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OPINIÓN - MIÉRCOLES 9 DE NOVIEMBRE DE 2005

 

OPINIÓN / EL OASIS

Fernando Savater
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo veo anunciado como conferenciante en el V Congreso Nacional sobre Inmigración, Interculturalidad y Convivencia, y acudo al Hotel Tryp dispuesto a disfrutar de su palabra. Cierto: es una gozada oírle exponer sus pensamientos y mucho más de qué manera suele responder a las preguntas que le hacen. Es un lujo de orador y un tipo que en cuanto hablas con él te gana para siempre.

Fernando Savater tiene la enorme facilidad de conectar con la gente. Seduce y encanta en cuanto abre la boca, y no precisamente para decir tonterías. Y recuerdo algo que le he leído en Política para Amador:

-La primera obligación de los jóvenes es la misma que tienen los más adultos y hasta los viejos, si me apuras: aprender. Quien no sabe puede tener arrebatos pero no aciertos...”.

Lo dice alguien que nació ya con la idea fija de leer hasta el fin de sus días y que no tuvo más remedio que escribir para ganarse la vida. Por tal motivo, reconoce que no le entra en la cabeza el que otros desdeñen la lectura. Cualquier clase de lectura: si bien él se ha atiborrado de Kafka, de Borges, de Nietzsche...

La quinta planta del hotel estaba de bote en bote. Había expectación por ver al filósofo que es más conocido por los cojones que le viene echando a ETA que por su obra. Un reduccionismo que él acepta, pero que en el fondo le permite decir que la gente no tiene la obligación de preocuparse por la filosofía, pero sí por el país en que vive. Aun así, él sabe, sobradamente, que las conferencias son fundamentales para que lo conozcan mejor y procura por todos los medios meterse a la gente en el bolsillo desde que pone los pies en el estrado. Lo cual consigue con la autoridad que confieren los saberes y la maestría de explicarlos como si estuviera en plaza pública, rodeado de personas ávidas de ser instruidas.

El maestro ha venido a hablar de algo que titula así: La única y variada humanidad. Pronto nos dice que los conflictos se solucionan buscando cosas en común. Echando mano de las semejanzas y no jodiendo la marrana con las diferencias. Lo de joder la marrana me corresponde a mí, pero Savater tampoco tendría inconveniente en expresarse de esa manera. De ahí que en un momento determinado, con el público entregado a su charla, dijera que el mestizaje es el mejor antídoto para combatir las diferencias, y recordó lo recomendado un día por Octavio Paz al respecto: “Follar es el mejor remedio para entenderse”.

Salpicadas de anécdotas, de comentarios jugosos, de exposiciones tan claras como sencillas y aleccionadoras -con lo difícil que es eso-, la conferencia fue transcurriendo en medio de un embobamiento general. Con los asistentes entregados al verbo sabio de un maestro que es de los que prefieren aguantar antes a malvados que a tontos. Porque le sigue pareciendo que los primeros suelen descansar, a veces, pero los segundos no se toman el menor respiro.

Llegado el momento de las preguntas al filósofo, tuvimos que soportar la parte negativa del acto. Porque los preguntadores más que inquirir con brevedad lo que hicieron fue darnos cada cual una conferencia para que supiésemos lo mucho que ellos sabían de lo que se estaba tratando. Y pudimos comprobar otra de las virtudes del conferenciante: su enorme paciencia. Su capacidad para soportar a quienes no tienen sentido de la medida. ¿Tontos? No. Ingenuos dispuestos a echar horas extras cuando cuentan con una platea desde la cual darse a conocer. Para mí que el moderador debió aliviarnos en parte de semejante carga. Mas no fue así. Y sólo nos cabe decir que la alegría nunca es completa. Ni siquiera oyendo a Savater.
 

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