En tres semanas en marcha, el Centro de Prevención de la
Dependencia de la Fundación Eduardo Gallardo ha movilizado a
más de cincuenta personas que ya se han convertido en sus
usuarios. El objetivo era atender a 50 personas y ya se ha
superado, por eso se trabaja para diversificar los talleres
y ampliar así el número de usuarios. Los talleres están casi
al completo, pero siguen llegando personas para sumarse a
esta iniciativa, ya que el cupo no es cerrado y los usuarios
se van renovando. En el centro, además de la estimulación
cognitiva se trabaja la estimulación social, lo que hace que
los usuarios se sientan como parte de una familia. El
trabajo es parte de la dinámica y con ello pretenden borrar
la idea de que pueda ser un centro del mayor. Allí la
actividad es la filosofía y la participación,
imprescindible.
Cuando llega un usuario, el trabajador social es el primero
que lo atiende para hacer una valoración sobre diversos
aspectos de su vida, mientras que a continuación el
enfermero valora el estado de salud y por último el
psicólogo. Con todos los datos se hace un informe previo
sobre el que luego se comprueba la evolución de los
pacientes. Muchos de ellos acuden al centro para trabajar en
prevención, mientras otros, con enfermedades neurológicas
detectadas, realizan un trabajo de estimulación para
mantener su nivel cognitivo.
Los cinco objetivos fundamentales de este centro son la
prevención de la dependencia y promoción de la autonomía
personal; mejorar el bienestar físico, psíquico y mental de
las personas mayores, ayudar a paliar los deterioros
cognitivos y neuronales leves en personas adultas; tratar la
autoestima y la prevención contra la enfermedad del
Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas; y atender
a los enfermos de Alzheimer y otras demencias en estadio 1.
Además, en el centro también se ofrece atención a las
familias, y muy especialmente a los cuidadores, a través del
psicólogo.
El trabajo es cíclico para no caer en la monotonía, como
explica el director del centro, Jesús Perea. Por ello se
pretende que los usuarios trabajen en torno a tres meses en
el centro y luego desde casa un tiempo, para así poder
recibir también a más personas. No obstante, el seguimiento
es continuo y los trabajadores están en contacto directo con
los usuarios para ver también cómo desarrollan el trabajo
desde casa. Tras tres semanas, la respuesta ha sido muy
positiva y así lo traslada Perea, para explicar como ya se
trabaja para llevar las actividades al exterior.
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Los usuarios, activos e implicados en todas las actividades
del centro
La característica de los usuarios
del centro es que todos son activos. Y es que, así lo
requieren los talleres. Todo tiene un objetivo para
estimular a las personas que acuden al centro. Desde una
charla hasta una merienda, cualquier actividad moviliza a
los usuarios. Lorena Miranda ha sido una de las invitadas de
honor que el centro ha tenido en las poco más de tres
semanas que lleva en marcha. La joven waterpolista ofreció
una charla a los usuarios, que luego tuvieron que hacer un
ejercicio de memoria para recordar qué les había contado
Miranda. A la hora del desayuno y la merienda todos tienen
que participar, cada uno tiene una misión y cada día esta es
distinta: poner la mesa, cortar la fruta, poner el pan...
Además, se están preparando actividades en el exterior en el
que los propios usuarios serán los encargados de guiar a sus
compañeros en visitas que pueden ir al museo, San Amaro, o
la plaza de África.
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