Salvo raras excepciones, suelo
escribir por las mañanas. Lo hago después de caminar más de
una hora y, naturalmente, tras visitar el cuarto de baño.
Antes le doy el primer repaso a varios periódicos, gracias a
Internet, y me detengo en las noticias importantes y, sobre
todo, me demoro leyendo varias columnas. Las de los mejores,
claro está, y también las de ciertos articulistas (!)
locales, que tienen todo el derecho del mundo a hacerme
pasar un mal trago porque no terminan de aprender el oficio.
Y es que no se puede permanecer en los carteles basándose en
el primer apunte que leyeron cuando chico o diciendo las
mismas sandeces, una y otra vez, con sintaxis de bata
enguatada, zapatillas de andar por casa y, en algunos casos,
con trazas de haber sido pensada con rulos.
Hoy, viernes, sábado ya para quienes me lean, he estado
tentado de esperarme a ver el partido de España y Arabia
Saudí para ganarme el jornal de la columna contando los
cuatro detalles del partido que suelen pasar inadvertidos
para muchos aficionados y, desde luego, para los encargados
de narrarles las peripecias del juego.
Pues estamos celebrando la fiesta del fútbol y conviene
dejar a un lado, en cuanto se presenta la menor ocasión,
todo lo concerniente a esa pesadez del Estatuto catalán; a
las conversaciones con ETA; y a esa manía que tiene
Federico Jiménez Losantos de hacernos creer que España
arderá por los cuatro costados, debido a que ZP es un
demonio que tiene metido entre ceja y ceja circunfleja -no
viene mal un pareado de vez en cuando-, convertir esta
nación en una república bananera.
Parece mentira que un hombre tan inteligente, tan leído y
tan apoyado por la Conferencia Episcopal, se haya convertido
en lo que los gaditanos acostumbran a llamar un asustaviejas.
Una especie de Matatías que se dedica a presionar a
inquilinos, preferentementes ancianos o personas de poca
formación, para que compren o abandonen lo pisos en los que
habitan.
Mal le irá al Partido Popular si Mariano Rajoy,
Acebes y Zaplana siguen actuando bajo las
directrices que les marca un gachó que está dispuesto a que
los españoles, en cuanto finalice el Mundial de Alemania,
juguemos el mundial del garrotazo, entre los dos bandos de
costumbre.
Al final, como ustedes habrán comprobado, la tentación de
escribir de España y Arabia Saudí quedó en nada. Y otra vez
me he metido de hoz y coz en asuntos relacionados con lo
peor de la política. Porque hay que ver la que tienen liada
entre catalanes, vascos, españoles, curas de varias
tendencias y militares sin graduación. Y en medio de esa
caterva de disparates, egoísmos, soberbias, y cuentos de la
lechera, ZP recibe una rosa envenenada en el Congreso, por
parte de una diputada popular, con la sonrisa de quien está
convencido de que los dioses lo amparan.
Del presidente del Gobierno hay tela marinera de motivos
para enjuiciarlo. Pero lo que no se le puede negar es que ha
cambiado los terrenos de la política como Belmonte
cambió los terrenos donde ponerse ante el toro que corneaba
femorales y mandaba a los diestros al hule del dolor. ZP se
arrima a los morlacos, que llevan ya muchos años esperando
en los corrales para ser lidiados y han adquirido todos los
vicios nacionales, como jamás ningún otro presidente fue
capaz de arrimarse. Y la gente asiste en los tendidos
estupefacta y encomendándose a todos los santos para que el
toro de ETA no lo reviente ahora que lo va a recibir a
portagayola.
Decía Ortega y Gasset, más o menos, que
si no se conocía la fiesta taurina, difícilmente se podría
conocer a los españoles. Tanto es así, que no puede presumir
de ser español a quien en la vejez no se le pone cara de
picador. ZP ha empezado ya a parecerse a El Platanito. Como
debe ser.
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