Cuando la memoria falla, sentirse en familia es
reconfortante y poder volver a aprender lo olvidado es un
logro incomparable. Por eso, los usuarios del centro de la
Fundación Gallardo hablan de satisfacción y de
agradecimiento. En sus salas la alegría se respira y el buen
ambiente envuelve a todo el que entra. Pero hay un peligro:
¡Las meriendas! Y así lo dice divertida Pilar, una de las
mujeres del grupo que acude al centro los viernes por la
tarde. Allí, además de actividades de ocio, trabajan e
incluso se encargan de preparar las meriendas. Todo cuenta
cuando se trata de mantenerse activo y recordar hasta los
pequeños detalles, como colocar un mantel. Cuando se les
pregunta cómo se encuentran allí, todas lo tienen claro y
señalan que las tratan “muy bien”. Mercedes asegura que
nadie la ha tratado tan bien. “Son extraordinariamente
buenos, atentos, cariñosos y competentes”, señala
refiriéndose al equipo del centro. A su lado, Carmen comenta
que ya hacía falta un centro así en la ciudad y María Jesús
lo corrobora: “Lo mejor que he hecho ha sido apuntarme”. Las
amistades y estar con los compañeros es un aliciente
imprescindible y Violeta lo destacaba, para decir como le
gusta “aprender cosas olvidadas”.
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