Mohamed VI y su Gobierno han
vuelto a testar a España. Si con la acción de Perejil,
Marruecos encontró una respuesta acorde al papel prevalente
de un país -octava potencia económica mundial- como el
nuestro, a día de hoy y merced a las “extraordinarias
relaciones”, los marroquíes ya saben de qué pasta está hecho
y cuán laxo es el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero.
Un Zapatero que calló, ante Jettú, y no se atrevió a
responder, la pregunta de una periodista en la comparecencia
de ayer en torno a la posibilidad de una ‘co-soberanía’ para
Ceuta y Melilla. Absurda pregunta, no obstante, pero peor,
inquietante y lánguida callada del presidente del gobierno
español.
La capacidad de respuesta de Ceuta ante un suceso de esta
magnitud ha quedado demostrada. El gran sentido humanitario
de una sociedad -como la caballa- que sabe conjugar como
nadie el verbo convivir, ha sido evidente. El arrojo con el
que los servicios sanitarios han dado pronta respuesta a la
avalancha sobrevenida, resultó encomiable. La acción
policial no evitó, sin embargo, la próxima tensión
hispano-marroquí. Cinco muertos caídos por disparos, son un
peso brutal para quién sea culpable. España calla, investiga
y analiza. Marruecos y su agencia de noticias oficial acusa
desprendidamente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado español “quienes abrieron fuego desde la ciudad
ocupada de Septa, textual.
España tendría la oportunidad de protestar formalmente a lo
largo del día de hoy, y a la cara, a sus ‘invitados’ de
excepción, pero no lo hará.
Marruecos vuelve a poner a prueba a nuestro país. Ceuta y
Melilla no han sido invitadas a la cumbre bilateral, pero
han sido ‘castigadas’ con el látigo de la presión
migratoria, alentada por la inacción ‘controlada’ del vecino
del sur en un estratégico momento.
Cinco muertos pueden dar fe de ello.
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