Como soy una merdellona malagueña
convicta y confesa, admito mi pasión por la llamada “prensa
del corazón” o “del colorín”.Y les pregunto ¿A que no saben
ustedes de donde procede el término autóctono de “merdellón”
tan usual y usado en la vida de Málaga?. Pues yo se lo voy a
contar, porque a mi también me picó la curiosidad la primera
vez que respondieron a un artículo mío de opinión sobre el
nacionalismo catalán llamándome “merdellona”.
El término procede del siglo XVIII, cuando los primeros
viajantes franceses llegaron a la bella capital de la Costa
del Sol y conocieron a la población y vieron como se las
traían y la calaña los lugareños. Automáticamente para
referirse a los malagueños lo hacían con el apelativo “merde
de gens” es decir, gente de mierda. Los malagueños y
malaguitas entendían merdellán y no sabían su significado
pero intuían que era algo malo o algún tipo de insulto y
comenzaron a utilizar para faltarse entre ellos y faltar a
los gabachos la expresión “merde de gens” es decir
“merdellán” y si el tipo era varón “merdellón” y si era una
tía “merdellona”. Los gabachos nos consideraban gentuza y
servidora, como la Virgen del Pilar dice que no quiere ser
francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa.
Pues opino como el gran filósofo alemán Schopenhauer que
“Africa tiene a los monos y Europa a los franceses”.
Clarificaciones y especificaciones hechas, amén de
reivindicado mi carácter de merdellona hispanorrifeña recriá
en la barriada del Palo de Málaga, entre marengos y jábegas,
entre biznagas embriagadoras y devoción a la Estrella de los
Mares, apuntaré con redundancia que estoy loca porque llegue
el miércoles o el jueves para correr al quiosco de
Echevarría del Palo que es donde se nutren mis neuronas de
letra escrita y comprarme todo lo que salga del corazón,
para refocilarme, disfrutar y comentarlo con mis amistades
del barrio cuando todas sacamos a pasear a los perros.
Bueno, yo sacaba, a mi perrillo me lo mató un coche y ahora
estoy huérfana de amor canino. Esta semana ya dispongo de la
artillería, veo la portada del Hola, con el torerillo Fran
Rivera y la hija de la Duquesa de Alba, que quieren anular
su matrimonio. La Maria Eugenia Martínez de Irujo está ahí
por ser vos quien sois, porque cada vez parece más una chufa
y si en lugar de pertenecer a la Casa de Alba fuera cajera
de un Supersol, no la miraba ni el de la pescadería y no le
decía “ahí te pudras” ni el reponedor. Pero los personajes
del colorín, cuando están forrados se creen que todo se lo
merecen y que están ahí por sus caras bonitas.
¿Ustedes se figuran al muchimillonario Alberto Cortina con
una bata azul tras el mostrador de una ferretería? Si, con
idéntica mirada vacuna que ahora e idénticamente poco
atractivo, pues les digo a ustedes que la bellísima y
jovencísima Elena Cué no le saludaba ni para comprarle una
bombilla, vamos, que le daría repelús. Pero eso es lo bueno
del colorín, que se espía la vida de los personajes y de los
famosos y lo que hacen es motivo de comentario y de
rechifla. A servidora, como buena merdellona, me gustan los
personajes que son un poco canallas porque me jarto de reír
con ellos. María Jiménez es de mis favoritas, merdellona
pura que merecería ser del Palo y Massiel cuando se toma el
primer par de copas es para echarle de comer aparte de la
gracia y el poderío que tiene la muy joía. Río con Belén
Esteban y sus torcimientos de morro y la manera que tiene de
capitalizar a su hija, que ella dice “hij-ja”, a esa le hizo
un bombo el Jesulín y del bombo va a vivir toda su vida.
Luego están los montajes chusmeros de los famosetes de
segunda que me parecen irresistiblemente cómicos sobre todo
si está por medio Marujita Díaz o aparece el gandul del
Dinio con su habla caribeña que parece que va siempre de
colocón. Todo me entretiene por su faceta facinerosa y
canallesca, por su exaltación del pícaro español, de Lázaro
de Tormes o del merdellón malagueño tal y como lo vieron los
viajeros gabachos, malagueño también llamado por los
napolitanos que venían en los barcos “ciusma” “gentuza” de
lo que deriva chusma, chusmerío, chusmones y chusmetas. Que
de todo haberlos haylos en mi zona paleña y marinera, donde
mola colgarse del pescuezo con una cadena del grosor de una
maroma, la cabeza de Camarón a tamaño tal que parece
reducida por los jíbaros y la imagen de Nuestro Padre Jesús
Cautivo que acaba averiando las cervicales por el peso y
poner en las puertas de las casas un mosaico con la
Santísima Virgen del Carmen, la Estrella de los Mares o de
la Virgen del Rocío, esa blanca paloma que es tan guapa que
no se la puede aguantar. Yo en mi casita tengo muchas
Vírgenes y muchas devociones y la foto de mi Padre San
Josemaría Escrivá presidiendo todo el cotarro.
Pero yo a lo mío, la Duquesita de Montoro, que es más fea
que Picio quiere anular para maridar con el casi adolescente
y chulanganillo Gonzalito Miró, que es un yogurín de última
generación y un listillo. Mi vecina mueve la cabeza y
suspira ¡Será infeliz la tía! ¡De sus carnes usás se va a
encaprichá el niñato!.
En mi barrio el que más y la que menos llevamos a un Séneca
en la barriga, nos encanta opinar porque…¡Donde se ponga un
buen chisme…! Y es que el colorín es un pasón.
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