Rapidez es igual a dinero. Este es la única verdad que
impera para los porteadores en el polígono del Tarajal.
Todos ellos buscan la fórmula para pasar cuanto antes a
Marruecos y volver al polígono para realizar el mayor número
de pases posible, lo que se traduce en más beneficio al
final del día. Las cada vez más altas comisiones por cada
porte llevan a estas personas a arriesgar más, a ir al
límite, y todo con el objetivo de llegar antes. Por ello,
intentan ‘colarse’ por la frontera, a pesar de que saben que
por ahí es más difícil pasar bultos grandes. Pero les da
igual, si les sale bien, tendrán un amplio beneficio. Buscan
los resquicios, cambios de turno, esconder los bultos en una
silla, maleta o carrito... todo con tal de poder pasar por
la frontera y ahorrarse horas de colas a través del Biutz,
cuyo horario también es limitado.
A diario, en el paso fronterizo se encuentran escenas
impensables. Personas con discapacidad se sientan sobre
grandes bultos que llevan en el asiento de su silla de
ruedas, otros andan con muletas y bultos mayores que su
propio peso a la espalda. Los porteadores no entienden de
capacidad física, estado de salud o edad de jubilación. Son
centenares de mujeres mayores las que pasan a diario por la
frontera con enormes bultos. Curiosamente estas ancianas son
las que más peso llevan en la mayoría de los casos. Saben
que no pueden pasar con tanto peso por la frontera, pero
prueban y cuando las paran intentan negociar, que las dejen
pasar. Pero los controles se han recrudecido.
El delegado del Gobierno, Francisco Antonio González Pérez,
ya avisó el pasado viernes que no se permitiría pasar a
personas con bultos de más de 20 kilos o cuyo volumen
superara las medidas que van de la nuca a la cintura.
Tampoco se iban a tolerar las aglomeraciones de gente,
aunque ayer se formaron algunas en la frontera. En el paso,
los guardias civiles se esforzaron en seguir a rajatabla
estos parámetros y fueron muchos los porteadores que
apartaron de la fila de la frontera para dirigirlos hacia el
Biutz. En sus caras se veía la resignación, y pedían
explicaciones a los agentes. Sin embargo, no podían más que
darse la vuelta o perder su mercancía.
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