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OPINIÓN - DOMINGO 26 DE FEBRERO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

La historia del abuelo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Azaña es un personaje que aún sigue despertando pasiones. Todo cuando se ha escrito sobre él es leído con avidez por quienes no nos cansamos de saber más acerca de la II República y de unos años convulsivos que acabaron en tragedia.

La calidad comunicativa de quien fuera ministro de la Guerra y presidente de la República, fascinaba a cuantos acudían a sus mítines. Nunca ha habido un profesional de la política capaz, como él, de convencer con la palabra. Aunque como bien dice Santos Juliá en la introducción de los Diarios, 1932-1933. “Los Cuadernos Robados”, “Capaz de rendir voluntades, la palabra nunca basta para destruir obstáculos, es preciso también el poder, y hasta la fuerza. Y Azaña no anduvo sobrado de ninguno de ellos”.

Me detengo a leer la ristra de epítetos que le dedicaban y pienso en la capacidad de aguante que debió tener aquel hombre que en un santiamén era capaz de poner en ridículo al oponente más encopetado. Lo calificaron de monstruo: cobarde, afeminado, sádico, impotente, frustrado, rencoroso, frío déspota. Un demonio enviado por Dios para atentar contra los valores de la derecha, llegaron a decir algunos.

De cualquier modo, en sus diarios, de lectura necesaria para quienes deseen ahondar en la forma de ser del personaje, dejó pruebas evidentes de que con su pluma era capaz de fulminar a sus rivales. He aquí lo que escribió en su cuaderno, entre otras muchas cosas, el día 15 de agosto de 1932.

-Ha venido a verme Ciges Aparicio y me cuenta las tragedias que ocurren en El Sol. Ciges cree saber, por referencia de Mourlane Michelena, que Aznar estaba metido “hasta el cuello” en el complot, pero a primeros de junio se apartó por consejo de unos amigos. Aznar -afirma Ciges- es fascista, católico, confiesa y comulga todas la semanas. Y su azañismo en El Sol es fruto del consejo maquiavélico de Lequerica”. Otra anécdota más reflejada en el diario, con fecha 29 de agosto.

“Villanueva, director del Liberal, me escribe enviándome una carta que le ha dirigido el general de la reserva Luis Bermúdez de Castro, horrorizado porque a Sanjurjo le han vestido el uniforme de presidiario. Añade que habría sido más piadoso matarlo. Pretende Bermúdez que como Caballero de San Fernando, Sanjurjo tiene derecho al uniforme militar, y a llevarlo dentro del presidio. ¡Estos militares son extraordinarios! ¡Les parecerá un honor que su sagrado uniforme se luzca en un penal!”. La verdad es que la lectura de los diarios es una gozada de la que no debiera privarse nadie que guste de bucear en nuestra historia.

A propósito: leyendo Libertad Digital, me encuentro con que en este diario se publica la hoja de servicio del capitán Juan Rodríguez Lozano. Del que nadie se hubiera acordado de no ser el ab uelo de Zapatero. Enfocan la noticia de manera que creamos que el presidente del Gobierno ha estado ocultando que su abuelo participó en la represión de los mineros de Asturias. Y, sin embargo, consiguen un efecto bumerán; es decir, agrandar la figura del hombre tan querido por su nieto.

Resulta que Rodríguez Lozano fue un militar africanista, que salió de la guerra de Marruecos con la Cruz del Mérito Militar. Y que, además, se mantuvo fiel al Gobierno Republicano de derecha, cuando en el 34 se armó la que se armó en tierras asturianas. Pero que también supo mantener su lealtad con los gobernantes republicanos de izquierda en el 36.

No cabe la menor duda de que los tiempos son otros y, desde luego, tampoco Zapatero es Azaña. Si bien los insultos contra él van creciendo a ritmo vertiginoso. Menos mal que la historia de su abuelo es mejor que la que él nos cuenta. Que si no...
 

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