Bajo el manto de la Virgen, Reina
de África, partieron hace meses nuestros soldados desde
Ceuta, la Emperatriz marinera, la Virgen Templaria volvió a
navegar acompañando a la tropa, cómo siempre ha sido, como
lo fue entonces con nuestro antepasado Enrique el Navegante.
Regreso de la Madre a la Iberia Vieja y desde allí a la vera
de la tierra que la vio nacer como María, la niña judía que
engendró al Redentor. Madre de Dios entonces y retorno cómo
Emperatriz Coronada de África y allí permanece, en las
fronteras de su Israel natal, sin que los soldados hayan
tenido el detalle de procesionarla por Jerusalén, ni de
acercarla a su pueblo. Tampoco se puede estar en todo, pero
por muy venerada que se encuentre la Sagrada Imagen y por
mucho que recen ante ella los de las boinas azules, la
morriña del terruño es la morriña del terruño y hasta las
Reinas la sufren.
Los valientes del Líbano están volviendo, unos a Melilla,
cómo los del Glorioso y laureado Regimiento Alcántara, otros
a Ceuta cómo los legionarios que son santo y seña de la
devoción patria y que desde siempre han sabido mantener
erguida nuestra roja y gualda e impoluto el honor español.
Por cierto, espero que los muchachos del Líbano no olviden
al bando espiritual al que por raíces, arquetipos y ADN,
pertenecen, es decir, al que pertenecemos y gracias al que
somos lo que hoy somos. ¿Por qué si no el sol se ha
enorgullecido a lo largo de los siglos al besar la frente
del soldado español? ¿O es que alguna arraigada tradición
cuenta que el sol se siente orgulloso de besar la frente de
los finlandeses? Y no es que tenga nada contra Finlandia
donde, por cierto, hay muy buenos colegios y son europeos
cómo nosotros, sino que lo que es, es y no vamos a negar la
verdad en base a equívocos complejos de pamplinosos.
Pero lo importante es que vuelven los que se fueron y la
sangre española no ha regado tierra extraña, que bastante
empapada ha dejado tierra que no es la nuestra a lo largo de
los siglos. Buena misión, se adquiere experiencia, se viaja,
se gana más dinero, se tiene oportunidad de añorar la Patria
que nunca es más querida ni está más cercana que cuando se
recuerda desde la distancia con el son de los “Suspiros de
España” una copla que escuchada en el extranjero deja el
corazón del tamaño de un alfiler y causa un desgarro que se
agarra a la garganta y te impide respirar. ¿Y cómo de
luminosa estará Ceuta para recibir a sus hombres? ¿Y qué
peineta de nubes lucirán las cumbres de las montañas? ¿Y
cómo refrescarán los vientos de poniente para agasajar a los
soldados que llegan hartos de la aridez del Líbano? ¿Tendrá
algún militar de rango el detalle de volverse portando unos
buenos plantones de los maravillosos cedros del Líbano que
aparecen en la Biblia para plantarlos en esta tierra? Es lo
mínimo, quiero decir que si España envía a sus hijos más
queridos a la frontera con la tierra de Nuestro Señor, al
menos regresen con un recuerdo místico de allí y en la Plaza
del Santuario quedarían perfectos unos cedros del Líbano y
serían homenaje a Nuestra Señora de África y recuerdo de la
delegación piadosa que tiene montada la Virgen, a modo de
embajada, en aquellas tierras. Qué menos, porque el
protocolo es el protocolo y la elegancia social reside en no
obviar los detalles.
Júbilo entre las familias, escenas de felicidad en el
recibimiento, son esos momentos de los que decimos que son
“cómo Dios manda” ¿Y qué vivencias atesorarán los corazones
de los soldados? ¡Cómo nos gustaría conocerlas y
compartirlas! Que nos relataran el ambiente del campamento,
la camaradería, las tonalidades de los atardeceres
libaneses, el aroma de aquellas tierras, si la comida era
sana y abundante, las bromas cuartelera, las duras jornadas
de trabajo, si había problemas de cobertura para hablar con
la familia con los móviles, nos gustaría saberlo todo para
estar más cerca de quienes siguen allí.
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