A sus 70 años, Emilio Jalil Abumalham es toda una
institución del Derecho en Ceuta, ciudad en la que vive
desde hace 36 años. A lo largo de todo este tiempo, este
libanés ha venido ejerciendo su profesión como abogado
privado pero también como miembro del turno de oficio, una
experiencia que, confiesa, económicamente le supone “una
miseria” pero profesionalmente le permite “cumplir con una
obligación de atender y asistir a nuestros clientes con la
misma seriedad y entrega que si nos estuvieran pagando”.
No le gustan los clientes que le dicen lo que tiene que
hacer para llevar sus casos y no duda en poner los puntos
sobre las íes para que nadie interfiera en su trabajo. Por
ello, no es extraño encontrarlo en los pasillos de los
Juzgados de Ceuta riñendo a alguno de sus defendidos por
replicarle mientras él le explica la estrategia que van a
seguir o mientras le recomienda que acepte una determinada
condena, alcanzada mediante una negociación previa con la
acusación, ya sea pública o privada.
Dice que le gusta su trabajo y que siente que está “bien
considerado y muy bien tratado” pero se muestra muy crítico
con la justicia actual: “los juicios rápidos son contrarios
al espíritu de la Constitución y de la jurisprudencia. Para
mí es una decadencia de la justicia”. Asegura que esta nueva
forma de solventar los delitos o faltas de manera inmediata,
sin tiempo para estudiar el caso, es una manera clara de
fusilar la Ley, y se refiere a los juicios rápidos como “la
ley de la lenteja” porque no deja opciones al acusado.
Jalil señala, además, que esta nueva forma de hacer justicia
por la vía rápida debe contar siempre con el consentimiento
del acusado ya que “la Constitución dice que todos tenemos
derecho a un abogado y a una buena defensa”. Por ello se
muestra crítico con un sistema que no pregunta a nadie y que
le resulta “absurdo porque no es normal que, como abogado
del turno de oficio, yo acceda al atestado y, antes de tomar
declaración a mi cliente, el fiscal ya haya calificado la
situación y haya tomado una decisión al respecto”.
En cuanto al caos reinante en el edificio de Juzgados,
Emilio Jalil asegura que la culpa no es del personal que
desempeña allí su labor que está “saturado” sino de la falta
de funcionarios. Dice que Ceuta es un sitio “al que vienen
muchos jueces de fuera que, al ver la sobrecarga de trabajo
que hay, renuncian a la plaza y esto, no favorece mucho a
que la Justicia sea rápida”. Está de acuerdo en que el
Juzgado de Instrucción número 4, al que se le asignaron los
temas de violencia doméstica, es el más saturado de trabajo
y cuenta que “hay casos que llevan atrasos de hasta seis
años” pero insiste en que “no es culpa de los jueces ni
tampoco de los funcionarios ya que todos trabajan
constantemente, sin descanso”.
A pesar de estos ‘inconvenientes’, Emilio Jalil Abumalham
está satisfecho con la profesión que lleva desarrollando
desde hace 40 años y con la experiencia que este trabajo le
ha proporcionado. Una experiencia que no le ha llevado a
arrepentirse nunca de llevar ningún caso, que no le ha
causado ningún problema con ningún cliente y que le ha
llevado a vivir alguna situación como un intento de soborno,
“con el dinero sobre mi mesa”, para que dejara un caso que
iba en contra de una persona que quería haberlo contratado
para defenderlo. “Esto, lejos de preocuparme, incluso me da
un cierto orgullo porque considero que se valora mi
capacidad como abogado y que esa persona tenía miedo de
perder el caso si yo defendía a quien se enfrentaba a ella”.
Sostiene que la función del abogado no es la de mentir a
cualquier precio sino la de “buscar salidas para aliviar o
atenuar el motivo de la acusación” y tratar de alcanzar
siempre el acuerdo que más beneficie a su cliente. El
abogado debe confiar en la palabra de aquel a quien defiende
y “buscar jurisprudencias que lo puedan ayudar” aunque las
pruebas resultan determinantes para que una persona acusada
de un delito salga absuelta o sea declarada culpable.
En cuanto a la idea, un tanto pueril, de que el juez puede
hacer y deshacer a su antojo para meter en la cárcel a ‘los
malos’, Emilio Jalil asegura que su trabajo se rige por unas
leyes y normativas que no le dejan tanta libertad de
maniobra como parece: “el juez es un árbitro de la Justicia
y como persona que es, no es infalible”.
La parte final de la charla tiene como tema la pretendida
‘convivencia’ entre las cuatro culturas que existen en
Ceuta. Sobre eso, su opinión es bastante clara: “la
convivencia real es muy escasa debido sobre todo a los
asuntos de política y a las vanidades personales; para que
hubiera convivencia debería existir el mutuo respeto y la
convivencia sana”. “El auténtico político debe trabajar por
su patria y hacer cosas que no hicieran daño al conjunto del
pueblo”.
Así es Emilio Jalil Abumalham, un hombre que ejerce la
abogacía “en la más absoluta libertad” que no se deja
amedrentar por nadie y que cada noche, duerme con la
conciencia tranquila por el trabajo bien hecho.
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