Recuerdo yo a los bomberos de mi
niñez como individuos que sin medios arriesgaban su vida en
los fuegos. El camión cisterna apenas si contenía el agua
suficiente para regar el redondel de una plaza de toros y
las mangueras tenían más fugas que las prisiones que están a
cargo de la Generalidad de Cataluña. Dentro del enorme drama
que supone siempre un incendio, aquellos apagafuegos
producían acciones que movían a la risa de quienes
presenciaban el espectáculo dantesco de las llamas.
Situación causada no sólo por la carencia de medios sino
también por la falta de formación de quienes ejercían de
bomberos. En una palabra, salvo excepción, bombero podía ser
cualquiera sin tener la menor idea del oficio.
Afortunadamente, con el paso de los años la evolución del
Cuerpo de Bomberos ha sido tan eficaz como extraordinaria.
Hasta el punto de que los bomberos están rifados en todos
los sentidos. Han de ser jóvenes, necesitan dar la talla si
quieren acceder al concurso, y pasan por pruebas de
aptitudes físicas y varios tests. Así, conseguir meter la
cabeza en la institución no es tarea fácil. Salvo que
alguien lo haga por enchufe. Hecho que suele darse, si bien
no con frecuencia, ayudando en los exámenes al aspirante
menos dotado pero protegido por padrino poderoso. Acción
desagradable e injusta, pero de la que hay un sindicalista
que nunca ha dejado de jactarse de ser experto en tales
amaños.
Cuando los atentados de las Torres Gemelas de Manhattan
(Nueva York), el 11 de septiembre de 2001, los bomberos
neoyorquinos escribieron una página gloriosa. La tragedia
les permitió comportarse con tal heroicidad que el Cuerpo de
Bomberos se convirtió en algo sagrado. Lo cual redundó en
beneficio de sus compañeros en todo el mundo.
Entonces surgieron Políticos -recuerden a George Bush
chupando cámara junto al bombero jefe de la cosa- artistas,
escritores, etc, alabando el arrojo, la valentía, y el amor
al prójimo de aquellos abnegados funcionarios.
El Cuerpo de Bomberos de Ceuta está muy bien visto. Podría
decirse, sin caer en la exageración, que está más que muy
bien visto. Y, además, nos han dicho, durante un siniestro
ocurrido en Galicia, no ha mucho, que cuentan con los más
variados y modernos pertrechos para hacer frente a los
desastres.
Por todo ello, y algunos detalles más que me habré dejado en
el tintero, no entiendo por qué José Luis Morales,
consejero de la Presidencia, ha tenido que decirle una guasa
a un bombero. Un bombero que es, asimismo, político
militante en las filas socialistas y por lo visto se ha
convertido en una mosca cojonera para JLM. La guasa de éste
a Gonzalo Sanz, bombero y responsable de Movimientos
Sociales de su partido, ha propiciado que se arme la de Dios
es Cristo. Las guasas del consejero de la Presidencia son
harta conocidas. Se le calienta la boca y saca a relucir su
verbo irreflexivo y tronante. Carente, por supuesto, de esa
gracia que las guasas necesitan para convertirse en bromas o
burlas, en plan quevediano. La ironía no es, sin duda, una
cualidad de JLM.
No obstante, lo dicho por el consejero no ha sido merecedor,
bajo ningún concepto, de las contundentes respuestas
ofrecidas por parte de los afectados, entiéndase los
socialistas. Y mucho menos de quienes, aprovechándose de la
bicoca en forma de riña, se han apuntado al tumulto para
poner en entredicho la memoria histórica del político del
PP. Las condenas deben estar acordes con la gravedad de los
hechos cometidos por alguien. Y en este caso, créanme, los
ha habido que se han pasado en el linchamiento. De manera
que si llevaban alguna razón, la han perdido. Y puede que al
Cuerpo de Bomberos tampoco le beneficien estas grescas. Digo
yo.
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