Las mujeres de Arcos Quebrados siempre tienen en su bolso un
par de zapatos de respuesto porque los que llevan puestos
acaban llenos de polvo, o barro en los días de lluvia,
cuando terminan de atravesar las calles de la barriada. “Nos
da vergüenza ir así hasta el centro porque parece que no
vivimos en Ceuta”, cuenta Nasiha indignada. Ella recuerda
que paga sus impuestos, como el resto de los ceutíes, pero
cuando sale de su casa tiene que atravesar calles de tierra,
tiene al lado una escombrera y no puede pasear por miedo a
las ratas o serpientes. “Hace tres años pasó por aquí el
presidente y nos prometió que iba a arreglar la barriada,
pero lo único que han puesto han sido unos bloques en la
cuesta porque iban a rodar aquí una película”, explica
refiriéndose a los bloques de hormigón que hay en el camino
repleto de curvas que baja desde su casa hasta la rotonda de
la carretera de la frontera. Un camino en el que hay farolas
sin luz. “En invierno salgo a esperar a mi hija porque me da
miedo que suba por este camino a oscuras”, dice esta vecina.
Ella, junto con sus vecinas, son una muestra de mujeres
coraje. No se resignan a ser ciudadanas de segunda, como se
sienten ahora, y exigen una intervención urgente.
El pasado jueves EL PUEBLO visitó la barriada junto a la
diputada no adscrita Fatima Hamed y pudo comprobar la
situación de las familias que viven allí. En la parte alta
de la barriada, los cables son parte del paisaje, ya que se
encuentran a apenas dos metros sobre el suelo. Bajo ellos
juegan los niños, ajenos al peligro y sin otra alternativa.
Mientras, en las casas se encuentran mujeres que miran con
recelo la posibilidad de que el asfalto llegue a a la zona.
Para Meca, las calles, con continuos socavones y baches, se
han convertido en una barrera insalvable y al preguntarle
cuánto tiempo lleva sin salir a dar un simple paseo, se le
inundan los ojos. Esta mujer lleva diez años sin salir. Una
situación a la que en Arcos Quebrados no se resignan.
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