“¡Regalan caballas y jureles!”, vociferaba una señora que se
apresuraba en recorrer el camino que la separaba de la
furgoneta en la que el pescado ayer no costaba dinero.
Pasadas las 10:: de la mañana uno de los patrones de los
barcos de la cofradía de marineros de Ceuta plantó su
furgoneta en la puerta trasera del Mercado Central y
repartió su captura a diestro y siniestro. Lo tenía claro:
“antes regalo mi trabajo a venderlo por dos duros”.
Al principio la gente pasaba cerca del vehículo con una
mirada reticente a lo que estaba pasando, a pesar de que no
era la primera vez que ocurría, pero poco a poco decenas de
personas se iban acercando para recoger el regalo matutino:
“acercate tú a por una que yo te espero aquí con el resto”,
le decía una mujer a su hermana, la cual se apresuro a para
no quedarse sin una buena pieza de pescado fresco.
No tardaron mucho en desaparecer las más de 20 cajas que se
repartieron en menos de una hora. Todo transcurrió de forma
tranquila bajo la atenta mirada de dos policías locales que
vigilaban por si ocurría cualquier problema, ya que la
existencia de cierta tensión en el ambiente era evidente.
Total que a eso de las 11 de la mañana solo estaba contento
el pueblo de Ceuta, el único ganador, por una vez, de esta
batalla de precios y competencia en la que no gana ninguno
de los interesados. Los pescadores tiran o regalan su
pescado, los pescaderos venden menos si hay pescado
regalado. Solución al problema, nadie sabe nadie contesta.
Todo pasa por regularizar la pesca proveniente de Marruecos.
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