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ACTUALIDAD - LUNES, 22 DE OCTUBRE DE 2007


inmigrantes en el monte. archivo.

situacion de los bangladeshies fugados del ceTI
 

“Pasamos frío, miedo y hambre,
pero tenemos claro que no vamos
a volver a Bangladesh”

Los 33 inmigrantes bangladeshíes
fugados del CETI continúan su particular lucha, contra su propia vida, mientras tanto nadie se ha preocupado por las condiciones en las que malviven
 

CEUTA
Raúl Mariscal

local
@elpueblodeceuta.com

Aguantarán el tiempo que haga falta. No les importa pasar hambre, frío o miedo. Saben que no quieren volver a su país. Bangladesh no es una opción para los 33 hombres que comparten un trozo de monte ceutí desde hace más de dos meses. A muchos le flaquea la fuerza y apenas salen de sus improvisadas tiendas de campaña. Otros, más aventurados, incluso dan una vuelta por las calles de Ceuta, algo que parece normal pero que se complica si te pueden expulsar en cualquier momento del país.

Desde 1971 Bangladesh ha recibido 30 billones de dólares. Los mayores donantes son el Banco Mundial, el Banco asiático de desarrollo, el Programa de desarrollo de las Naciones Unidas, los Estados Unidos, Japón, Arabia Saudita y Europa oriental. Con cerca de la mitad de la población por debajo de la línea de la pobreza, Bangladesh posee el índice de pobreza más alta del sureste asiático y el tercero en el mundo, por detrás de la India y China. Como otros países en la misma situación de desarrollo, Bangladesh arrastra un gran déficit fiscal, e importantes deficiencias en la calidad de los servicios sociales.

Posiblemente esto explique porqué miles de bangladeshíes, cada año, deciden empeñar su vida y alejarse de su familia para dar el salto a Europa, atravesando medio continente africano e intentando acceder a España, normalmente, a través de Marruecos. A esta delicada situación, hay que sumar que los inmigrantes procedentes de lugares como Bangladesh viven en España en un total limbo jurídico debido a que no existen acuerdos de repatriación con su país.

La red ‘Ferrocarril Clandestino’, que defiende que “los problemas y las extremas condiciones de vida de los inmigrantes no son algo ajeno a nuestra realidad sino consecuencia y parte del orden social en el que vivimos”, denunció que el Gobierno español intenta que India reconozca como suyos a estos ciudadanos y se haga cargo de la repatriación, pero la situación es “un tira y afloja” porque aquel “es un país muy complicado” que “se niega” a reconocer a los inmigrantes. Para conseguirlo, España “juega con la posibilidad de abrir a cambio una embajada en Bangladesh” y “eso están negociando”.

Ellos están en el monte

Mientras tanto 33 bangladeshíes continúan viviendo en condiciones infrahumanas en un improvisado campamento en el interior del monte ceutí. Ellos están ajenos al lenguaje jurídico con el que manejan sus vidas. Tampoco saben que ciudadanos anónimos en grandes capitales, como Madrid y Sevilla, se manifiestan en su apoyo. Sólo saben que pasan frío y hambre. También saben que están enfermos y que no tienen medicinas. Y que el miedo les acompaña cada noche porque jabalíes y serpientes no son los mejores compañeros de habitación.

El techo de un automóvil sirve de improvisada mesa en la que se reunen a la hora de comer, siempre que hay comida. El arroz sustenta su dieta, el pan es demasiado caro para unos hombres que llevan años sin trabajar y que se frustran cuando lo reconocen. Sólo tienen tres tiendas de reducidas dimensiones. Cada una de ellas es compartida por más de una decena de personas.

Las enfermedades los acosan pero sólo les queda aguantar. Los insectos marcan cada noche sus manos, pies y caras. No tienen agua desde hace tres días y tampoco saben donde encontrar ese producto de primera necesidad y que en la sociedad occidental no se niega ni a los animales, pero si, al enemigo (ni agua).

Semanas después de su marcha del CETI acudió a visitarlos el presidente de la Asociación de Bangladesh en España, Eliakat Hossain. Ellos se preguntan sorprendidos: “¿porqué viene ahora si llevamos aquí dos meses?”.

Este grupo de hombres no quiere limosnas ni nadie que los visite para salir en la foto. Quieren trabajar. Por ese motivo marcharon de su tierra. Intentar ayudar a sus familias, la mayoría de ellas sumidas en la pobreza, y con las que llevan años sin hablar.

Mientras tanto mantienen su peculiar lucha que los lleva a pelear cada día por su vida. Y hay algo que tienen muy claro. No volverán a Bangladesh o lo evitarán hasta la extenuación. También saben que nadie se preocupa por ellos.
 


“La serpiente llegó, el gato jugaba con ella, y lo mató”

No se han podido permitir el lujo ni de tener una mascota. Los 33 bangladeshíes decidieron adoptar a un gato que merodeaba por la zona. Por supuesto, el animal tenía que buscar su sustento por sus propios medios, la situación no está para hacer regalos. Morin Polin explica que hace unos días llegó una serpiente “muy grande” y que el gato intentaba jugar con el reptil. Al parecer ésta no estaba para jueguecitos y decidió finalizar por la vía rápida. “Vimos como lo golpeaba, se fue muy rápido y poco después el gato se derrumbó muerto”. Ellos no son gatos pero sienten que la serpiente puede actuar con ellos igual que con cualquier otro animal de la zona. Tienen miedo.
 


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