La gravedad de las noticias sobre agresiones dentro y fuera
de los colegios, que han aparecido en los medios de
comunicación, y la publicación de estudios recientes sobre
el problema de la violencia en las aulas, han disparado la
alarma en la comunidad educativa, donde algo más de un
veinte por ciento de los alumnos de entre 10 y 13 años se
sienten maltratados por sus propios compañeros
“frecuentemente” o “muy a menudo”, según reciente encuesta.
Un problema que preocupa a todos.
Una reciente encueste ofrece datos muy significativos acerca
de las precarias condiciones en que ejercen su función los
docentes de la ESO y Bachillerato. Los datos sobre el acoso
a los profesores confirman una percepción social
generalizada: un tercio de los encuestados reconoce haber
sido acosado por sus alumnos. Los enseñantes se quejan de la
soledad en que deben afrontar la situación, puesto que no
reciben apoyo ni de los padres, que tienden a defender a sus
hijos o buscar ventajas académicas para ellos, ni de las
administraciones públicas.
Otro problema preocupante es el fracaso escolar. Según un
informe del Instituto Nacional de Evaluación de la Calidad
del Sistema Educativo, los resultados del Informe Pisa serán
para España peores que los registrados en 2003. El
conocimiento de nuestros estudiantes retrocederá en
Matemáticas, Lectura y Ciencias, y nuestro país se situará
en los últimos puestos entre países de la OCDE junto con
Portugal, Italia o Grecia.
¿Soluciones? Mientras padres y enseñantes sigan
estableciendo una relación ambigua, que conduce a
situaciones conflictivas, no esperemos el milagro. El
proceso educativo exige unos conocimientos determinados, una
formación profesional específica y cualificada. Por otra
parte es natural y legítimo, y así está legalmente
reconocido, que los padres participen en el diseño y en las
orientaciones generales de la educación que han de recibir
sus hijos. Recordemos que la LODE, en su momento, estableció
los mecanismos de participación de los padres en la
educación, definió los objetivos y normas de los Consejos
Escolares y el papel dinamizador y de control que los padres
pueden jugar en ellos. La situación actual puede encontrarse
fluctuando entre la frustración de unos y el temor de
inferencia de otros. Y eso en un escenario en el que la
participación real del colectivo de padres es
proporcionalmente muy baja.
Sirva como ejemplo, la asistencia a las entrevistas
colectivas con padres, realizadas en los Centros de
Primaria, con porcentajes de asistencias bajísimos, donde,
en algunos casos no llegan ni a un veinte por ciento. Este
tipo de entrevistas está contemplada en el Proyecto
Educativo del Centro, y, mediante la debida información,
llega a los padres. A veces, la participación de los
asistentes es totalmente pasiva, y los temas que más
interesan no van en la línea de aquellos que más conviene al
grupo, sino que se interesan por cuestiones meramente
individuales. Si esto ocurre en Primaria, en Secundaria las
cosas van de formas distintas, sin la necesaria coordinación
de los centros, y dependiendo de la buena voluntad de los
tutores.
¿Por qué las Asociaciones de Padres? ¿Por qué se hace
necesaria la colaboración entre la familia y la comunidad
educativa? Era un hecho evidente la carencia de una
comunicación sistemática entre familia y centro educativo.
Antes de la Ley del 70, los contactos eran ocasionales,
esporádicos, aislados. Esto llevaba a una especie de
desinterés por lo educativo. El acercamiento mutuo se hizo
necesario por los condicionamientos sociales en que nos
movemos. La necesidad de cooperación llega a estos terrenos
educativos, por lo que la comunidad educativa debe estar a
todos los estímulos que tantean influencia sobre la
educación. Fue la citada Ley de Educación la que hizo
posible la deseada colaboración, haciendo que muchos padres
se acercaran con curiosidad y con temor, al mundo del centro
educativo, sintiéndose miembros activos de la educación de
sus hijos, y empiezan a tener vida en muchos colegios los
llamados Club de Padres, para convertirse en Asociaciones de
Padres, con un compromiso serio con respecto al colegio.
Fui testigo de lo ocurrido en esos primeros momentos,
viviendo intensamente la creación de una Asociación de
Padres, en un centro ubicado en una populosa barriada, donde
los padres se comprometieron aportando una estrecha
colaboración. Me consta que para determinadas gestiones,
miembros de la Directiva se unían la Dirección del Centro
para conseguir mejoras en el edificio escolar. Era la propia
Asociación la que organizaba los actos de tipo cultural,
artístico, etc. En los momentos actuales, según mis
informaciones, hay cierto distanciamiento.
Pero he de mencionar que, la colaboración necesaria para el
establecimiento de las Asociaciones de Padres de Alumnos,
quedaría en un plano demasiado superficial si no estuviera
respaldado por lo que supone de entrega a las familias
mediante elementos que contribuyan a su enriquecimiento y
formación, para hacerlos capaces de ser, en verdad,
educadores naturales en el interior del propio hogar.
Aparecen así, como instrumentos de formación al servicio de
la familia, las denominadas Escuelas de Padres. El objetivo
de dar formación a los padres ha de tender primariamente, a
darles una conciencia respecto al papel que han de
desempeñar como educadores naturales y permanentes de los
propios hijos.
Una ventaja de este tipo de escuelas es que, la formación
dada al adulto en su seno, no lo aparta del núcleo central
de sus preocupaciones paternas. El hombre moderno es víctima
de muchos mensajes que pretenden hacer de él un adepto, pero
consigue sobreponerse y sentir la responsabilidad de su rol.
Hoy se plantea con urgencia: definir con precisión la
función y los ámbitos de intervención de los padres en la
comunidad escolar, más allá de las estrictas cuestiones de
representatividad.
Estoy totalmente convencido que los enseñantes pueden
incentivar, estimular y orientar esa voluntad de
participación de los padres, enseñarles ámbitos y propuestas
eficaces y activas de organización que deriven en una
auténtica formación continua de los padres.
En este momento en el que arranca el proceso, largo y
difícil, de una reforma educativa ambiciosas, (LOE) me
parece muy conveniente que padres y educadores empiecen a
descubrir que el quimérico objetivo de una escuela de
calidad por el que muchos combaten, es el mismo interés
particular de cada padre por darle a su hijo la mejor
escuela posible. Esta alianza ente padres y enseñantes es
condición necesaria para que esa quimera se algún día
realidad para todos….
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