El último partido de la primera
fase jugado por la selección española, por cierto con un
alto grado de indolencia sobre el flojo representante de
Arabia Saudí, volvió a paralizar la ciudad, como de igal
modo sucedió en una grandísima parte del país.
Las calles, habitualmente poco congregadas a esas horas de
sobremesa, aún parecían fantasmas. Domicilios, bares,
restaurantes, pubs volvían a refugiar a miles de ceutíes
ubicados frente al televisor. Un partido, el último para
nuestros amigos caballas del Mixto que finalizan su periplo
por la primera fase donde la ‘roja’ ha participado, que ha
sido bastante mediocre por no ser más explícitos en
argumentaciones futbolísticas.
Pero de la manera con la que la selección ha logrado la
clasificación, permite esperar con cierto optimismo la fase
decisiva de este campeonato en el que, una vez más -aunque
en esta ocasión parece que con más motivos- se puede lograr
algo mejor de lo hasta ahora realizado en una fase final del
Campeonato de Mundo de selecciones.
Con el fútbol, ese deporte de masas, capaz de paralizar
-como lo viene haciendo- un país, no puede nadie. Es una
pasión desbordada; provoca un derroche de ilusiones
desbordante... es la fiesta, la alegría. Capaz también de
transmitir las peores congojas. El balompié es todo eso y
mucho más.
En Ceuta se vive exactamente igual y ya se espera a la
jornada del martes para la disputa de los octavos de final a
las 21’00 horas en Hannover. Allí no estarán nuestros
vecinos del Mixto, aunque prometen volver si la selección de
Luis Aragonés consigue la machada de llegar a las
semifinales. Para eso habrá tenido que vencer a la diosa
Brasil y el camino tras ello haría ver con mucho más
esperanza la llegada, nada más y nada menos que a la
finalísima.
El fútbol también es sueño y fantasía, por eso es lo que es.
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