Los expertos llaman a este fenómeno radicalización exprés.
Jóvenes musulmanes de familias moderadas se están
transformando –en cuestión de semanas y gracias únicamente a
los contenidos radicales que consumen a través de las redes
sociales en la intimidad de sus hogares– en peligrosos
combatientes dispuestos a entregar su vida por el islam. Las
menores parecen especialmente vulnerables a esta tendencia y
Ceuta es la zona de España más contagiada por esta pandemia.
A algunas de estas chicas les mueve su compromiso con el
islam más radical y aspiran a colaborar en la construcción
de ese nuevo estado de forma desinteresada, como si fueran
trabajadoras humanitarias. Sin embargo, otras adolescentes
quedan fascinadas por causas más simples. “Creen que van a
encontrar allí al hombre de sus sueños. Que van a poder
casarse con uno de sus barbudos de ojos azules que tienen
perfil en Facebook”, explica un agente de la lucha
antiterrorista. “La situación en la que se encuentra Ceuta
favorece esa ilusión”, puntualiza este funcionario. La tasa
de paro juvenil en la ciudad supera el 70%. “Los chicos no
tienen dinero para casarse. Las jóvenes que quieren formar
una familia ven en Siria una buena forma de tenerla”.
El resto de circunstancias sociales de la ciudad autónoma
sólo agrava el problema. La formación de las menores no es
precisamente las más idónea para contrarrestar
intelectualmente las tentaciones que plantea el islamismo
radical. Ceuta es la demarcación de España con mayor tasa de
fracaso escolar. El 47% de los jóvenes abandonó los estudios
sin conseguir el graduado de la Educación Secundaria
Obligatoria.
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