligación para
las personas que acudieron al camposanto de Santa Catalina,
con vistas al mar en el monte Hacho. Por ello, la figura de
la florista se convertía ayer en una vendedora social.
El cementerio es indudablemente democrático. Caídos
nacionales y republicanos reposan juntos. En una rápida
vuelta por este lugar sagrado encuentras osarios de La
Legión y a 20 metros el monumento a los republicanos
fallecidos durante la Guerra Civil hace 70 años.
– Ya era hora –dijo una señora a mi lado mientras leía la
poesía de Miguel Hernández que acompaña al centenar, más o
menos, de nombres de soldados de la República tallados en la
piedra.
– Hasta hace poco han estado tirados de mala manera. Ya era
hora –reiteró cuando me giré.
Allí, la poesía del poeta reza: “Un manotazo duro, un golpe
helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal
te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte
que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor
de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la
madrugada, temprano estás rodando por el suelo”.
Es, sin duda, uno de los puntos neurálgicos de este
cementerio; que si el de París tiene la tumba de Jim
Morrison, el de Ceuta tiene la de Antonio López
Sánchez-Prado, el alcalde por antonomasia de la ciudad
autónoma.
Pregunté por la tumba del que fuera regidor ceutí entre 1931
y 1936.
– Es por allí –me señaló–. No tiene pérdida. El nicho 45,
donde hay una pila de flores.
– ¡¿El nicho 45?! –me dije. –¡Saben hasta el número del
nicho! Debe ser devoción.
Antonio López Sánchez-Prado fue médico y alcalde de Ceuta,
fusilado por los sublevados poco después de comenzada la
Guerra Civil. Pero si se le sigue recordando no es por su
militancia política a un lado u otro, sino por lo buena
persona que fue, por dedicar sus esfuerzos a mejorar las
condiciones de las clases populares de la ciudad.
Por eso tiene cientos de flores todos los años a eso del 1
de noviembre. Tanta flora que ni siquiera deja leer su
nombre tallado en el nicho; un nicho que no se diferencia en
nada de cualquier otro, supongo que en su deseo último de
que los bienes sobre la tierra sigan siendo repartidos.
Sólo, si te pones de puntillas, podrás ver esa foto, con el
aroma de los años 30 del alcalde, que fue médico también.
Se licenció en Medicina y Cirugía para ejercer como
profesional en la provincia de Sevilla. Arrivó a Ceuta un 15
de marzo de 1923, siendo nombrado encargado de la Clínica de
Partos y Ginecología del Hospital de la Cruz Roja, así como
del consultorio público. En 1929 pidió la excedencia y
solicitó la plaza de médico tocólogo de la beneficencia
municipal. Durante toda su carrera profesional se distinguió
por su labor con los más necesitados.
En los últimos meses de 1930 se afilió al partido Unión
Republicana, siendo un año después elegido por el Comité
Republicano de Ceuta. Fue uno de los miembros de la
candidatura de la Conjunción Republicano-Socialista y, al
ser el más votado, se convirtió en el primer alcalde
republicano de Ceuta.
Su primer mandato duró apenas 57 días, abandonado el cargo
el 4 de abril de 1931, por motivos personales. En el pleno
que tramita su dimisión, se le nombra hijo adoptivo de
Ceuta.
“...se le concede un laudatorio voto de gracias por las
gestiones que durante su actuación ha realizado y que en
atención a las especiales dotes que en él concurren y como
premio a los trabajos y sacrificios prestados y a los
beneficios obtenidos para esta ciudad, nombrándole hijo
adoptivo de la misma...”, dice el acta municipal que se
conserva del día 4 de junio de 1931.
En mayo de ese año se constituyó en Ceuta la agrupación
local del Partido Republicano Radical-Socialista, que acudió
con Sánchez-Prado como candidato; y, en las elecciones de
junio fue el más votado en la ciudad, obteniendo el escaño
disputado en la ciudad para las Cortes hasta noviembre de
1933, cuando se celebraron nuevas elecciones, a las que esta
vez no concurrió.
Durante el bienio radical-cedista, desarrolló una escasa
actividad política, limitándose a la asistencia a los plenos
municipales y a su actividad profesional como médico; pero
pronto ingresó en el Partido Comunista.
Tras las elecciones de febrero de 1936, en las que triunfa
el Frente Popular (en Ceuta fue elegido el socialista Manuel
Martínez Pedroso), se restituyeron las corporaciones
municipales purgadas tras la revolución de Asturias de 1934.
Sánchez-Prado fue elegido de nuevo alcalde por la
corporación municipal.
El alcalde dedicó sus esfuerzos antes de la terrible Guerra
Civil española a mejorar las condiciones de las clases
populares de la ciudad. Así, por ejemplo, el día de su
cumpleaños, los vecinos del barrio del Sarchal organizaron
una verbena en honor del alcalde, en agradecimiento por
haber llevado el agua corriente a sus humildes hogares.
El 17 de julio, cuando ya se había producido la sublevación
militar en Melilla, Sánchez-Prado recibió llamadas de amigos
aconsejándole que dejase la ciudad y se refugiase en la
cercana urbe de Tánger, bajo estatuto internacional. Sin
embargo, se dirigió a la sede de la Delegación del Gobierno
en la ciudad, donde el delegado le comunicó que la
presidencia de la República estaba enterada de los
acontecimientos y había tomado las medidas oportunas para
atajarlos.
A pesar de más intentos de que el alcalde se pusiese a salvo
en Tánger, Sánchez-Prado se negó, contestando que su sitio
estaba junto al pueblo que lo había elegido.
La madrugada del 18 de julio de 1936 Sánchez-Prado fue
detenido en su casa, con la ciudad ya ocupada por las tropas
sublevadas. En su lugar de reclusión se encontró con la
mayoría de los concejales del Frente Popular en la ciudad.
El 31 de agosto fue sometido a un juicio sumarísimo, que
emitió su sentencia de condena a muerte.
Tras denegarse su indulto, el 5 de septiembre fue fusilado
junto con el resto de condenados en la playa del Tarajal. Su
cadáver fue entregado a su familia y enterrado en el nicho
45 del cementerio de Santa Catalina.
Los ceutíes rindieron ayer tributo al alcalde bueno, se
podía seguir el rastro de pétalos al nicho 45.
– Mira, ahí está Sánchez-Prado -decía una persona a otra
frente a la morada eterna del alcalde.
– La de mi padre está aquí al lado –respondía el otro hombre
orgulloso. ¡Al lado de Sánchez Prado!
No se me ocurre mejor forma para recordar a los difuntos,
así como para despedir este reportaje, que el poema del
poeta inglés John Donne, dándole vueltas a esto de la
muerte.
Muerte, no te enorgullezcas, aunque algunos te llamen
poderosa y terrible, puesto que nada de eso eres; porque
todos aquellos a quienes creíste abatir, no murieron, triste
muerte; ni a mí vas a poder matarme, esclava de lado, la
fortuna, los reyes y los desesperados. Si con veneno,
guerra, enfermedad y amapola o encantamiento se nos hace
dormir tan bien y mejor que con tu golpe, de qué te jactas;
tras un breve sueño, despertamos a la eternidad; y la muerte
dejará de existir. Muerte, morirás.
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