A eso de las siete de la mañana las cajas de jureles,
caballas, sardinitas... ya se encontraban distribuidas a lo
largo de la lonja de Ceuta y los marineros recogían los
últimos utensilios después de una larga noche de faena que
se extiende desde que cae el sol por la tarde hasta que
reaparece por la mañana. No son muy gratas las sensaciones
que existen, ni entre los patrones ni entre los marineros,
ya que en los últimos días cajas y cajas de pescado han ido
a parar al lugar del que salieron, el mar, pero casi seguro
de que terminarán en el estómago de una ‘pavana’. Y eso a
día de hoy no es muy rentable para la profesión.
A medida que avanza la mañana crece con ella el pesimismo:
“seguro que hoy no vendemos todo lo capturado, al final lo
tenemos que tirar, como ayer, más de 50 cajas al agua”, se
lamenta uno de los patrones. Además todo son conscientes de
que sino se vende, nadie saca ningún tipo de beneficios, ni
indios ni jefes, todo el trabajo de una noche se va por la
borda, la situación que se viene repitiendo desespera a
todos.
La causa, una competencia con la que es difícil competir.
Los fértiles caladeros marroquíes abastecen a las
pescaderías ceutíes. No se puede luchar contra su bajo
coste. Todo el que haya visitado el país vecino sabe de los
suculentos precios por los que se puede almorzar un buen
plato de pescado o marisco en Castillejo o Rincón. Y esa
oferta se ha trasladado hasta los negocios de la Ciudad
Autónoma.
Los pescadores se preguntan qué pasa con los controles en la
frontera del Tarajal y quién garantiza el control sanitario
de esos productos. Fuentes de la Delegación del Gobierno
afirman que todo el pescado que entra por el Tarajal pasa el
pertinente control veterinario. Todos saben que el pescado
marroquí entra en Ceuta a diario, y así lo comentaba uno de
los pescaderos que en la mañana de ayer se acercó a la lonja
para ver el material: “yo prefiero comprar el pescado para
mi puesto en la lonja, pero muchas veces existe poca
variedad y los precios que tiene el pescado procedente de
Marruecos son muchos más bajos, y la verdad es que nosotros
tenemos que mirar por nuestro negocio”.
Desde la cofradía de pescadores apuntan como una única
solución que los pescadores marroquíes que quieran vender
sus productos en Ceuta pasen los respectivos controles
sanitarios y vendan sus productos en la lonja de la ciudad,
al igual que el resto de pescadores. de esta manera se
terminaría la competencia desleal y las irregularidades que
se cometen en este aspecto. Además es habitual ver a
marroquíes vendiendo pescado por los mercados y los
restaurantes.
Subasta
La subasta comienza en la lonja con más espectación de la
habitual, parece que el viernes despierta más interés entre
los concesionarios de los puestos y encargados de la
restauración ya que el fin de semana atrae a un mayor número
de clientes, pero también hay algún que otro particular que
no desea perder la oportunidad de comprar una caja de 20
kilos de caballa por un coste casi irrisorio.
El precio inicial de las cajas grandes de caballa es de 24
euros pero al parecer nadie está dispuesto a llegar a esa
cantidad, así que el precio baja hasta 18, cifra en la que
algún que otro despistado se decidió a comprar, sin saber
que el precio caería hasta los 6 euros la caja, precio que
el patrón aceptó para no tener que tirar el trabajo de toda
la noche al sitio del que vino.
Al fin y al cabo los casi 1.500 kilos de caballa que
amanecían en la lonja terminaron distribuidos por los
diferentes mercados de la ciudad y en algún que otro
domicilio o restaurante de la ciudad.
La subasta continúa, ahora le toca el turno a los jureles,
pero parece que nadie está dispuesto a pagar mucho por cada
caja. La suma inicial se eleva hasta 18 euros la caja. Caras
de indiferencia se sitúan delante del pescado sin ninguna
intención de aceptar ese precio y entre los patrones aumenta
la indignación: “no sabemos porque hay aquí tantas personas
hoy, normalmente siempre vienen los cuatro de siempre, al
parecer hoy hay mucha gente mirando pero nadie quiere
comprar”.
Pero si la caballa llegó a venderse por 6 euros, con los
jureles no pasa lo mismo. El patrón de la embarcación que el
pasado jueves se pasó toda la noche navegando comenta
indignado que no está dispuesto a vender su trabajo por unos
precios tan ridículos: “si no pagan lo que vale el pescado
va todo para arriba. Prefiero regalarlo por la calle o
dárselo a los pobres que vender mi trabajo por esa miseria”.
Y así fue, más de 20 cajas de jureles, grandes y pequeños, y
alguna caballa, se montaron en la furgoneta en dirección al
Mercado Central. Antes de llegar al destino el patrón no se
olvido de pasar por alguna asociación benéfica para dejar
alguna caja.
Y esta es la historia de dos gremios que comparten la
materia prima pero no las posturas, los patrones intentan
vender su producto a un precio que pueda sostener su
economía y la de sus trabajadores, y los pescaderos intentan
comprar su producto al menor precio posible para aumentar
sus ganancias. Posturas encontradas que no encuentran un
punto común en el camino, mientras tanto se regala el
pescado.
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El número de pesqueros ilegales marroquíes se duplicó en
agosto
El pasado mes de agosto la
asociación ‘Ecologistas en acción’ denunció la existencia de
varios barcos marroquíes (aproximadamente veinte) pescando a
seis millas del suroeste de Tarifa (Cádiz) con artes
prohibidas (redes de enmalle a la deriva) dentro de la Zona
española de Protección Pesquera. El Ministerio de Asuntos
Exteriores respondió a esa denuncia afirmando que había
comenzado los trámites pertinentes ante el Gobierno de
Marruecos. No obstante, al día de hoy, unas semanas después
de la denuncia, los pesqueros españoles siguen encontrándose
con el desagradable acontecimiento de que los buques
marroquíes no solo continúan en aguas españolas sino que han
duplicado su número.
Este método de pesca se encuentra prohibido por la UE. No
obstante, España es consciente de ello y los barcos de pesca
ilegales marroquíes calan las redes para pescar en pleno
Estrecho de Gibraltar.
Refrescando la memoria, el arte de pesca volanta a la deriva
es la más dañina de todas. Incluso después de estar perdidas
en la mar durante años, debido a los materiales sintéticos
empleados para su confección, siguen pescando y matando a
todas las especies que se acercan a ellas sin provecho
alguno.
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