Farid Mohamed Al Lal, uno de los cuatro yihadistas detenidos
por la Policía Nacional el pasado sábado en Ceuta, contaba
con tres antecedentes por uso y tenencia ilícita de armas de
fuego y lesiones. Los investigadores creen que pudo iniciar
su proceso de radicalización hacia el integrismo salafista
durante su breve estancia en prisión, adoctrinado por otros
reclusos.
Sin duda, antes del operativo del sábado, Mohammed Al Lal ya
era un viejo conocido de la Policía por su gatillo fácil. En
2007, cuando tenía 31 años, llegó a efectuar con una
metralleta más de 20 disparos contra los integrantes de una
patrulla que realizaban una actuación policial en el barrio
de El Príncipe, donde tiene fijada su residencia. No debió
permanecer mucho tiempo entre rejas, porque el 29 de
diciembre de 2010 fue nuevamente detenido por las Fuerzas de
Seguridad del Estado. El arresto se practicaba 48 horas
después de que Farid Mohammed tiroteara en las piernas a dos
personas de la misma familia, concretamente primos, en la
misma barriada. El móvil, al parecer, fue la venganza. Allí,
en El Príncipe, desde hace años este individuo tiene
atemorizado a los vecinos por sus innumerables altercados y
reyertas.
En el momento de la detención de 2010, Farid Mohammed
llevaba una pistola y munición oculta en el cinturón y opuso
fuerte resistencia. Hasta el punto de que los agentes
tuvieron entonces que emplearse a fondo e incluso realizar
varios disparos al aire con fines intimidatorios.
Los hechos demuestran que ya entonces se desenvolvía bien en
el mercado negro para adquirir armas. Sorprende que se
encontrara en libertad. En cualquier caso, es más que
probable que el delincuente Farid comenzara su proceso de
radicalización islamista en algunas de sus breves estancias
en prisión, adoctrinado por reclusos que cumplían condena
por actividades relacionadas con la práctica de la yihad.
En los últimos años, numerosos centros penitenciarios se
habían convertido en lugares de adoctrinamiento . De tal
forma que individuos procedentes en su mayor parte de países
musulmanes que entraban por delitos comunes, salían, una vez
cumplida su condena, dispuestos a integrar células
terroristas. De ahí que el Gobierno pusiera en marcha un
plan contra esta radicalización en las cárceles dirigido a
aislar a los potenciales adoctrinadores del resto de la
población susceptible de atender sus discursos salafistas.
Nexo yihad-delincuencia
El caso de Farid Mohammed Al Lal demuestra, también, la
creciente vinculación entre redes yihadistas y la
delincuencia común e incluso el crimen organizado. Entre
otros motivos, porque estas células buscan en el tráfico de
droga una fuente de financiación, y compran armas en el
mercado negro. Ante esta realidad, el Gobierno aprobó el
pasado mes de octubre la creación del Centro de Inteligencia
contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO).
Durante la jornada de ayer, agentes de la Comisaría General
de Información siguieron con los interrogatorios a los
cuatro yihadistas, todos de nacionalidad española y origen
marroquí. Tratan de averiguar si ya tenían un objetivo
concreto para atentar, y si habían puesto fecha para
ejecutarlo. Los investigadores analizan, además, la
documentación incautada.
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