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OPINIÓN - VIERNES, 19 DE MAYO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Pasón de colorín
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Como soy una merdellona malagueña convicta y confesa, admito mi pasión por la llamada “prensa del corazón” o “del colorín”.Y les pregunto ¿A que no saben ustedes de donde procede el término autóctono de “merdellón” tan usual y usado en la vida de Málaga?. Pues yo se lo voy a contar, porque a mi también me picó la curiosidad la primera vez que respondieron a un artículo mío de opinión sobre el nacionalismo catalán llamándome “merdellona”.

El término procede del siglo XVIII, cuando los primeros viajantes franceses llegaron a la bella capital de la Costa del Sol y conocieron a la población y vieron como se las traían y la calaña los lugareños. Automáticamente para referirse a los malagueños lo hacían con el apelativo “merde de gens” es decir, gente de mierda. Los malagueños y malaguitas entendían merdellán y no sabían su significado pero intuían que era algo malo o algún tipo de insulto y comenzaron a utilizar para faltarse entre ellos y faltar a los gabachos la expresión “merde de gens” es decir “merdellán” y si el tipo era varón “merdellón” y si era una tía “merdellona”. Los gabachos nos consideraban gentuza y servidora, como la Virgen del Pilar dice que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa. Pues opino como el gran filósofo alemán Schopenhauer que “Africa tiene a los monos y Europa a los franceses”.

Clarificaciones y especificaciones hechas, amén de reivindicado mi carácter de merdellona hispanorrifeña recriá en la barriada del Palo de Málaga, entre marengos y jábegas, entre biznagas embriagadoras y devoción a la Estrella de los Mares, apuntaré con redundancia que estoy loca porque llegue el miércoles o el jueves para correr al quiosco de Echevarría del Palo que es donde se nutren mis neuronas de letra escrita y comprarme todo lo que salga del corazón, para refocilarme, disfrutar y comentarlo con mis amistades del barrio cuando todas sacamos a pasear a los perros. Bueno, yo sacaba, a mi perrillo me lo mató un coche y ahora estoy huérfana de amor canino. Esta semana ya dispongo de la artillería, veo la portada del Hola, con el torerillo Fran Rivera y la hija de la Duquesa de Alba, que quieren anular su matrimonio. La Maria Eugenia Martínez de Irujo está ahí por ser vos quien sois, porque cada vez parece más una chufa y si en lugar de pertenecer a la Casa de Alba fuera cajera de un Supersol, no la miraba ni el de la pescadería y no le decía “ahí te pudras” ni el reponedor. Pero los personajes del colorín, cuando están forrados se creen que todo se lo merecen y que están ahí por sus caras bonitas.

¿Ustedes se figuran al muchimillonario Alberto Cortina con una bata azul tras el mostrador de una ferretería? Si, con idéntica mirada vacuna que ahora e idénticamente poco atractivo, pues les digo a ustedes que la bellísima y jovencísima Elena Cué no le saludaba ni para comprarle una bombilla, vamos, que le daría repelús. Pero eso es lo bueno del colorín, que se espía la vida de los personajes y de los famosos y lo que hacen es motivo de comentario y de rechifla. A servidora, como buena merdellona, me gustan los personajes que son un poco canallas porque me jarto de reír con ellos. María Jiménez es de mis favoritas, merdellona pura que merecería ser del Palo y Massiel cuando se toma el primer par de copas es para echarle de comer aparte de la gracia y el poderío que tiene la muy joía. Río con Belén Esteban y sus torcimientos de morro y la manera que tiene de capitalizar a su hija, que ella dice “hij-ja”, a esa le hizo un bombo el Jesulín y del bombo va a vivir toda su vida.

Luego están los montajes chusmeros de los famosetes de segunda que me parecen irresistiblemente cómicos sobre todo si está por medio Marujita Díaz o aparece el gandul del Dinio con su habla caribeña que parece que va siempre de colocón. Todo me entretiene por su faceta facinerosa y canallesca, por su exaltación del pícaro español, de Lázaro de Tormes o del merdellón malagueño tal y como lo vieron los viajeros gabachos, malagueño también llamado por los napolitanos que venían en los barcos “ciusma” “gentuza” de lo que deriva chusma, chusmerío, chusmones y chusmetas. Que de todo haberlos haylos en mi zona paleña y marinera, donde mola colgarse del pescuezo con una cadena del grosor de una maroma, la cabeza de Camarón a tamaño tal que parece reducida por los jíbaros y la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo que acaba averiando las cervicales por el peso y poner en las puertas de las casas un mosaico con la Santísima Virgen del Carmen, la Estrella de los Mares o de la Virgen del Rocío, esa blanca paloma que es tan guapa que no se la puede aguantar. Yo en mi casita tengo muchas Vírgenes y muchas devociones y la foto de mi Padre San Josemaría Escrivá presidiendo todo el cotarro.

Pero yo a lo mío, la Duquesita de Montoro, que es más fea que Picio quiere anular para maridar con el casi adolescente y chulanganillo Gonzalito Miró, que es un yogurín de última generación y un listillo. Mi vecina mueve la cabeza y suspira ¡Será infeliz la tía! ¡De sus carnes usás se va a encaprichá el niñato!.

En mi barrio el que más y la que menos llevamos a un Séneca en la barriga, nos encanta opinar porque…¡Donde se ponga un buen chisme…! Y es que el colorín es un pasón.
 

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