Madrid, 10 de octubre. Unas cuarenta personas procedentes de
distintos colectivos y asociaciones vecinales se
concentraron a las puertas del Senado reivindicando una
oportunidad para los 33 bangladeshíes que permanecen en
condiciones infrahumanas en un improvisado campamento en el
monte ceutí.
No ha sido la única muestra de apoyo ciudadano que han
recibido los inmigrantes. Durante los dos últimos meses se
han llevado a cabo varias manifestaciones que reclamaban una
solución para estas personas. Incluso el senador socialista
y ex alcalde de Madrid, Juan Barranco, se interesó por la
reivindicación del colectivo y se comprometió a hacer llegar
al ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, una copia
del manifiesto ciudadano.
Por otro lado. “El estado de salud de los inmigrantes se
está deteriorando, lo que empieza a ser preocupante. Algunos
tienen trastornos mentales y crisis de ansiedad. El
Ministerio del Interior se ha comprometido a buscar una
solución”, aseguró la pasada semana la portavoz de la red de
apoyo a inmigrantes el ‘Ferrocarril Clandestino’, Débora
Ávila.
Mientras tanto los bangladeshíes se encuentran ajenos a todo
este revuelo que ellos, sin ser conscientes, han provocado.
“No sabíamos que se han manifestado para apoyarnos”. Sus
caras de asombro lo dicen todo. “Nadie se ha preocupado por
nosotros en dos meses que llevamos aquí”, aseguran.
Básicamente, tienen algo que echarse a la boca gracias a la
solidaridad de algunos vecinos de Ceuta que se acercan a la
zona para llevarles agua y comida. “Viene gente anónima y
nos traen lo que pueden y nosotros lo agradecemos, pero
ninguna organización se ha puesto en contacto con nosotros
para saber como estamos”.
Ellos no comprenden como después de dos meses acampados, y
localizados, nadie ha mostrado un mínimo interés por su
situación. No comprenden el porqué de su repatriación
después de años albergados en el CETI sin poder “ganarse la
vida”.
Ahora sólo les queda esperar a que pase el tiempo y alguien,
instalado en algún despacho, tome una decisión sobre ellos.
Mientras tanto las organizaciones celebran jornadas de
apoyo, caravanas y homenajes a los inmigrantes muertos tras
intentar cruzar la valla de Ceuta y Melilla. Ellos no tienen
nada que celebrar. Es más se conformarían con poder aparcar
coches en los alrededores del único centro comercial de la
ciudad. Podrían sacar unos euros pero también podrían
terminar repatriados.
Mientras, Mapari Mohasin, Foysol Ahmed, Morin Polin y sus 30
compañeros subsisten sin agua, sin comida, plantándole cara
a las enfermedades y durmiendo al raso, bajo un plástico, en
un lugar clandestino de algún monte de Ceuta.
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