El 21 de marzo del año pasado, militares disidentes
perpetraron un golpe de Estado en Malí contra el presidente
del Gobierno del país, Amadou Toumani Touré. Desde entonces
la situación en Malí ha sido de constante conflicto. El mes
pasado, Francia inició una intervención militar para frenar
la expansión de los rebeldes islámicos en el norte del país.
Tampoco Somalia está pasando por su mejor momento. La
situación de guerras y conflictos en ambos países ha
provocado un “incremento sustancial” de inmigrantes
procedentes de estos países. “El número ha aumentado mucho
por la situación política”, explica el director del CETI,
Carlos Bengoechea.
En el primer semestre del año pasado residían en el CETI
diez o quince personas procedentes de Malí, mientras que
cuando se agravó el conflicto, a partir de junio, el número
creció hasta 85, que era la cifra de malienses que residían
en el CETI a 31 de diciembre de 2012.
Además destaca el hecho de que los inmigrantes que llegaban
a primeros de año de dicho país eran naturales del sur de
Malí, la zona más próxima a Africa occidental, mientras que
los que llegaron como consecuencia del conflicto bélico
procedían de la zona autoproclamada estado de Azawad. “Todos
ellos de las localidades en conflicto, regiones que hasta
ahora estaban dominadas por los fundamentalistas islámicos”,
explica el director del CETI.
Lo mismo sucedió con los inmigrantes procedentes de Somalia,
cuya cifra en la segunda mitad del año alcanzó los 35, la
segunda nacionalidad subsahariana mayoritaria. Su presencia
aumentó tras el cierre de las vías de Libia y Túnez por los
cambios políticos, ya que antes los inmigrantes se
desplazaban más por la vías de Libia hacia Italia.
Tramas organizadas
El director del CETI señala, además, que la mayoría de las
entradas responden a casos “selectivos y puntuales”. El
‘modus operandi’ durante el segundo semestre del último año
ha sido dos o tres casos a la semana de somalíes o
malienses, en motos acuáticas o, más frecuente, escondidos
en vehículos, y a través de redes. “Creemos que son tramas
organizadas, muy costosas, por 4.000 euros; gente que ha
pagado mucho, sobre todo somalíes, financiados y sufragados,
pensamos, por mafias de inmigración, aunque ellos no cuentan
nada”, sostiene el director del CETI.
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