Algunos de los supervivientes del Guadalete que quedan con
vida se han reunido estos días en Ceuta con motivo del
homenaje que les han rendido. Un reencuentro de emociones
encontradas: La alegría de volver a verse y la tristeza de
recordar una tragedia que ninguno ha podido olvidar. No
obstante, ninguno se ha querido perder un homenaje que llega
para saldar una deuda “muy emocional”, y así lo reconocía
ayer el capitán Pedro Miranda, que aquel aciago 25 de marzo
de 1954 era oficial del dragaminas Guadalete.
“Yo pienso todos los días en los que murieron, algunos más
fuertes que yo y no comprendo como ellos murieron y yo me
salvé, y lo agradezco siempre”, confesaba Miranda para
compartir como fueron los últimos instantes a bordo del
Guadalete. “El barco estaba ya con una inclinación muy
grande, prácticamente hundido, tumbado sobre estribor, y
parecía imposible poder salir”, relataba, pero este hombre
no estaba dispuesto a no luchar: “Yo les dije a mis
compañeros que allí no se quedaba nadie. Sólo estábamos
tres, el comandante, el segundo y yo, y les dije, si tenemos
que morir, moriremos ahogados, pero no aquí encerrados”.
Creyeron que era imposible, pero siguieron a Miranda, que
buceó para salir del barco y guió a sus compañeros.
“Inmediatamente después se hundió el barco”.
Nada más salir de Ceuta habían comenzado las dificultades.
Miranda contaba como casi enseguida fue difícil gobernar el
barco. Ayer, todos los supervivientes coincidían en que el
accidente se podría haber evitado, porque ante la fuerza del
temporal el buque no debería haber salido. Pero ante las
órdenes, ellos cumplieron.
Jorge Vázquez, que llegó desde Barcelona, era telemetrista
en el Guadalete. Para él, el homenaje es tardío. “Hubiera
habido más supervivientes si se hubiera hecho en su tiempo”,
lamentaba para asegurar que ha sido una satisfacción poder
reencontrarse con sus compañeros. Eumenio Prieto, el único
superviviente que reside en Ceuta, ha vivido muy de cerca
este homenaje después de contar su historia hace un año para
EL PUEBLO.
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