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POLÍTICA - MIÉRCOLES 9 DE NOVIEMBRE DE 2005

 

POLÍTICA / DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS

Discurso íntegro del presidente de Ceuta en el Senado

CEUTA
Reproducción

local
@elpueblodeceuta.com

Señor Presidente del Senado, Señorías, señor Presidente del Gobierno, señora y señores presidentes de las distintas Comunidades Autónomas y de la Ciudad Autónoma de Melilla, señoras y señores, buenos días a todos.

Lamento la ausencia en este debate del señor Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a quien deseo, con toda sinceridad, un pronto restablecimiento.

En nombre del pueblo de Ceuta, y en relación con el accidente sufrido ayer en la localidad de Torrecuevas, quiero expresar nuestra condolencia y enviar un abrazo fraternal a esta población, a Granada y a toda Andalucía. Una región, con la que tanto tenemos en común, que la sentimos como propia.

Quiero agradecer a la mesa de esta Cámara que en la ordenación del Debate que celebramos no se nos haya tratado de manera diferente por ser Ciudad Autónoma. La decisión adoptada -que insisto, agradezco-, es una buena forma de poner en evidencia que en España somos 19 las Autonomías, aún cuando entre ellas dos tengan el rango de Ciudades con Estatuto de Autonomía.

Aún cuando, como contrapunto, debo significar dos omisiones cometidas por el señor Presidente del Gobierno en su intervención de ayer por la mañana. La primera, cuando al citar los procesos de las reformas estatutarias en curso no mencionó que en el seno de la Asamblea de Ceuta una comisión trabaja en la elaboración de una propuesta que tenga por objeto, entre otras finalidades, posibilitar nuestra conversión en Comunidad Autónoma, de acuerdo con lo previsto en la Disposición Transitoria Quinta de la Constitución; y la segunda, cuando al comentar como logro la presencia de las regiones limítrofes en las Reuniones de Alto Nivel que se celebren con terceros países, no precisó que, hasta el momento, con la excepción de Ceuta y Melilla, ya que nuestras dos Ciudades, pese a cumplir de manera inequívoca con la señalada condición, y tener, a mi modo de ver, mucho que aportar, no estuvieron presentes en una reunión de tales características recientemente celebrada.

Para evitar estas u otras omisiones, y para lograr objetivos de mayor enjundia, los ceutíes, al amparo de la mencionada disposición de la Constitución, y de manera consensuada, aspiramos acceder al rango de Comunidad Autónoma.

El Gobierno nos plantea a través de su comunicación, la conveniencia de abordar en esta Sesión las cuestiones generales relativas a la posible ampliación del ámbito competencial de las Autonomías, la revisión del marco de relación entre administraciones territoriales y la mejora de la financiación autonómica, junto con la reforma del Senado y la participación de las Autonomías en los órganos de la Unión Europea.

Según nuestro criterio, para poder opinar y debatir, con rigor y profundidad, acerca de estas cuestiones, se necesita algo más que una simple declaración de intenciones; se precisa, por el contrario, conocer de manera clara y concreta, cuáles son los criterios y posiciones que el Gobierno defiende respecto de las iniciativas de revisión que pretende impulsar.

En consecuencia, me uno a quienes desde esta misma tribuna han insistido en la necesidad de pedir al Gobierno respuestas claras y concretas, a determinadas preguntas que, guardando íntima relación con los referidos temas, están en la mente de todos, y que tienen que ver con la definición de los principios y valores que deben informar el modelo de financiación autonómica; con la determinación de posibles nuevos supuestos de cesión tributaria, sean de índole normativa o recaudatoria; con la fijación del plano en que deben situarse las relaciones de colaboración entre las administraciones territoriales; y, en fin, con la ratificación, o no, de los hechos diferenciales que merecen ser reconocidos.

En todo caso, el gobierno de la Ciudad de Ceuta coincide con quienes están solicitando responsabilidad para no dar pasos irreversibles que pongan en riesgo los principios y valores que fundamentan nuestra Constitución, y en particular, el de la solidaridad. Actuar de manera distinta supondría, en nuestra opinión, generar tensiones y desconfianzas, así como el debilitamiento del potencial de desarrollo del conjunto de la Nación. Un perjuicio para todos y un auténtico drama para la parte de España que precisa, de manera vital, del apoyo solidario del resto, bien por arrastrar retrasos históricos, bien por soportar singulares dificultades.

Solidaridad que, en todo caso, trae causa, y no puede separarse, de otros principios que asimismo fundamentan nuestra Constitución, la unidad de España, el derecho a la Autonomía, y la legítima aspiración de los ciudadanos a ser iguales. Dicho de otra forma, la solidaridad interterritorial se justifica, en el referido marco de la Unidad Nacional y del Estado Autonómico, por la irrenunciable vocación de superar las dificultades que generan desigualdad, al objeto de poder lograr que todos los españoles reciban en condiciones de igualdad los servicios públicos que las distintas administraciones prestan, con independencia de cual sea, dentro del conjunto de la Nación, el lugar de residencia. La historia nos demuestra que el desarrollo armónico, equilibrado y en igualdad, es condición básica y esencial para potenciar y fortalecer el conjunto. La desigualdad, al margen de ser injusta, conduce, tarde o temprano, al empobrecimiento generalizado.

Defendemos, por tanto, la aplicación del principio de solidaridad, por convicción y también, por qué no decirlo, por necesidad, dado que, en nuestro caso, las dificultades, retrasos, carencias y condicionamientos son de tal envergadura que sin contar con el apoyo solidario del conjunto de los españoles, sería imposible pretender alcanzar un nivel de bienestar equiparable al del resto de la Nación.

Además ésta de hoy nos parece una oportunidad, que no podemos desaprovechar para, atendida la vigencia y bondades que todos le reconocemos al reiterado principio de solidaridad interterritorial, analizar si el mismo está siendo debidamente atendido por el Gobierno de la Nación en el ejercicio de sus competencias y en cumplimiento de sus obligaciones.

Para ello, me van a permitir que utilice a nuestra Ciudad Autónoma como elemento de prueba, por razón tanto del conocimiento de que disponemos como, sobre todo, porque considero que, objetivamente y en función de las antes referidas dificultades, constituimos sin pretenderlo, un buen ejemplo. Somos en cierta forma, si se me permite la expresión, “la prueba del nueve”.

Debo, por tanto, ocupar parte de mi tiempo en señalar cuales son los rasgos característicos de Ceuta que nos habilitan para demandar, por ser de justicia, solidaridad al resto de los españoles…

Y lo hago con sumo gusto, primero porque creo estoy en el lugar adecuado y en el momento oportuno, y, en segundo término, porque, aún estando convencido de que no es el caso de esta Cámara, la realidad de Ceuta aparece en muchas ocasiones distorsionada y seriamente perjudicada. Mucho lamentaría, no obstante, que mi intervención pudiera ser calificada de localista. No es mi intención, y las razones creo haberlas ofrecido.

A estos efectos, antes de darles cuenta de los aludidos condicionamientos y dificultades, me permito decirles que, para situarnos, Ceuta es, y se siente, España por encima de cualquier otra condición, con base en muy poderosas razones históricas, jurídicas y políticas. Un sentimiento que, por ser cuestión esencial, se acentúa ante las provocaciones o las dudas; y un sentimiento que nadie debe considerar anacrónico, trasnochado, rancio o estéril, por cuanto que, al margen de otras consideraciones, hoy cumple en nuestra sociedad el importante papel de ser factor de cohesión, por significar también la voluntad compartida de participar, junto con el resto de los españoles, en un proyecto común de progreso, de bienestar, de libertad y de igualdad, por encima de ideologías, credos religiosos, orígenes étnicos o raíces culturales. Ha de quedar muy claro, por tanto, que esta diversidad demográfica no perjudica ni entorpece nuestra irrenunciable condición de ser, y sentirnos, España.

Una diversidad demográfica que, por otra parte, imprime carácter y pone a prueba nuestra capacidad de convivir:

No pretendemos dar lecciones a nadie, ni convertirnos tampoco en referente de nada, pero ha de saberse que en una ciudad con tan solo 20 kilómetros cuadrados y 75.000 habitantes, cristianos, musulmanes, hindúes y judíos hemos aprendido a convivir compartiéndolo casi todo, espacios, afectos, dificultades, necesidades y anhelos; que los ceutíes valoramos la diversidad como fuente de enriquecimiento cultural, antes que como motivo de enfrentamiento; que distinto no significa extraño, y que la clave de la convivencia, en paz y armonía, se encuentra en el respeto a las costumbres y creencias de los demás, y de todos, a las normas que, de acuerdo con nuestras pautas culturales comunes, promueven y garantizan la integración, la igualdad de oportunidades, la cohesión social, la justicia, la libertad, y la no discriminación. En suma, la democracia. Los ceutíes, todos los ceutíes, somos conscientes tanto de los riesgos como de la necesidad de cuidar - yo diría que mimar - la mencionada convivencia en paz y armonía, porque en ello, sin duda alguna, nos va el futuro.

Efectivamente, Ceuta es un territorio afectado en sus posibilidades de desarrollo por peculiares condicionamientos, físicos y estructurales, que derivan de ser extrapeninsular, frontera terrestre de Europa en Africa y, según he indicado antes, de reducida superficie.

Además, contamos con:

Una muy alta densidad de población.

Un sistema productivo que en los últimos años ha sufrido tres reconversiones muy duras en cuanto a sus efectos en la actividad económica y el empleo, y que en la actualidad es incapaz de satisfacer las necesidades de ocupación de nuestra población, especialmente de nuestros jóvenes. La tasa de paro en Ceuta es prácticamente el doble de la media nacional.

Unos servicios públicos con notables carencias en sanidad, educación universitaria, vivienda y medio ambiente.

Un alto precio del transporte marítimo, que encarece los aprovisionamientos básicos, que dificulta el desarrollo turístico y que, de alguna forma, nos aísla.

Una severa presión migratoria, que, en sus distintas manifestaciones, aumenta las necesidades en los servicios públicos de índole asistencial y, al mismo tiempo, compromete, por distintas causas, nuestra suficiencia financiera.

Condicionamientos que, tal como al principio comentaba, nos convierten en un buen ejemplo como destinatarios de la solidaridad del resto de los españoles, y que, a su vez, nos legitiman, al amparo de lo establecido en nuestra Constitución, para demandar del Gobierno de la Nación un trato consecuente con el objetivo de lograr unas condiciones de vida iguales a las del resto de España.

Un apoyo, justo y necesario, para conseguir que tales dificultades no terminen siendo un lastre de imposible superación, que el desarrollo económico de Ceuta sea un objetivo factible, que nuestra juventud tenga oportunidades de empleo y de formación, que se superen las carencias en sanidad, educación y vivienda, que los precios del transporte marítimo dejen de ser un factor de aislamiento y, en fin, que por causa de la presión migratoria no se vean perjudicados servicios públicos fundamentales.

Una aspiración que repito, además de legítima, por justa, es imprescindible para favorecer el arraigo de la población, la convivencia, la paz social y, en consecuencia, la estabilidad de Ceuta en todos los órdenes: social, político y económico.

Un objetivo, por otra parte, posible, por cuanto que, junto con las reiteradas dificultades, también concurren apreciables fortalezas y oportunidades, entre las que me permito señalar nuestra situación geográfica, el valor de nuestro patrimonio histórico, cultural y natural; los atractivos fiscales que configuran el vigente Régimen Especial - eso sí necesitado de actualización -; y la existencia de sectores productivos con posibilidades de desarrollo.

Esta es, Señorías, a grandes rasgos, la realidad de Ceuta, la realidad de una parte de España situada al otro lado del Estrecho, y respecto de la que, por las razones expuestas y al amparo del mandato constitucional, los ceutíes, sintiéndonos parte integrante de la patria común, demandamos apoyo y solidaridad, y así se lo hacemos llegar al Gobierno de la Nación, con independencia de cuales sean las circunstancias políticas del momento, por cuanto consideramos que la aspiración de ser iguales no debe depender de las aludidas coyunturas, como tampoco nuestra inequívoca voluntad de contribuir, con el mayor empeño y esfuerzo, a conseguir el mencionado objetivo.

No sería justo, ni cierto, que se imputara al actual Gobierno de la Nación la responsabilidad exclusiva de las carencias y necesidades antes señaladas, pero lo que tampoco admite dudas, con apoyo en datos y hechos, es que la llegada del actual Gobierno ha supuesto para Ceuta un frenazo y, en muchos casos, un paso atrás en el proceso que con decisión se había asumido para impulsar el desarrollo de nuestra ciudad.

Parón que queda suficientemente demostrado si tenemos en cuenta, entre otros datos:

- que la inversión pública contemplada para Ceuta en el proyecto de presupuestos Generales del Estado de 2006 es un 15% inferior a la que se recogía en los Presupuestos de 2004, último de los aprobados por el anterior Gobierno; que todavía no han sido atendidas las peticiones que la Ciudad ha planteado para incentivar el empleo y reactivar la actividad económica, en general, y comercial, en particular, algunas de las cuales fueron públicamente defendidas durante la campaña electoral por el partido que ahora sustenta al Gobierno, como es el caso de la actualización del régimen económico y fiscal, y la ampliación de las bonificaciones en las cuotas a la Seguridad Social; que en el reparto de los fondos teóricamente destinados a paliar el déficit sanitario de las distintas administraciones, los ciudadanos de Ceuta van a recibir seis veces menos que la media del conjunto nacional, y ello pese a las muchas y acuciantes necesidades que en materia sanitaria sufrimos;

- que en otra área eminentemente social, como es el empleo, y respecto de una ciudad con una tasa de paro que duplica, según he manifestado, la media nacional, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales haya tomado, en este ejercicio, la decisión de reducir en un 60% las cantidades destinadas a financiar, mediante acción concertada, determinados programas de empleo;

- que tampoco hemos conseguido del Ministerio de Educación y Ciencia una respuesta favorable en cuanto al impulso del convenio previsto para desarrollar, por ambas Administraciones, la oferta universitaria de la ciudad, lo que supone, entre otras consecuencias, aplazar, de manera injustificada y sin fecha conocida, la puesta en marcha de una iniciativa vital para ampliar el horizonte formativo de nuestra juventud y para favorecer el desarrollo económico y social; que, de igual forma, en relación con otro campo de actuación pública de capital importancia para la cohesión social, como es de la vivienda, en el proyecto de Presupuestos de 2006 aprobado por el Gobierno se recoge una reducción de un 40 % en las dotaciones que tienen por finalidad la promoción de viviendas protegidas, asimismo mediante acción concertada con el Gobierno de la Ciudad; y, en fin,

- que se hayan visto notablemente reducidos los recursos destinados a la cooperación entre ambas administraciones y para mejorar los servicios públicos de nuestra competencia. En este caso, la rebaja es también del 15 %.

Por tanto, si la inversión pública se reduce en términos globales, si no se continua de manera decidida con la tarea dirigida a mejorar los incentivos económicos y fiscales que contrarresten las dificultades objetivas que en Ceuta concurren para el desarrollo económico, si no se atienden, con la diligencia y determinación requeridas, las razonables demandas de los sectores en crisis; si no se avanza en la suficiencia y estabilidad de nuestra Hacienda; si se discrimina a la ciudad en la asignación de recursos para mejorar los servicios sanitarios y si, al mismo tiempo, se penalizan, vía minoración, las transferencias que la Ciudad recibe para atender necesidades prioritarias de índole social, como son la vivienda, la educación, y el empleo, procede concluir, de manera categórica, que, ciertamente, la llegada del actual Gobierno de la Nación ha supuesto un parón, y en muchos casos un paso atrás, en el proceso que, tiene por finalidad lograr que Ceuta alcance unos niveles de bienestar equiparables a los del resto de España.

Un cambio que, atendidas las circunstancias que en el caso concurren, debe considerarse, sin paliativos, contrario al tantas veces mencionado principio de solidaridad interterritorial, y por tanto, también ajeno al mandato Constitucional que impone su efectiva aplicación.

Nuestra experiencia nos pone en evidencia, de manera muy cruda, señor Presidente, que los hechos difieren de las palabras, porque, tal como se ha demostrado, la Ciudad Autónoma de Ceuta no ha sido destinataria de esa manera más cooperativa de gobernar que es, según dice, eje de la política del Gobierno que dirige, según dice su presidente; porque, a la vista está, el gobierno de la Ciudad de Ceuta no percibe haber entrado en una nueva dinámica de diálogo y concertación; y porque la evolución de los Presupuestos Generales del Estado, elaborados por el actual Gobierno de la Nación no son, respecto de Ceuta, un modelo de instrumento al servicio de la cohesión social y territorial.

Una actitud política cuyas verdaderas razones desconocemos, al menos nadie nos las ha explicado, pero les puedo asegurar que muchas personas en Ceuta piensan que este es el castigo por no ser del mismo color político, al igual que otras muchas opinan que la verdadera razón se encuentra en la reducida dimensión de Ceuta y, por tanto, en nuestro escaso interés electoral.

De cualquier forma, Señor Presidente, Señorías, sean éstas u otras las razones, creo sinceramente que no es la fórmula adecuada para favorecer la cohesión social y para conseguir que España siga siendo un ejemplo de solidaridad interterritorial. En particular, no es el camino apropiado para evitar el aislamiento de Ceuta, y para lograr arraigo y estabilidad en nuestra ciudad. Por ello, Señor Presidente, yo le pido, en nombre de todos los ceutíes, que su Gobierno rectifique y se involucre decididamente en el desarrollo de nuestra ciudad, por ser, repito, de justicia y en interés de todos.

Si quiere propuestas me permito recordarle las peticiones que, hace aproximadamente año y medio, el Gobierno de la Ciudad remitió a los distintos Departamentos Ministeriales, propuestas que, en todo caso, estoy dispuesto a discutir, revisar y actualizar con quien usted quiera y donde usted disponga.

Peticiones que, desde entonces, han sido planteadas varias veces, por escrito, públicamente y en los contactos personales, cada vez que hemos tenido oportunidad, debiendo, no obstante, reconocerse, que nuestra insistencia no ha tenido resultados positivos, por cuanto que, hasta el momento presente, del Gobierno de la Nación, solo hemos obtenido la callada por respuesta, salvo alguna significada excepción que merece ser reconocida.

Una clara falta de sensibilidad que resulta especialmente preocupante por afectar a la médula de la cohesión social, ya que incide en ámbitos de gestión muy relevantes a estos fines como son los casos de la promoción de viviendas protegidas, los programas para el fomento del empleo, el desarrollo de la oferta educativa y la reactivación del perjudicado segmento comercial.

Apoyo solidario, justo y necesario, que debe traducirse en transferencias, inversiones, incentivos y ayudas a la Hacienda de la Ciudad, y también en la decidida voluntad de transmitir confianza y seguridad a los ceutíes. Por eso, Señor Presidente, al servicio de la apelada confianza, le pido que cuando se le pregunte, directa o indirectamente, sobre la españolidad de Ceuta, conteste de manera positiva, como no puede ser de otra forma, y con la claridad y contundencia que cuestión tan esencial merece; que en relación con las Reuniones de Alto Nivel con países terceros y la participación en las mismas de las regiones fronterizas, a las que con anterioridad me he referido, le pido, asimismo, señor Presidente que no acepte presiones externas para excluirnos, procurando que a nuestra ciudad se dispense un trato igual al que en este ámbito reciben otras autonomías; y que en relación con la mencionada defensa de la españolidad, exijamos a los demás, a los referidos países terceros, el mismo respeto que nosotros les otorgamos.

Siguiendo hablando de solidaridad, considero necesario abordar otro asunto que a todos nos ocupa y que, sin dejar de ser de permanente actualidad, concita, en determinadas circunstancias y por la gravedad de ciertos acontecimientos, un mayor interés. El asunto es la inmigración irregular, y las circunstancias, las graves y dramáticas situaciones recientemente vividas en los perímetros fronterizos de Ceuta y Melilla.

Por razón del tiempo disponible no me voy a extender mucho, pero sí deseo dar nuestra versión desde la posición singular que confiere vivir el fenómeno, y sus consecuencias, en un territorio que, además de ser extrapeninsular, es frontera terrestre de España y de Europa, en Africa.

La primera de estas reflexiones es, a mi modo de ver, irrefutable. Tal como acertadamente ha puesto de manifiesto el señor presidente de la Junta de Andalucía en su intervención de ayer, el fenómeno y sus derivadas, positivas y negativas, a todos nos incumbe, no siendo, por tanto, admisible que nuestras dos ciudades fronterizas, por el hecho de serlo y como consecuencia de la apuntada presión, vean lastradas sus posibilidades de desarrollo y aumentadas las ya muy notables carencias en servicios públicos fundamentales. La justicia, y la tantas veces mencionada solidaridad, demandan y aconsejan, en este caso también, un equitativo reparto de las cargas.

Por tal motivo le solicito, Señor Presidente, que por parte de su Gobierno se adopten, con urgencia, las medidas necesarias para, por un lado, ampliar las dotaciones en los servicios públicos que, siendo competencia de la Administración del Estado, se ven afectados por el fenómeno de la inmigración irregular, así como, por otro, compensar a las Ciudades Autónomas por los mayores gastos que, en servicios de nuestra competencia, nos supone la atención a los inmigrantes irregulares, cualquiera que sea la condición y origen de éstos.

Considero igualmente que la inmensa mayoría de las personas de buena fe, diría que la totalidad, coinciden en que una más justa distribución de la riqueza en el mundo, y la extensión generalizada de la paz, la libertad y la democracia, son factores que, además de deseables, resolverían en gran medida la problemática existente, pero también debemos reconocer que, hasta tanto se logren tan nobles y justificadas aspiraciones, las fronteras deben seguir cumpliendo eficazmente su función, en relación con ésta u otras contingencias; lo que significa que el Gobierno de la Nación tiene la prioritaria e inexcusable obligación de garantizar la seguridad e inviolabilidad de las mismas, para cuyo fin debe emplear cuantos medios técnicos, materiales y humanos sean precisos.

Con igual empeño debemos emplearnos en garantizar los derechos humanos de los inmigrantes y en evitar las tragedias humanas que en torno a la inmigración irregular se producen. Así lo manifiesto en nombre de todos los ceutíes...

Un pueblo que, con su comportamiento diario y desde hace mucho tiempo, ha dado muestras de ser tolerante y solidario.

Como también creo deben compartir conmigo que resulta muy necesaria la colaboración de los países de procedencia y de tránsito, que han de endurecerse las penas para castigar a quienes se dedican al tráfico de personas, que las normas reguladoras de la inmigración y, en particular, los procesos de regularización, deben ser uniformes en toda la Unión Europea, evitando la adopción de iniciativas unilaterales que provoquen un “efecto llamada”, y que la citada Unión Europea debe tener una mayor implicación, financiera y de cualquier índole, en la consecución de los señalados objetivos.

Haciendo un inciso, me parece apropiado poner de manifiesto, ahora que nuevamente tanto se está hablando de revisar la financiación autonómica no debe quedar, una vez más, aplazada la imperiosa necesidad de potenciar la capacidad financiera de las entidades locales, y ello en consonancia con el importantísimo ámbito competencial que las mismas tienen encomendadas. Por tener la Ciudad de Ceuta, como bien saben sus Señorías, la doble condición de autonomía y entidad local, comprendemos muy bien las dificultades económicas de éstas, la estrecha relación que existe entre cercanía de las demandas ciudadanas y eficacia en las respuestas de la administración, y la importancia que para la calidad de vida de los ciudadanos tienen los servicios que prestan los ayuntamientos.

Señorías, Señor Presidente, ya termino, y lo hago como empecé, poniendo de manifiesto que, pese al tiempo transcurrido, sigue sin aplicarse la Disposición Transitoria Quinta de nuestra Constitución, en virtud de la cual Ceuta puede acceder al rango de Comunidad Autónoma.

Hoy, tal previsión es aspiración unánimemente asumida por todos los partidos políticos con representación en nuestra Asamblea, que esperamos concretar en una propuesta también consensuada.

Un objetivo, legítimo, posible y constitucional; que, debe reconocerse, ha adquirido actualidad y notoriedad por causa del proceso abierto por el Gobierno de la Nación; que se plantea tras diez años de rodaje del vigente Estatuto de Ciudad Autónoma; y que, ha de quedar claro, pretende básicamente corregir ciertas disfunciones, mejorar nuestra estructura orgánica, asumir algunas nuevas competencias y, sobre todo, reforzar más, si cabe, nuestra tantas veces mencionada condición esencial: ser y sentirnos España.

Una condición acertadamente calificada de esencial, que, como decía al principio, se fundamenta en muy poderosas razones históricas y jurídicas, y un sentimiento patriótico que debemos expresar sin complejos ni dudas, y que tampoco debemos considerar rancio, trasnochado o inútil, porque también, como antes decía, supone una voluntad compartida de participar, con el resto de los españoles, en un proyecto común de prosperidad, libertad y bienestar. Una voluntad sentida por todos los ceutíes con independencia de cual sea su ideología, credo religioso u origen étnico.
 

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