También detalla que estos presos “manifiestan críticas
victimistas de la marginación y opresión que dicen sufrir
provenientes de Occidente”, “demuestran interés por
testimonios” de actividades terroristas, y comienzan a
prestar atención a su preparación física, “el culto al
cuerpo”, para “desarrollar destrezas y técnicas que pueden
ser más tarde utilizadas en su lucha”. También es habitual
que empiecen a participar “en actividades tendentes al
aumento de la cohesión del grupo” con charlas sobre religión
o la actualidad del mundo musulmán, y busquen ocasiones
“para promover la oración colectiva” y alejar a los otros
internos de los imanes que no profesan su radicalismo
religioso.
Respecto a la apariencia externa, estos reclusos comienzan a
llevar “el pelo corto, el bigote rasurado y la barba larga”,
además de presentar “señal en la frente” fruto de los rezos.
También “utilizan ropa específica limpia para el rezo” y
pasan a utilizar “indumentaria tradicional árabe” en el día
a día “con pantalones por encima de los tobillos”. En este
sentido, cuando practican deporte, evitan el uso de pantalón
corto. Respecto a sus celdas, comienzan a mantenerlas
“limpias y ordenadas” y pasan a poseer una alfombra para
rezar “que doblan y guardan de forma cuidadosa en lugar
adecuado”. Incluso usan “útiles para el rezo que purifican”
y colocan “textos, mensajes, normalmente extraídos del
Corán, utilizando caligrafías islámicas”. No es extraño
tampoco que posean “uno o varios ejemplares del Corán que
sitúan en lugar preeminente y protegido”, que evitan “que
los funcionarios u otros reclusos no musulmanes (infieles)
puedan tocarlo”.
Así mismo, el informe resalta que estos presos que están
dando el paso hacia el radicalismo “manejan libros y
publicaciones religiosas con tendencia ‘wahadista’
[interpretación rigorista del Corán]” y en sus celdas
“pueden aparecer textos, fotografías y carteles de apoyo a
grupos o líderes extremistas”. También suelen tener “audios
con cánticos y discursos religiosos de tendencias
extremistas” y sus ayunos no se limitan al Ramadán. En sus
relojes suelen sonar cinco veces al día las alarmas
específicas para las horas de rezo y se pasan a la dieta
vegetariana “al no fiarse de que la comida adaptada para los
musulmanes haya sido sacrificada conforme a sus ritos o no
se haya contaminado con grasa de cerdo con el instrumental
utilizado para cocinar o en el reparto de la misma”. Incluso
“exigen con vehemencia que su comida sea confeccionada y
repartida por creyentes musulmanes”.
Amenazas verbales y físicas
Respecto a la rutina cotidiana, estos presos “aumentan su
aislamiento voluntario respecto de los internos no
musulmanes”, “juzgan el comportamiento de otros musulmanes”
y comienzan a mostrar “sentimientos de superioridad” respeto
a otros creyentes que consideran laxos en sus costumbres.
Incluso, “amenazan, menosprecian, atacan verbal e, incluso,
físicamente al resto de musulmanes” a los que llegan a
imponer “la participación en las prácticas religiosas y en
sus rituales”. También “verbalizan y expresan conflictos con
el personal femenino” de los centros penitenciarios donde
están recluidos. Las órdenes que proceden de ellas las
“ignoran y desobedecen”.
Respecto a sus familiares, en sus visitas o comunicaciones
les instan a practicar el rezo, invitan a éstos a enviar a
los menores a las escuelas coránicas y a los adultos a
acudir a la mezquita. También “obligan a sus familiares a
recitar y escuchar el saludo musulmán en sus comunicaciones”
y “expresan su deseo de que sus esposas no trabajen y no
salgan solas a la calle”. Además, “en sus conversaciones,
reiteran sus críticas a Occidente y su cultura”.
Por último, estos internos radicalizados “buscan en los
medios de comunicación información, mensajes y contenidos
referidos al islamismo radical, la violencia terrorista,
armas, técnicas de combate y datos actualizados sobre los
conflictos, guerras o atentados”. Además, “en sus cartas y
en sus conversaciones insisten en la degradación moral y la
decadencia de Occidente” y acusan a los medios de
comunicación de “manipulación [...] por dar una imagen
negativa del Islam y de los musulmanes”. Por último, el
documento destaca que es habitual que realicen “comentarios
victimistas ‘sobre la marginación de los musulmanes en el
mundo”.
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Indicios de radicalización en la cárcel
Alerta que los presos “comienzan
procesos intensos de práctica religiosa individual,
asumiendo de forma rigurosa y estricta el cumplimiento de
las pautas, ritos y comportamientos de la religión
musulmana” . En este sentido, destaca que dejan de ver la
televisión, oír música y fumar al considerarlos “elementos
impuros”.
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Pelo corto, bigote rasurado, barba larga
Respecto a la apariencia externa,
estos reclusos comienzan a llevar “el pelo corto, el bigote
rasurado y la barba larga”, además de presentar “señal en la
frente” fruto de los rezos. También “utilizan ropa
específica limpia para el rezo” y pasan a utilizar
“indumentaria tradicional árabe” en el día a día “con
pantalones por encima de los tobillos”.
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