El pasado viernes se celebró la festividad de nuestro patrón
San Urbano. En su honor se llevaron a cabo una serie de
actos dirigidos por la jefatura de la Policía Local.
Precedido de una misa, llego la tantas veces cuestionada
entrega de condecoraciones, recompensas y reconocimientos
honoríficos. Cuestionada hasta tal punto que el pasado año
bajo el mandato del entonces Jefe Accidental Sr. Sorroche,
quedó sin reconocimientos las actuaciones meritorias en
contra de la línea anterior y habitual que llevaba nuestra
Jefatura encabezada por el Sr. Gómez. A esta efímera época
de sequía, las lluvias de mayo nos traen fértiles pastos en
los que mariscar alguna felicitación, galón de mérito o
medalla. Claro, para ello hay que arremangarse y no todos
navegamos en el mismo barco parece ser.
Podíamos haber adoptado otra postura menos decorosa pero
nuestra ética policial nos arrima a estas líneas para que en
forma de crítica, cuestionemos los procedimientos de
concesión de recompensas que nuestra jefatura lleva a cabo
de forma reiterada. Hablemos de criterios: totalmente
obsoletos y subjetivos. Iguales actuaciones distintos
reconocimientos. Se trata de aglutinar en el día de nuestro
patrón, con la celebridad que ello merece, todas las
recompensas por hechos meritorios. Las hay y podemos
afirmarlo, existen condecoraciones merecidas e
incuestionables. No así de todas aquellas que sirven para
agrandar el acto bajo un criterio distinto sujeto a libre
designación con un parámetro estándar de sumisión y no
replica. En estos casos se premia y predispone a
determinados funcionarios para el concurso bien sea de una
destino o de una promoción interna. Tenemos de recordar que
todas las condecoraciones son puntuables en su apartado
correspondiente del baremo. He aquí el gran problema,
desigualdades patentes en el tratamiento y concesión de las
condecoraciones, recompensas y reconocimiento meritorios de
actuaciones policiales llevadas a cabo y no simplemente
criterios subjetivos de conducta y previsión de manejo y
elección de futuros candidatos en destinos o puestos de
mando. El acto quedó viciado en sus prolegómenos, no podemos
ocultar el deseo de apariencia y grandeza que vislumbra el
llamamiento masivo a filas de los más de un centenar de
condecorados para dar relevancia pública al acto, cuando
detrás se esconden en muchos casos carencias de argumentos y
criterios en las distinciones honoríficas. Objetivo
cumplido: la capacidad de convocatoria de la jefatura.
Policías, familiares, autoridades, un acto lleno de
asistentes.
El segundo pilar al cual dirigimos nuestra critica, es la
devaluación de las condecoraciones por el sistema de
reconocimientos. No puede hacerse de forma sistemática
“equis muchas ocasiones”, delegar en los jefes de grupos la
propuesta, en algunos casos, difícil de argumentar y
demostrar ante un grupo de trabajo en el cual prácticamente
todos trabajan en la misma línea, que en el mejor de los
casos, aparte de motivar al funcionario propuesto, desmotiva
al resto. Las intervenciones dignas de mención ya son
conocidas por la Jefatura y por el resto de compañeros, ¿Por
qué devaluar estas condecoraciones?, ¿no sería recomendable
recompensar lo realmente importante para nuestro cuerpo y
ciudad? , ¿No sería conveniente dejar de recompensar por
cumplir en el trabajo? Dejen ya de desprestigiar a aquellos
que orgullosos portan su condecoración y que año tras año se
sienten menospreciados ante tanta demagogia y falsedad
institucional. Hagan públicos los méritos y motivos de
recompensa, denle su minuto de gloria en la lectura de su
hoja de servicio motivo de orgullo para ese policía,
¡fomentemos la dedicación, la profesionalidad, la abnegación
en el cumplimiento de la ley y no la rutina y costumbre
numeraria de asistentes!
La existencia de la denominada Comisión de Valoración de
méritos, reunida en su día para determinar que funcionarios
eran acreedores de los méritos suficientes para su
condecoración, hizo aguas. Resulta que aquí tampoco tenemos
transparencia. Una segunda reunión con modificación de su
acta correspondiente y con sustitución de unos de sus
miembros, contempla candidatos antes no propuestos. Esto no
es serio. Se manipulan y se comercializan condecoraciones
como si de un mercado de abastos se tratase.
Se ha de velar porque las propuestas versen sobre
actuaciones meritorias o comportamientos ejemplares en el
desempeño de nuestros cometidos, no bajo criterios
subjetivos. Es fundamental dotar al sistema de criterios y
parámetros objetivos, demostrables, evaluables y con la
debida publicidad. Iguales intervenciones merecen el mismo
tratamiento.
Por seguir hablando del desbarajuste de las condecoraciones,
mencionar la ausencia de protocolo del acto. Comunicación
tardía de las recompensas y por teléfono, uniformidad de
gala o no, camisa blanca o celeste… infinidad de dudas que
nos asaltan y que el Acto de nuestro Patrón San Urbano
requiere un pronta solución. No podemos esmerarnos en
aparentar una cosa y en los procedimientos internos no tener
nada regulado y establecido. Quizás es el momento de
reclamar la necesaria uniformidad de gala que poseen los
funcionarios de la cadena de mando y personal femenino,
siendo necesario una asignación presupuestaria acorde con la
entidad y relevancia del Acto para dotar a todos los
funcionarios del ansiado Uniforme de Gala. Como diría mi
gran amigo, no solo hay que ser bueno, hay que parecerlo.
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