Quien dentro de Guardia Civil ha querido formar parte del
Servicio Marítimo tiene una doble vocación muy clara. El
sargento Costas, patrón en esta unidad de Ceuta, transmite
junto a sus compañeros, en el interior de una de sus
embarcaciones, la pasión de los marinos combinada con la de
quienes han elegido servir a sus conciudadanos ‘a bordo’ de
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. EL PUEBLO ha
conocido, de la mano de dos de sus mandos, los tenientes
Burgos y Arjones, una parte del trabajo que desarrollan a
diario en la ciudad, muy intenso a juzgar por los datos
sobre la actividad de esta unidad en relación a las de
territorios próximos pero de mayor tamaño al tratarse de
provincias como Málaga o Almería. El servicio está integrado
por 46 personas: 37 operativas, personal de embarque, además
de los encargados de mantenimiento, plana mayor y cuadro de
mando, con dos oficiales, un capitán y un teniente. Su
creación en Ceuta, con antecedentes en una comisión de
servicio existente desde 1999, data del año 2001. El
Servicio Marítimo de la Guardia Civil se creó en 1991 y a
día de hoy cubre toda la costa española.
Inmigración y narcotráfico son los dos grandes epígrafes en
la labor de los integrantes de este servicio en Ceuta. En lo
que va de año, en concreto, se ha incautado de 3.253 kilos
de hachís. Si hace años, cuando no existía el Servicio
Marítimo, la ciudad era un punto de partida del tráfico de
drogas, hoy en día la actividad de la Guardia Civil se
centra en la interceptación, en aguas españolas o
internacionales, de embarcaciones que parten de las costas
próximas de Marruecos: “Hablamos de Alcazarseguer, Marsha,
Castillejos, Cabo Negro...”, explica el teniente Burgos en
la torre del Puerto Deportivo, sede de la unidad.
Desde esta base, el servicio cuenta con dos salidas, que son
“bastante rápidas”, indica el teniente, a la bahía norte, y
la sur a través del Foso de las Murallas Reales. En la
actualidad, dispone de cinco embarcaciones operativas: dos
patrulleras, una media y una semirrígida cabinada, y tres
semirrígidas de adjudicación judicial (intervenidas a
narcotraficantes). Una de ellas estaba ayer fuera del agua
para su puesta a punto.
Para hacerse una idea de la intensidad del trabajo que
desarrolla este servicio en una ciudad con apenas 22
kilómetros de costa bastan algunas cifras. Entre las últimas
intervenciones, el teniente Burgos destaca una realizada en
un velero con 1.000 kilos a 22 millas al este de Punta
Almina o el pasado fin de semana otra con 32 kilos de hachís
en embarcaciones que se refugiaron posteriormente en una
playa de Gibraltar.
En cuanto a la inmigración clandestina, este año llevan “58
nada más” (frente a las 136 de 2011), aunque en este cómputo
no se registra, advierte el jefe, la colaboración que
mantienen con las fuerzas de seguridad marroquíes. La
cantidad de personas localizadas por la Guardia Civil e
interceptadas por la Armada o la Gendarmería del país vecino
no se contabilizan, aunque según estiman fuentes oficiales
superarían el millar. “La cantidad de inmigrantes que
impedimos que entren y que se llevan las autoridades
marroquíes puede multiplicar fácilmente por 10 o por 20 la
de los que llegan a la ciudad”, destaca el mando de la
unidad.
Una de las facetas fundamentales de la labor de los agentes
del Servicio Marítimo es el control de embarcaciones
mediante la identificación de sus tripulantes. Este año
llevan 472, más de las que se han hecho en cualquiera de las
demarcaciones andaluzas, pues por ejemplo en Almería han
sido 430 y en Málaga, 400, “eso con costas de más de 100
kilómetros, varios puertos deportivos...”, destacan desde la
Comandancia. “Actas por infracciones administrativas, de
documentación, se han abierto en 2012 un total de 158,
cuando la que más tiene es Cádiz con 250”, agregan. Y eso a
pesar de que la lucha “continua contra el narcotráfico y la
inmigración” les detrae “un poco” de la labor de vigilancia
administrativa, porque ambas funciones se anteponen a las
demás.
En el muelle del Puerto Deportivo están repartidas las
dependencias de la unidad. Las oficinas y el puesto de mando
se sitúan en la torre, que cuenta también con un almacén en
el que dispone de elementos de primeros auxilios (mantas y
ropa) para los inmigrantes. En una caseta está instalado el
taller para el mantenimiento de las embarcaciones y en otras
dos un puesto en el que el personal de embarque aguarda
durante su turno para responder a cualquier aviso.
La crisis afecta al ‘narco’
Como dato curioso y positivo, los responsables del servicio
revelan que la crisis parece haber hecho mella también en el
‘narco’ y ahora, las embarcaciones que emplean estos son
peores que las de las fuerzas de seguridad. “Las que ellos
están utilizando últimamente son más pequeñas, como esta
(muestran una requisada) equipadas con un motor de 40 o 60
caballos (CV) cuando nosotros estamos gastando 250 CV, con
dos o tres motores...”.
Otro aspecto muy interesante de la labor de la Guardia Civil
es el de los destinos en el extranjero. El sargento Costas y
el teniente Burgos son dos de los guardias civiles de la
2007 Comandancia que cuentan con experiencia en países
africanos, en concreto, en Mauritania y Senegal,
respectivamente. Allí tienen la oportunidad de conocer el
origen de la inmigración ilegal y de colaborar con las
autoridades locales en su freno antes de que partan rumbo a
España. “Aunque no nos debe afectar en nuestro trabajo, lo
miras desde un punto de vista más humano, porque comprendes
que están muy mal”, explican.
A bordo de una de las patrulleras, la cabinada, a uno de los
agentes le sale toda su vocación de patrón de barco. Le
gusta la mar, donde hay momentos, dice, que se siente un
privilegiado, momentos, eso sí, que tienen su contrapartida
en los muchos en que también se pasa mal. El Estrecho, la
“frecuencia” de las olas ha sorprendido a veces a compañeros
que vienen de aguas en apariencia más peligrosas. “Al
principio sales con un compañero más experimentado, pero la
primera vez que salí yo solo nos llaman de Algeciras para
decirnos que hay una semirrígida que sale de Tánger hacia
Tarifa; luego se metió hacia el Estrecho y a las doce y
veinte de la noche me veo persiguiendo la embarcación a 42
nudos... Al final se les pilló con la ayuda de la
semirrígida nuestra... Es en esos momentos cuando piensas
¿cómo me he metido yo aquí?”, bromea.
Desde tierra
El teniente Arjones es el encargado de mostrar por su parte
el trabajo del Servicio Marítimo en tierra. Al frente de una
dotación de seis agentes, dirigía ayer uno de los “puntos de
verificación” que la Guardia Civil suele instalar en la
carretera del Tarajal. Esta es, junto a las otras dos
nacionales (la de Benzú y la del perímetro fronterizo, las
vías competencia de la Guardia Civil), además de dos
carreteras autonómicas, la de circunvalación del Hacho y la
de García Aldave desde el Tejar de Ingenieros.
Los puntos de verificación van dirigidos fundamentalmente al
control antidroga, lo que no es óbice para que los agentes
se encuentren durante estos servicios con muchas otras
cosas, sobre todo con armas blancas y de todo tipo, como el
ladrillo macizo requisado ayer en el interior de su vehículo
a un ciudadano marroquí contra el que se levantó acta de
sanción. “Si va en un camión de ladrillos no se puede
entender que se trate de un arma, pero en un turismo y
aislado, puede serlo y muy peligrosa, como un bate de
béisbol y muchos otros objetos”, advierte el teniente.
Las patrullas, tanto en todoterreno como en moto, cubren
toda la costa. Los últimos medios con los que cuenta la
Guardia Civil son las cámaras térmicas. Las más baratas
cuestan 6.000 euros, pero son un elemento fundamental, pues
les permiten detectar de noche la presencia de personas en
el mar. Al anochecer, el despliegue de este grupo, al que
llaman ‘los búhos’, se centra sobre todo en la zona de Benzú,
punto ‘caliente’ de la inmigración clandestina. Son 24 horas
mirando al mar.
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