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SOCIEDAD - DOMINGO, 06 DE AGOSTO DE 2006


Moemnto de las clases terapéuticas e.p.

REPORTAJE / Terapia
 

Una forma de saber cuándo
es lunes y cuándo es jueves

Las clases de terapia creativa de Manoli Buades son pioneras en España. Los
abuelos de la residencia Nuestra Señora
de África acuden desde hace 6 años
 

CEUTA
Laura Fernández
laurafernandez@elpueblodeceuta.com

Entre los muros, casi centenarios, de la residencia de ancianos Nuestra Señora de África, un grupo de abuelos –con casi más edad que las paredes que los rodean- toca las maracas. Unos bailan, otros aplauden. Todos escuchan. La atención es soberana en las clases de Manoli Buades. La vieja biblioteca sirve de centro de rehabilitación cada lunes y jueves desde hace seis años. La profesora duda de que exista otro centro en España, de estas características, que se dedique a la estimulación a través de la musicoterapia. “Aunque esta materia suele estar orientada a enfermedades concretas, lo de unir la música y la danza con este objetivo es nuevo”, sostiene. Para los aventajados alumnos, esta sesión significa “saber cuándo es lunes y cuándo es jueves”.

Ver para contar. Cómo resumir por escrito algo que deja mudo a quien lo observa. Desde el presidente de la Ciudad Juan Vivas a la consejera de Sanidad Yolanda Bel y la viceconsejera, Celinia de Miguel, que se acercaron en una visita no oficial para comprobar, con sus propios ojos, qué estaba pasando en la antigua sala de lectura. Su sorpresa fue tal que decidieron destinar los 300 euros a la compra de material que la profesora había reclamado durante más de un año “haciendo pasillo”.

Un paso de gigante

Un pequeño paso para un político pero una pisada de gigante para un colectivo. Los ancianos pasaron de acompañar los ritmos clásicos con un par de nueces cascadas a ensayarlo con auténticas cajas chinas. De los culos de botella se saltó a las panderetas y de las arcaicas bolsitas llenas de piedras a las más sofisticadas maracas caribeñas. La monitoria sonríe. Ella misma recogió por la playa las conchas que servirían como instrumento a sus alumnos durante más de cinco años –fue en marzo de 2006 cuando les llegó el regalo de reyes tardío-. El aprendizaje de las partituras sigue haciéndose a través de las cartulinas dispuestas en el suelo. Un óvalo en verde: una palmada.

En una realidad de la que Baudillard se mofaba calificándola como “era de la simulación”, aquí nada parece ensayado. La mirada y el temple de estos alumnos son ejemplo de los propios universitarios con los que Manoli se encuentra en la Facultad de Educación, donde da clases.

“La selección de la música es fundamental”, indica la profesora. De los cuentos de Barcarola se balancea hasta los ritmos folclóricos o la música clásica. Sin dejar nunca la tierra. El ejercicio que se hace con los brazos servirá, más tarde, para que los jubilados puedan peinarse con soltura, o introducir sus extremidades en las mangas de una chaqueta sin correr riesgo alguno. Una mejor calidad de vida que muchos de estos octogenarios han logrado gracias a su constancia.

La directora

La directora del centro, Concha García de la Torre, enseña el edificio y a sus residentes. Todavía carecen de aire acondicionado y baños en las habitaciones, pero los tendrán cuando se inaugure el ya terminado edificio contiguo. Tal vez para el otoño. Ahí habrá de todo. Con el 75 por ciento de sus pensiones, -la Ciudad sufraga el resto- los inquilinos de este antiguo asilo tienen “casi todas las prestaciones”.

Un equipo compuesto por un médico, ocho asistentes técnico sanitario y doce auxiliares de clínica da cobertura a los 55 residentes.

Una cifra que se multiplicará en el nuevo hogar, situado en frente y conectado al viejo por un pasadizo acristalado. Una señora que nos acompaña pasea por el amplio pasillo, que aún no está iluminado, mientras murmura “aquí tendremos, al fin, un baño por habitación”.

Junto al personal de limpieza y cocina -23-, el centro dispone de un podólogo, un psicólogo, un fisioterapeuta, una peluquera y una monitora –de manualidades y costura-. Sin embargo, falta algo. García de la Torre reconoce que sería necesario una persona que trabajase, a diario, en una actividad de ocio con los ancianos.

Sin embargo, este tipo de tareas implican un mayor esfuerzo administrativo, ya que sus efectos no son inmediatos. Manoli dice, no obstante, que son enormes: “La rehabilitación se produce a nivel físico, psíquico –se trabaja la atención, la memoria…- y social –en el contacto con el grupo-”.

De su grupo de 24, doce son fijos y el resto fluctúa. Desde hace seis años hasta ahora, la profesora insiste en que “hay una mayor calidad de vida”. Para ellos, algunos con graves dolencias o enfermedades, el curso les ayuda a “sentirse útiles”. La motivación y autoestima que supone descubrir que uno puede agacharse para atarse los cordones o inclinarse para hacer la cama con soltura hace que los pupilos acudan cada día con más “fuerza de voluntad”. Es el resultado de una actividad que, aunque aparentemente liviana, “te deja hecha polvo”, recuerda Buades.

Mucho por hacer

De nuevo en el jardín, y mientras los residentes toman el sol de mediodia, la directora reitera los datos. Todavía hay 70 ancianos en lista de espera, una cola que no se paliará ni con la apertura del nuevo centro: “Cuando éste se inaugure, entonces, tal vez, se reforme el actual”, recuerda.

En España, donde la población envejece a ritmo europeo, las cifras indican un panorama desolador. Dos de cada diez personas está sola cuando cumple los 60 años, edad en la que aún no está jubilada. Al llegar a los 70, ya lo están cuatro de cada diez. En el caso de los ancianos mayores de 80 años, la soledad es la norma en casi un 50 por ciento de entre ellos. A pesar de esta situación, muchos de los residentes de Nuestra Señora de África se levantan cada lunes y jueves con más energía que un veinteañero. Y es que, como ya advirtió Voltaire, “el espíritu, una vez estimulado, ya no se puede parar”.
 

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