Nada sienta mejor durante el verano que tomarse una cerveza
fría cuando el sol más calienta, como tampoco hay nada mejor
para acompañarla que un rico bocado que forme parte de la
tradición de la ciudad, de esas que nunca se pierden, de las
que van de abuelos a nietos. Sujetos a estas costumbres,
cada verano se instalan casetas junto a la playa de Juan
XXIII para vender los típicos ‘volaores’ y bonitos, los
cuales hacen las delicias de los más caprichosos.
Si paseamos por la explanada de la playa citada
anteriormente, podremos ver junto a ella, varios puestos con
un importante número de bonitos abiertos al sol. Su buena
pinta y el apetecible olor que desprenden consiguen que no
pasen desapercibidos.
El Pueblo de Ceuta visitó en la tarde de ayer algunos de
estos puestos, como también pudo conocer las impresiones de
sus simpáticos propietarios.
Situado bajo un apetitoso techo de bonitos y junto a varios
amigos nos encontramos a Juan Fernández, dueño de uno de los
puestos de salazones que se instalan durante el verano en la
playa de Juan XXIII.
Juan nos contó la importancia que tiene, para la historia y
la tradición de la ciudad, la venta de los ‘volaores’ y
bonitos, ya que al igual que en la suya, en otras muchas
familias estos salazones forman parte de sus vidas.
Toda una vida dedicada a la venta de estos ricos bocados
para regalar los paladares de muchos caprichosos. Según este
vendedor, han sido muchos los viajantes que se han acercado
a su puesto para comprar varias unidades de estos salazones
y llevarlas a sus lugares de origen, donde brillan por su
ausencia. Éstos suelen demandar el bonito despiezado en
filetes de lomo, para transportarlos hasta sus casas
envueltos en papel de aluminio.
Para estar tantas horas cerca del puesto de salazones,
prácticamente todo el día, los vendedores necesitan tener
buenas instalaciones y así estar en condiciones dignas para
desempeñar su trabajo. Por ello alquilan pequeñas casas
prefabricadas, las cuales arreglan a su manera. Según Juan
Fernández, estas casas no poseen electricidad, por lo tanto
no pueden conectar una nevera “para tener agua fresca por lo
menos”, por lo que aprovechó la oportunidad de nuestra
visita para pedir a la Ciudad Autónoma que les facilite los
medios necesarios para tener allí una estancia agradable.
“La colocación de luz y electricidad en nuestras viviendas
facilitaría mucho nuestro trabajo y así nos sentiríamos más
cómodos”, señaló Juan.
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