El terrorismo islamista preocupa, y mucho, al Ministerio del
Interior. Tanto, que el pasado viernes puso en marcha un
nuevo programa para detectar y prevenir el radicalismo
religioso en las cárceles españolas, donde hay ya 6.778
internos que profesan la religión musulmana. Según el
documento confidencial de Instituciones Penitenciarias “en
la actualidad, son objeto de especial observación y
seguimiento 40 internos” encarcelados por delitos comunes y
de los que se sospecha han dado ya el paso hacia el
yihadismo dentro de las prisiones de nuestro país. El
informe ha sido elaborado para actualizar las medidas que
hasta ahora se aplicaban “para detectar e impedir eventuales
procesos de captación y radicalización en el interior de los
establecimientos penitenciarios”. Para ello, los expertos de
prisiones han elaborado una lista de 34 “indicios” para la
pronta identificación de los reclusos que se han convertido
en peligrosos extremistas religiosos.
El documento de Prisiones sobre “actualización del programa
de intervención con internos islamistas en centros
penitenciarios” destaca que “en estos momentos, el
terrorismo yihadista se ha convertido en una auténtica
amenaza global para las democracias occidentales” y que esta
“realidad testaruda” obliga a España y a “los países de
nuestro entorno” a tomar medidas para evitar “la
radicalización violenta germen de futuros terroristas”. Un
proceso que encuentra en las cárceles “un entorno propicio
para procesos de captación por parte de internos radicales
de personas proclives a la utilización de la violencia, así
como para que algunos internos justifiquen su hostilidad
contra los valores imperantes en los Estados democráticos”.
Por ello, Instituciones Penitenciarias ha decidido poner al
día las medidas de control que desde hace años aplicaba
sobre determinados presos y que el nuevo documentos divide
en “dos tipos”. Por un lado “los internos procesados o
condenados por su vinculación con el terrorismo islamista”.
Por otro, internos implicados en otros delitos “en los que
se aprecien actitudes o conductas afines al integrismo
radical”. Entre estos últimos hace, a su vez, una
subdivisión en la que destaca la presencia de “líderes
radicales que ejercen de captadores o reclutadores”,
aquellos que colaboran con éstos y les dan apoyo, llegando a
utilizar “la amenaza y la violencia contra otros internos en
su labor de apoyo a la captación”. Y, por último, los
“internos musulmanes que por su personalidad pueden ser
manipulados y radicalizados”.
1.500 internos bajo control
Es en la prevención de este último proceso en el Interior
quiere centrar el esfuerzo de los funcionarios de prisiones.
De hecho, el informe destaca que desde que se puso en marcha
en su día la primera versión del programa de control “han
sido objeto de estudio más de 1.500 internos musulmanes no
ingresados por delitos de terrorismo, cuyo comportamiento en
prisión, en algún momento, se ajustaba a alguno de los
indicadores” que detalla el manual. Un proceso de control
que en la actualidad se concreta en 40 internos, de los que
destaca que la mayoría son originarios de Marruecos (hay
4.829 presos de esta nacionalidad en España) y Argelia
(550). “Si se tienen en cuenta las características de sus
delitos, el 80% son de motivación económica {en referencia a
delitos contra la propiedad, como robos] y el 20% restante
de carácter violento”.
Interior asegura que esta radicalización en las cárceles se
potencia en España tanto por la “alta concentración de
internos musulmanes procedentes del Magreb y Marruecos” como
por “la tolerancia y permisividad en las cárceles españolas,
consecuencia de interpretaciones flexibles de la libertad
religiosa y su plasmación en la legislación penitenciaria”
que, en su opinión, “propician el desarrollo del
proselitismo”. Además, considera que también influye que en
los mensajes de los yihadistas aparezcan como
“reivindicaciones históricas” reclamaciones territoriales
sobe Al Andalus “mediante la anhelada recuperación del
Califato de Córdoba, y de las ciudades autónomas de Ceuta y
Melilla”.
Por todo ello, Instituciones Penitencias ha procedido a
actualizar la relación de “indicios de radicalización en el
medio penitenciario” para detectar estos procesos que “no
resulta fácil” de descubrir. Por ello detalla hasta 34 de
estos ‘síntomas’ que divide en “generales”, “de apariencia
física y organización de la celda”, “de comportamiento
social y rutina cotidiana”, de “actitud con sus familiares”
y de “interés por los textos y libros religiosos”. Así,
entre los primeros, alerta que los presos que entran en
estos procesos de extremismo religioso “comienzan procesos
intensos de práctica religiosa individual, asumiendo de
forma rigurosa y estricta el cumplimiento de las pautas,
ritos y comportamientos de la religión musulmana, pese a que
antes no eran practicantes o su apego a la religión era
escaso”. En este sentido, destaca que dejan de ver la
televisión, oír música y fumar al considerarlos “elementos
impuros”.
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