Aunque el mayor espectáculo del
mundo, el circo, está en plena crisis, de vez en cuando
surgen algunos circos que atraen la atención del público,
haciendo que éste llene hasta la bandera el aforo en cada
actuación Y es que, digan lo que digan, el mayor espectáculo
del mundo no puede morir.
Porque el circo no sólo lo componen ese círculo y esa lona
que cubre la totalidad del mismo y bajo cuya carpa, cada
noche, se ejecutan ejercicios bajo el lema de “ más difícil
todavía”.
El mundo en si y dentro de él cada uno de los paises en los
que se divide forman, todos ellos, los mejores espectáculos
del mundo, o sea los mejores circos con los mejores artístas
que uno se pueda imaginar, los números más imposibles que
público alguno pueda imaginar y siempre, bajo el lema de
“más difícil todavía”. ¡Que gran circo es el mundo y que
grandes artístas, todos sus pobladores!.
Estámos asistiendo, en los momentos actuales, a números de
circo imposibles de realizar, a pesar de que, cada día,
estos geniales artístas, ponen en práctica, en cada una de
sus actuaciones ,el “más difícil todavia” .
Redoblaron los tambores y el jefe de pista, con toda
seriedad, dijo: “querido público por vez primera uno de los
más grandes artistas, va a intentar, sólo ante el peligro
que ello supone, hacer bueno eso que es el lema del circo
“más difícil todavía”, realizando el número de la
remodelación de su gobierno sin estar apoyado por su propios
compañeros, que ante la peligrosidad del mismo, se han
negado a estar de acuerdo en acompañarle a hacer este
peligrosísimo número circense, en el que además quiere
colocar a su hermano.
Nos se extrañen que dentro del número montado y presto a
ejecutar por este artista esté la colocación de su hermano.
Aquí, en nuestra tierra, hay quien sin mandar nada de nada y
por tanto sin poder alguno para remodelar el gabinete,
presume de colocar a quien él desee hacerlo por un simple
fax. ¡Peazo de artista!.
Volviendo al número que intenta ejecutar, en un alarde de
“más difícil todavía”, el artista en cuestión y al que le
niegan cualquier posibilidad de acompañarlo en la
realización del mismo sus propios compañeros, sigue
ascendiendo por la escalera de cuerda hasta alcanzar la
cúpula del circo, para desde allí lanzarse al vacío en caída
libre y sin red.
El jefe de pista, mientras él iba ascendiendo, presto a
jugarse la vida, con este dificilísimo número jamás
ejecutado por otro artista, seguía poniéndole emoción en el
cuerpo a todos los espectadores que con un silencio
sepulcral observaban, sin quitar ojo, la subida del artista
hasta lo más alto del circo para desde allí lanzarse sin
red. ¿Conseguirá el éxito o se estrellará él sólo sin ayuda
de nadie?
El tambor volvió a redoblar con todas sus fuerzas, el
artista más sólo que la una se preparó para ejecutar el
salto. El público aguantaba la respiración y no se escuchaba
ni el sonido del volar de una mosca.
No se retiren de la pantalla, la solución de si conseguiría
saltar o no, después de la publicidad, aunque alguien del
público le gritó ”otros han dejado de saltar para salvar al
partido”. Lo dicho, la solución después de la publicidad.
Y todo esto porque, algunos, creen que no es el momento para
la realización de lanzarse al vacío sin red en el
peligrosísimo ejercicio llamado “remodelación del gabinete”
.
Oiga, no es mi problema ni, por supuesto, voy a animar al
artista a realizar tan difícil ejercicio, donde se juega el
todo por el todo y, más, sabiendo que no cuenta con el apoyo
de sus propios compañeros del espectáculo.
Servidor se ha limitado a sacar su entrada, como cada
quisqui, para presenciar el mejor espectáculo del mundo.
Allá cada artista con el peligroso número que quiera
ejecutar. Los espectadores, sólo tenemos el derecho a pagar
la localidad y aplaudir o abuchear dependiendo de la calidad
del número realizado.
Últimamente, se está llevando mucho el abucheo a
determinados artistas, en cada una de sus actuaciones. Y es
que, al público, no se le puede dar gato por liebre. Ni te
cuento, si se pone de moda el abucheo a determinados
artistas. La que se puede liar en cada aparición, del
artista, para ejecutar algunos de sus números.
Ese es el grave problema que padecen todos aquellos artistas
que no conocen bien al público.
El desconocimiento del público y por tanto el saber lo que
hay que darle, en cada momento, es el más grande de los
errores que se pueden cometer, porque lo que antes eran
palmas y ovaciones, hoy se han convertido en silbidos y
abucheos.
El público, normalmente, es muy respetuoso con el artista y
sabe agradecer la entrega de ellos en los números a
ejecutar. Pero lo que nunca se puede hacer, por parte de un
artista, es querer darle gato por liebre en cada una de sus
actuaciones.
El público puede ser agradecido y perdonar todo lo
perdonable, pero lo que nunca perdona, es que ningún artísta,
les pueda tomar el pelo.
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